Hay una tendencia muy de moda
entre las familias con un solo hijo: el infante es el rey de la casa, el
que manda y dicta qué se va a hacer. Al niño pequeño se le pregunta qué
le apetece y se hace solo aquello para lo que él da permiso. El hijo
siempre se sienta en medio de los padres. Duerme en medio de sus dos
progenitores; o con uno de ellos, mientras que el otro se ha ido
desplazado a otra habitación. En definitiva, se ha constituido en el
“ombligo” del mundo familiar. En estos tiempos de confinamiento, la
situación se convierte en un hervidero emocional, con un hijo exigente
pegado las 24 horas, sin apenas espacio personal y sin sentir el apoyo
del otro cónyuge, porque el vástago es prioritario. Es necesario
delimitar bien los subsistemas conyugal y parental, con espacio propio
para cada uno: solo así se salvaguarda la unidad familiar y se evita que
el pequeño dictador se convierta en un adolescente tirano.
Es indispensable sensibilizar al niño o al adolescente para que advierta que las
malas acciones tienen consecuencias. (Francisco, La alegría de amar, 268)
malas acciones tienen consecuencias. (Francisco, La alegría de amar, 268)
Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma. (Prov 29, 17)
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Foto: Miguel Castaño