por Ángel Moreno
NAVIDAD
(Is 9, 2-7; Sal 95; Tit 2, 11-14; Lc 2, 1-14)

GESTOS Y SEÑALES NAVIDEÑOS
“Un Niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre” (Lc 2, 12).

-    No vayas a los palacios en busca del Señor, acógelo dentro de ti, con la ternura que merece y te suscita un niño recién nacido.

-    No especules, ni trates de comprender lo que acontece, adora y envuelve en amor la presencia que te habita y te llena de paz y de alegría.

-    No disimules con oropeles y sonrisas huecas, Quien reposó en un pesebre desea recostarse en tu pobreza y debilidad humildemente reconocidas.

-    Acoge la invitación que te hacen las Escrituras y alégrate: “Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín” (Is 9, 2).

Santa Teresa de Jesús confiesa su alegría en la experiencia providente del favor de Dios: “Era tanto el gozo que tenía mi espíritu, que no me hartaba de dar gracias a nuestro Señor aquellos días, ni quisiera hacer otra cosa” (Fundaciones 24, 2).

Son días de cantar, de bendecir, de alabar. Así nos lo pide el salmista: “Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre” (Sal 95).

Santa Teresa se emocionaba cuando oía cantar bien, y al sentirse salvada: “Bienaventurados los que están escritos en el libro de esta vida. Mas tú, alma mía, si lo eres, ¿por qué estás triste y me conturbas? Espera en Dios, que aun ahora me confesaré a El mis pecados y sus misericordias, y de todo junto haré cantar de alabanza con suspiros perpetuos al Salvador mío y Dios mío” (Exclamaciones XVII, 6).

Es hora de desechar el miedo y el temor, porque la noticia es buena y permanente: -“No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2,10)

Santa Teresa nos deja sentir el momento en el que el alma se sabe amada por Dios: “Llegada aquí el alma, no tiene qué temer si no es si no ha de merecer que Dios se quiera servir de ella en darla trabajos y ocasión para que pueda servirle, aunque sea muy a su costa. Así que aquí, como he dicho, obra el amor y la fe y no se quiere aprovechar el alma de lo que la enseña el entendimiento, porque esta unión que entre el Esposo y Esposa hay, la ha enseñado otras cosas que él no alcanza y tráele debajo de los pies” (Los “Conceptos del Amor de Dios 3, 3).

Te deseo que te suceda como narra el Evangelio, y sientas que te envuelve y abraza el amor divino: “La gloria del Señor los envolvió en claridad”. Desde ahora todo tiene luz, todo está destinado a la gloria, tú puedes reconocerte en el Hijo de María y llenarte de gozo, y testimoniar el don del que eres partícipe, para que otros crean.
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