EL TRUCO
“A min o mundo non me enche”. Esta fue la frase rotunda de un chaval con alma de paisano. Tan rotunda, que hoy ese tipo es sacerdote. Pronunciando aquello, se le veía príncipe, de sangre gallega pero muy azul. Intuía, con claridad profética, que su Reino, el nuestro, no es de este mundo. Somos herederos de un sitial más noble.
Ante el evangelio correspondiente a la solemnidad de Cristo Rey, el que versa sobre ovejas y cabras, los párrocos mayores solían bromear sobre las derechas y las izquierdas y en qué lado deberían ir unos y otros animales. Resulta sugerente que el señor busque a las ovejas y se le escapen las cabras. La historia tiene truco.
No se trata de comparar el Reino de Dios con la aldea de Heidi: ¡qué idílicos borreguitos allí en los Alpes! Pero la mansedumbre de la oveja, que contrasta con la locura de las cabras (en Galicia decimos que “trucan”, cuando embisten ciegamente). No podemos quedarnos fuera del Reino por no pensar un poco. Por “trucar” senxeito.
En el diálogo con los más jóvenes, aparecen las dudas sobre muchos temas interesantes: la vida eterna; el origen de la humanidad; la resurrección; el aborto… Un sacerdote explica, no lava cerebros. Por fortuna. Sólo la humildad de la fe lleva a reconocer: “Señor, sé mi Rey. Aunque no logre encajar todas las piezas. Dejaré que me guíes; sé que sólo quieres lo mejor para mí y para la humanidad. Soy tuyo”.
Muchos intentan adueñarse de mi existencia. A veces, sólo por un ridículo plato de lentejas, como el de Esaú. Yo sólo quiero a mi Señor. No me avergüenza decir que tengo Dueño. Nadie más me llena. Estoy harto de imitadores. Cada mañana, junto a mi Rey, Jesucristo, declaro sin complejos: “hoy es el primer día del resto de mi vida”.
“A min o mundo non me enche”. Esta fue la frase rotunda de un chaval con alma de paisano. Tan rotunda, que hoy ese tipo es sacerdote. Pronunciando aquello, se le veía príncipe, de sangre gallega pero muy azul. Intuía, con claridad profética, que su Reino, el nuestro, no es de este mundo. Somos herederos de un sitial más noble.
Ante el evangelio correspondiente a la solemnidad de Cristo Rey, el que versa sobre ovejas y cabras, los párrocos mayores solían bromear sobre las derechas y las izquierdas y en qué lado deberían ir unos y otros animales. Resulta sugerente que el señor busque a las ovejas y se le escapen las cabras. La historia tiene truco.
No se trata de comparar el Reino de Dios con la aldea de Heidi: ¡qué idílicos borreguitos allí en los Alpes! Pero la mansedumbre de la oveja, que contrasta con la locura de las cabras (en Galicia decimos que “trucan”, cuando embisten ciegamente). No podemos quedarnos fuera del Reino por no pensar un poco. Por “trucar” senxeito.
En el diálogo con los más jóvenes, aparecen las dudas sobre muchos temas interesantes: la vida eterna; el origen de la humanidad; la resurrección; el aborto… Un sacerdote explica, no lava cerebros. Por fortuna. Sólo la humildad de la fe lleva a reconocer: “Señor, sé mi Rey. Aunque no logre encajar todas las piezas. Dejaré que me guíes; sé que sólo quieres lo mejor para mí y para la humanidad. Soy tuyo”.
Muchos intentan adueñarse de mi existencia. A veces, sólo por un ridículo plato de lentejas, como el de Esaú. Yo sólo quiero a mi Señor. No me avergüenza decir que tengo Dueño. Nadie más me llena. Estoy harto de imitadores. Cada mañana, junto a mi Rey, Jesucristo, declaro sin complejos: “hoy es el primer día del resto de mi vida”.