¡Muchísimas gracias, Dª Luz Casal! También yo quiero agradecerle y
felicitarle por este bello pregón del Domund 2017. El pregón sirve para
anunciar los grandes acontecimientos. Y acontecimiento muy
significativo es el Domund. En clave de estrofa y estribillo nos ha
narrado la genealogía, la geografía y la historia de su percepción de
esta realidad misionera, evocándonos la trayectoria de nuestros
misioneros y misioneras que estando en contacto muchas veces con el lado
oscuro de la vida ponen la luz del mensaje de Cristo que siempre es
liberador, en circunstancias y situaciones no fáciles.
Los misioneros y misioneras son esos “hermanos universales” que abren
a todos los hombres los sorprendentes y polícromos horizontes de la
filiación divina lo que nos lleva a descubrir el compromiso de nuestra
fraternidad con los demás: “Hijos de Dios en Cristo y hermanos los unos
de los otros”. Peregrinan en la misión tratando de no herir nunca el
corazón de nadie, yendo de lo visible a lo invisible. Ellos interpretan
la canción inspirada en la caridad misma de Cristo que está hecha de
atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad e interés por los
problemas de los demás. Son esperanza para el mundo. Más que nuestra
admiración necesitan nuestra ayuda espiritual y material. Por supuesto,
su compromiso misionero no nos exime a nosotros de la responsabilidad
que como bautizados tenemos. La misión está a nuestro alcance: en
nuestro alrededor. Sentirnos Iglesia es reflejar la Luz de Cristo y
hacer resplandecer su rostro en todas las naciones. Para hacer ver a
Cristo necesitamos la luz. La misión sólo se explica a través de la fe
más la caridad: es ahí donde nace y renace la alegría del Evangelio que
hemos de vivir y llevar a todos los hombres.
¡Muchísimas gracias Mons. Anastasio por haber pensado en nuestra
Catedral para anunciar a la Iglesia en España este don y tarea de
nuestro compromiso en el Domund 2017! Un ámbito muy adecuado, sin
desmerecer en nada las catedrales de las diócesis de la Provincia
eclesiástica y de las otras diócesis que peregrinan en España, para
proclamar este pregón pues aquí guardamos piadosamente la memoria y la
tumba del Apóstol, nuestro “primer evangelizador, nuestro “primer
misionero” que nos trajo el mensaje de Jesús. No le fue fácil la misión
encomendada. Así lo percibimos en la fiesta de la Virgen del Pilar que
se le apareció en la ribera del Ebro para animarle y alentarle en medio
de su fatiga. Siempre la misión hemos de realizarla entre los consuelos
de Dios y las turbaciones del mundo, como decía san Agustín. ¡Cuánto
saben de esto nuestros misioneros y misioneras! Para todos ellos
nuestro afecto y agradecimiento con nuestra oración.
Y desde aquí también me dirijo al apóstol Santiago con las palabras
que el poeta Dante puso en boca de Beatriz dirigidas al Apóstol: “Haz
que desde aquí resuene la esperanza” para que sepamos agradecer el
pasado de nuestra Iglesia misionera, ver el presente que nos toca vivir
con responsabilidad y mirar al futuro con confianza. “No comamos el pan
de la memoria para que el tiempo no nos ahonde en el olvido, dice uno de
nuestros poetas. Estoy seguro que con la intercesión de María, Dios nos
ayuda y el apóstol Santiago.
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