Fue un sacerdote con muchos amigos, tenía muy buen carácter, era dialogante y dispuesto a favorecer, si podía.
Pasó por cargos de mucha responsabilidad, en la diócesis, que desempeñó con entrega.
Yo lo recuerdo especialmente en los tiempos que fue Vicario General en que tuvo una acertada actuación en relación con la capilla de Guadalupe que estaba a mi cargo.
En varias ocasiones, en este curso, fui al convento del Carmen a concelebrar y allí estaba él, ya últimamente dañado por la enfermedad. Sin embargo si se le preguntaba por su salud siempre contestaba que estaba bien.
Que Dios le conceda el ciento por uno y la vida eterna.