«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os
lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes,
pero vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Señor, necesitamos que conviertas nuestras tristezas en alegrías.
Ayúdanos a comprender que, en Ti, todo tiene un fondo de gozo porque
está en tus manos. Y si está en tus manos, todo está bien. Podemos
descansar, podemos respirar profundo, podemos entregarte lo que nos hace
sufrir… y, una vez dejado en tus manos, podemos sonreír con la paz de
saber que nuestro Dios Amor se encarga de ello. Tú eres todopoderoso,
¡por eso podemos saltar de gozo!
Cielo Abierto – Salta de gozo https://youtu.be/8jaIrxeNY_c
La alegría es esencial para la vida espiritual. Sea
lo que sea lo que pensemos o digamos de Dios, si no estamos alegres,
nuestros pensamientos y palabras no pueden dar fruto. Jesús nos revela
el amor de Dios para que su alegría pueda hacerse nuestra y nuestra
alegría sea completa. La alegría consiste en la experiencia que enseña
que uno es amado incondicionalmente y que nada -ni la enfermedad, ni los
fracasos, ni la aflicción, ni la pandemia, ni siquiera la muerte- puede
acabar con este amor. A veces nos sentimos descontentos, inquietos,
ansiosos… por diversos motivos; pero seguimos sintiendo la dicha de la
fe, de saber que Dios nos ama. Tendemos a pensar que cuando sufrimos no
podemos ser felices; pero si nuestra vida está centrada en Dios, el
sufrimiento y la alegría pueden coexistir. Si recordamos experiencias
vitales (nacimiento de un niño, muerte de un amigo) vemos que, con
frecuencia, un gran dolor y una gran alegría forman parte de la misma
experiencia.
Escribe Henri Nouwen: «Me atrevería a decir que la pena fue
el lugar donde encontré la alegría». ¿Cuál es el secreto de la alegría
cristiana? Que no es simplemente algo que nos acontece. Somos nosotros
los que tenemos que elegirla, y
reiterar esta elección cada día. Es una opción que se basa en el
conocimiento de que pertenecemos a Dios y hemos encontrado en Él nuestro
refugio y nuestra salvación. Nada ni nadie podrá separarnos del amor de
Dios, manifestado en Cristo Jesús. Si, la alegría es fruto de nuestra
elección. Con frecuencia pensamos que la alegría depende de las
circunstancias de la vida, las cuales quedan fuera de nuestro control.
Si fuera así, no sería un don que Dios nos regala. Con el Espíritu Santo en nuestra alma,
nosotros elegimos de qué manera respondemos a las circunstancias. Dos
personas pueden ser victimas de un mismo accidente. Para uno, este se
convierte en fuente de resentimiento; para otro, en fuente de
agradecimiento. ¡Ven, Espíritu Santo, muéstranos a Jesús! Con Él en
nuestro corazón, elegimos amar; elegimos el bien, la bondad, la alegría.
Montse de Javier · Comunidade Caná
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