«Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena».

Necesitamos al Espíritu Santo, Señor. Necesitamos que cumplas de nuevo tu promesa y se haga una realidad en nuestra vida. No queremos conocer al Espíritu solo de oídas, solo porque sabemos que es la Tercera Persona de la Trinidad. Necesitamos una experiencia real de tu Espíritu para que nos guíe a la verdad plena. La verdad de nuestras vidas, la verdad de tu ser Dios.

AthenasInúndame (Espíritu Santo)  https://youtu.be/dmM1YZ-hZrY

Seguimos aquí, Señor, con nuestros brazos levantados a Ti. Todo nuestro ser clama por el Espíritu de la Verdad, el Defensor. Tenemos uno que nos acusa, el Diablo (dia-bolos = calumniador). Él es el acusador de nuestros hermanos, el que nos tienta para que nos juzguemos y nos denigremos. Él nos acusa ante nuestro Dios, día y noche (Ap 12, 10). Es el Padre de la mentira. Nos dice que Dios no nos quiere y que no merecemos el perdón, que no somos dignos de su Amor.

Pero nuestro Padre no nos deja huérfanos. Nos envía el Espíritu Defensor contra estas acusaciones. El Espíritu nos ilumina y nos convence de pecado; no nos hunde en la culpabilidad ni rompe nuestra relación con Dios. Genera compunción, arrepentimiento, deseos de ser santos; pero no fiados en nuestras fuerzas, sino en Él, en su obrar en nosotros. Nos consuela en nuestro caminar. Nos fortalece y anima en nuestros tropiezos y caídas.

¿Qué efectos produce el Espíritu Santo? San Cirilo de Jerusalén dice que es como lluvia de primavera y como agua de mayo. El que agua cae del cielo y despierta las plantas, hace crecer la hierba, salir las hojas de los árboles, brotar las flores y -por último- los frutos. ¡Ven, Santo Espíritu! ¡Deseamos tu Presencia! Tú nos guías a la verdad y nos alientas en nuestras luchas.
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