San Juan XXIII
El Papa Bueno
Nació en el seno de una familia numerosa campesina, de profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote, trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de la Santa Sede.
El Papa Bueno
Nació en el seno de una familia numerosa campesina, de profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote, trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de la Santa Sede.
En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas le
valieron el nombre de "papa bueno". Juan Pablo II lo beatificó el año
2000 y estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre.
Nació el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y
provincia de Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el
nombre de Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia
vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de
tipo patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá él
mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima religioso
de la familia y la fervorosa vida parroquial, fueron la primera y
fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía
espiritual de Ángelo Roncalli.
Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889 y, en 1892,
ingresó en el seminario de Bérgamo, donde estudió hasta el segundo año
de teología. Allí empezó a redactar sus apuntes espirituales, que
escribiría hasta el fin de sus días y que han sido recogidos en el
«Diario del alma». El 1 de marzo de 1896 el director espiritual del
seminario de Bérgamo lo admitió en la Orden franciscana seglar, cuya
Regla profesó el 23 de mayo de 1897.
De 1901 a 1905 fue alumno del Pontificio seminario romano, gracias a
una beca de la diócesis de Bérgamo. En este tiempo hizo, además, un
año de servicio militar. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de
1904, en Roma. En 1905 fue nombrado secretario del nuevo obispo de
Bérgamo, Mons. Giácomo María Radini Tedeschi. Desempeñó este cargo
hasta 1914, acompañando al obispo en las visitas pastorales y
colaborando en múltiples iniciativas apostólicas: sínodo, redacción
del boletín diocesano, peregrinaciones, obras sociales. A la vez era
profesor de historia, patrología y apologética en el seminario,
asistente de la Acción católica femenina, colaborador en el diario
católico de Bérgamo y predicador muy solicitado por su elocuencia
elegante, profunda y eficaz.
En aquellos años, además, ahondó en el estudio de tres grandes
pastores: san Carlos Borromeo (de quien publicó las Actas de la visita
apostólica realizada a la diócesis de Bérgamo en 1575), san Francisco
de Sales y el entonces beato Gregorio Barbarigo. Tras la muerte de
Mons. Radini Tedeschi, en 1914, don Ángelo prosiguió su ministerio
sacerdotal dedicado a la docencia en el seminario y al apostolado,
sobre todo entre los miembros de las asociaciones católicas.
En 1915, cuando Italia entró en guerra, fue llamado como sargento
sanitario y nombrado capellán militar de los soldados heridos que
regresaban del frente. Al final de la guerra abrió la «Casa del
estudiante» y trabajó en la pastoral de estudiantes. En 1919 fue
nombrado director espiritual del seminario.
En 1921 empezó la segunda parte de la vida de don Ángelo Roncalli,
dedicada al servicio de la Santa Sede. Llamado a Roma por Benedicto XV
como presidente para Italia del Consejo central de las Obras
pontificias para la Propagación de la fe, recorrió muchas diócesis de
Italia organizando círculos de misiones. En 1925 Pío XI lo nombró
visitador apostólico para Bulgaria y lo elevó al episcopado asignándole
la sede titular de Areópoli. Su lema episcopal, programa que lo
acompañó durante toda la vida, era: «Obediencia y paz».
Tras su consagración episcopal, que tuvo lugar el 19 de marzo de
1925 en Roma, inició su ministerio en Bulgaria, donde permaneció hasta
1935. Visitó las comunidades católicas y cultivó relaciones respetuosas
con las demás comunidades cristianas. Actuó con gran solicitud y
caridad, aliviando los sufrimientos causados por el terremoto de 1928.
Sobrellevó en silencio las incomprensiones y dificultades de un
ministerio marcado por la táctica pastoral de pequeños pasos. Afianzó
su confianza en Jesús crucificado y su entrega a él.
En 1935 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y Grecia. Era un
vasto campo de trabajo. La Iglesia católica tenía una presencia activa
en muchos ámbitos de la joven república, que se estaba renovando y
organizando. Mons. Roncalli trabajó con intensidad al servicio de los
católicos y destacó por su diálogo y talante respetuoso con los
ortodoxos y con los musulmanes. Cuando estalló la segunda guerra
mundial se hallaba en Grecia, que quedó devastada por los combates.
Procuró dar noticias sobre los prisioneros de guerra y salvó a muchos
judíos con el «visado de tránsito» de la delegación apostólica. En
diciembre de 1944 Pío XII lo nombró nuncio apostólico en París.
Durante los últimos meses del conflicto mundial, y una vez
restablecida la paz, ayudó a los prisioneros de guerra y trabajó en la
normalización de la vida eclesiástica en Francia. Visitó los grandes
santuarios franceses y participó en las fiestas populares y en las
manifestaciones religiosas más significativas. Fue un observador
atento, prudente y lleno de confianza en las nuevas iniciativas
pastorales del episcopado y del clero de Francia. Se distinguió siempre
por su búsqueda de la sencillez evangélica, incluso en los asuntos
diplomáticos más intrincados. Procuró actuar como sacerdote en todas
las situaciones. Animado por una piedad sincera, dedicaba todos los
días largo tiempo a la oración y la meditación.
En 1953 fue creado cardenal y enviado a Venecia como patriarca. Fue
un pastor sabio y resuelto, a ejemplo de los santos a quienes siempre
había venerado, como san Lorenzo Giustiniani, primer patriarca de
Venecia.
Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de
1958, y tomó el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de
cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del buen
Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y cordial,
practicó cristianamente las obras de misericordia corporales y
espirituales, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo
a hombres de todas las naciones y creencias, y cultivando un exquisito
sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus
encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et magistra», fue muy apreciado.
Convocó el Sínodo romano, instituyó una Comisión para la revisión del
Código de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico Vaticano
II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de
los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y
lo llamó «el Papa de la bondad». Lo sostenía un profundo espíritu de
oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia,
irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció la
tarde del 3 de junio de 1963.
Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre del año 2000, y
estableció que su fiesta se celebre el 11 de octubre, recordando así que
Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de
octubre de 1962.
Textos de L'Osservatore Romano
Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org
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