El pasado 10 de diciembre se celebraba el aniversario de mi elección
como Obispo Auxiliar de Santiago. Seis años y medio después, S.S. el
Papa Francisco me nombra Obispo de Astorga. Quiero comenzar mi
intervención agradeciéndole vivamente se haya dignado confiarme esta
misión apostólica. Al mismo tiempo, deseo expresar mi más profunda
comunión con él y con su programa pastoral para una Iglesia más
espiritual y evangélica, una Iglesia en salida y hospital de campaña,
especialmente en estos tiempos de sufrimiento, desconcierto, soledad y
muerte.
Hay momentos en la vida en que es necesario hacer como el maquinista
del tren que, teniendo que cambiar de vía, frena e incluso para la
máquina. En este tiempo de pandemia, muchos de nosotros lo hemos hecho
también disminuyendo la velocidad de nuestra actividad, mirando de reojo
al pasado, planteándonos el futuro… El cambio que se me avecina me
obliga a repetir la maniobra.
En la Bula de la elección como obispo auxiliar de esta Diócesis, el Papa Francisco me decía: <<Deseamos
de corazón que, siempre unido estrechamente al Arzobispo, trabajes por
la Iglesia Compostelana. Además, ten por cierto que no te habrá de
faltar la ayuda del Apóstol Santiago, patrono celestial de España ante
Dios>>. Humildemente he de decir que es lo que he tratado de
hacer en todo momento. Pero no soy perfecto; pido perdón al Señor y a
aquellos de entre vosotros que se hayan sentido desatendidos, e incluso
no debidamente tratados. Por otra parte, lo bueno que haya podido hacer
no me lo adjudiquéis a mí, sino al Señor que es el que hace crecer la
simiente: <<A Él la gloria por los siglos>> (Rom 11, 36).
Quiero manifestar mi profundo agradecimiento a la Iglesia diocesana
de Santiago. En primer lugar, a su Pastor, el Arzobispo D. Julián que me
ha mostrado siempre un respeto exquisito y ha sido para mí ejemplo de
conocimiento, entrega y amor a la Diócesis. Gracias también a los
sacerdotes, con los que he tenido una especial cercanía, a la curia, a
los cabildos; gracias a las comunidades religiosas y demás institutos de
Vida Consagrada; gracias, en fin, a los Seminarios y a los movimientos,
asociaciones y grupos de apostolado seglar. Puedo decir que me he
sentido querido y apoyado por todos. Que Dios os lo pague.
Echando una mirada a estos últimos años vividos entre vosotros se
avivan en mí los mejores recuerdos. Desde el primer momento me
sorprendió gratamente vuestra hospitalidad, las iniciativas, sobre todo
en el campo de la administración, y la responsabilidad; también vuestro
espíritu de familia, vuestra fe y el amor a las tradiciones. He pasado
junto a sacerdotes, diáconos, consagrados y laicos momentos
inolvidables de Retiro, formación, celebración, fiesta… Vivimos juntos
un acontecimiento especialmente significativo como fue el Sínodo
Diocesano 2016-2017 del que tanto aprendí. Guardo también el recuerdo
más grato de las visitas pastorales, de las celebraciones solemnes en la
Catedral abarrotada de peregrinos y de los ritos sacramentales de la
iniciación cristiana, particularmente de adultos.
El Señor y su Iglesia me envían ahora a pastorear la diócesis de
Astorga. A vosotros, queridos diocesanos, me dirijo ahora brevemente
para saludaros, mostraros mi cercanía y trasladaros la bendición del
Señor. Y lo hago desde este lugar, meta de los sueños de tantos
peregrinos que cruzan e incluso habitan nuestras tierras, con la llaga
aún abierta por la muerte de nuestro querido obispo Juan Antonio
Menéndez, hace poco más de un año, y con el corazón herido por el
sufrimiento de tantas personas enfermas, discapacitadas, en duelo por
sus seres queridos fallecidos en soledad… Saludo en primer lugar a D.
José Luis Castro Pérez, Administrador diocesano. También a Mons. Camilo
Lorenzo, Obispo Emérito, al que encomiendo al Señor para que se recupere
pronto de sus dolencias. Saludo así mismo a los sacerdotes, al Cabildo
catedral, a los consagrados y consagradas, al Seminario, a los
movimientos, a las asociaciones y a los grupos laicales. Como nuevo
Pastor de la grey asturicense, me coloco ya a vuestro lado y os convoco
para edificar una Iglesia cada día más espiritual y evangélica, unida y
sinodal, misericordiosa y misionera; y a transformar este mundo herido
por la injusticia y la desigualdad.
Invoquemos juntos al Señor para que ilumine, aliente y sostenga con
la fuerza de su Espíritu estos sueños. Me encomiendo a vuestras
oraciones y a la intercesión de la Virgen María, nuestra Madre y Señora,
y de Santo Toribio, patrono de la Diócesis. Espero encontrarme pronto
con vosotros. Recibid la bendición del Señor. Un saludo fraterno.
+ Jesús, Obispo Electo de Astorga
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