La
pandemia del coronavirus está cobrándose miles de vidas humanas y
mantiene confinadas en sus casas a cientos de millones de personas en
todo el mundo. El miedo a la muerte es más palpable ahora que nunca. Y
este virus ha puesto de manifiesto la fragilidad del hombre y su finitud, lo que está llevando a muchos en este momento de excepcionalidad a realizarse preguntas que antes tenían.
La muerte siempre está ahí, llegará a todos, pero el coronavirus la ha hecho más visible para todos, también para los más jóvenes. Y por ello es importante estar bien preparados por si llegara y así poder disfrutar con el Señor en el Paraíso.
El padre Ed Broom, oblato de la Virgen María y ordenado sacerdote por San Juan Pablo II,
reconoce que es un tema del que cuesta hablar en este momento, pero que
es necesario y urgente pues muchos seres humanos se juegan su
salvación. Por ello, ofrece en Catholic Exchange 10 sugerencias concretas para ayudar a recibir las numerosas gracias que existen y así morir, cuando toque, en estado de gracia:
“¿Cuánto tiempo realmente perdemos diariamente o cuánto hemos malgastado hasta este momento en nuestras vidas?
Todos los días debemos levantarnos y entregarnos totalmente a Jesús a
través de María y esforzarnos por no negarle nada al Señor, imitando a
Santa Teresa de Lisieux”, explica el padre Broom.
2. Huir del pecado como la peste
El coronavirus está poniendo en jaque al mundo y llevándose numerosas
vidas por delante. El miedo a día de hoy al virus es enorme y esto es
algo comprensible. Pero este sacerdote se pregunta si no se debería
temer incluso algo peor: “¿Qué tal el temor de ofender a Dios a través
del pecado? ¿Qué tal el miedo a perder el alma y morir en pecado
mortal?”. Por ello, recuerda que “ciertamente un virus físico puede
ser catastrófico para el cuerpo. Sin embargo, el pecado es un virus
moral que se come y corrompe la fibra misma de nuestra alma, que tiene un valor infinito y eterno”.
3. Vivir en la presencia de Dios
Santa Teresa de Ávila, doctora de la Iglesia, señaló que una de las
principales razones por las cuales se peca es porque la persona vive
ajeno a la Presencia de Dios. Se olvida que todas las acciones,
pensamientos e incluso intenciones son vistos por Dios como el sol
brillando al mediodía.
4. Rezar más cada día
El padre Broom recomienda esforzarse por rezar un poco más y un poco mejor cada día.
El punto clave es poder llegar a un momento de la vida en el que no se
pueda vivir sin la oración. Es decir, que se convierta en una cuestión
de vida o muerte en nuestra vida espiritual.
Al igual que se necesita aire para los pulmones, la oración lo es para el alma. Qué aire es para los pulmones, así que la oración es para el alma. Una persona sin oración se secará y se sofocará.
En el Evangelio, Jesús afirma que si antes de hacer una ofrenda en el
altar esa persona tiene algo contra su hermano primero tiene que hacer
las paces y sólo entonces podrá realizar la ofrenda. “En otras palabras,
Jesús quiere que al menos nos esforcemos por vivir la misericordia y superar cualquier forma de resentimiento en nuestra vida”,
afirma este sacerdote. Por ello, anima a recordar las palabras del
poeta católico inglés, Alexander Pope: “errar es humano; perdonar es
divino".
6. Nunca desesperarse, sino confiar en la misericordia de Dios
Al llegar al momento de la muerte y en esta estancia terrenal la pregunta que sugiere el padre Broom es: “¿confiamos realmente en la infinita misericordia de Dios?”.
Para ello recuerda las palabras de San Pablo cuando dijo que “donde
abundó el pecado, sobreabundó la gracia”. Igualmente, Santa Faustina
insistía en que “el peor de los pecadores puede ser el más grande de
todos los santos”. Todo depende de la disposición del corazón y de tener
una confianza ilimitada en que la misericordia de Dios es infinita.
7. El don de la iglesia: indulgencia plenaria
La Iglesia Católica tiene un depósito infinito de gracias que pueden recibirse por medio de las indulgencias,
incluida la indulgencia plenaria. Para adquirir una indulgencia
plenaria, los requisitos son los siguientes, teniendo en cuenta las
disposiciones específicas que se dan ahora con el coronavirus y el
confinamiento
-Confesión. Una confesión bien preparada y sacramental. En
caso de no poder optar por la confesión la Santa Sede pide un acto de
contrición y arrepentimiento con la intención de confesar en cuanto sea
posible hacerlo.
- Oración. Si el Rosario más sagrado se recita en la familia o
frente al Santísimo Sacramento, esta es una oración que puede ayudarnos
a adquirir la Indulgencia Plenaria.
- Rezar por el Papa. Después del Rosario, se deben ofrecer oraciones por la intención del Santo Padre: Nuestro Padre, Dios te salve, y Gloria.
- Misa y comunión. De capital importancia es la asistencia a
la Misa, la participación plena, activa y consciente en la Misa, y lo
más importante, la recepción ferviente y amorosa de la Sagrada Comunión:
el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad del Señor Jesús. En este
caso muchas personas tan sólo pueden optar a la comunión espiritual.
- Renunciar y rechazar el pecado en su totalidad.
Si estas cinco condiciones se llevan a cabo con pureza de corazón e
intención, entonces la Indulgencia Plenaria se puede adquirir perdonando
no sólo los pecados sino también el castigo temporal que se acumula.
En Fátima, Nuestra Señora pidió a los niños, Jacinta, Francisco y
Lucía, en cada una de las apariciones que se rezara el Rosario. “Cada vez que rezamos el Rosario nos estamos preparando para una muerte santa y feliz cincuenta veces.
¿Cómo y con qué palabras? Las últimas palabras del Ave María: ‘Ruega
por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén’. ¡Le
rogamos a Nuestra Señora que esté con nosotros en esos últimos y
críticos momentos para que podamos exhalar nuestra alma en las manos de
Dios!”, explica este sacerdote.
9. Recibir los últimos sacramentos antes de la muerte
El padre Broom destaca “la gracia de recibir los tres sacramentos
antes de morir, y el perdón Apostólico. Este es el orden apropiado:
confesión sacramental seguido por la Unción de los enfermos; y
finalmente, la recepción de Viático, la última Comunión antes de su
partida.
Como una ventaja adicional, el sacerdote puede ofrecer el Perdón Apostólico
que consiste en estas breves pero poderosas palabras: “Por los santos
misterios de nuestra redención, que Dios todopoderoso te libere de todos
los castigos en esta vida y en la vida futura. Que te abra las puertas
del paraíso y te dé la bienvenida a la alegría eterna".
10. ¿Qué palabras te gustaría que fueran las últimas en la Tierra?
“He pensado –reflexiona el padre Broom- en esta pregunta con cierta frecuencia y llego a esta conclusión. Quisiera que mi corazón en esos últimos momentos exprese tres sentimientos”. Son las siguientes:
-"Señor Jesucristo, ten piedad de mí, pobre pecador".
- "¡Jesús, confío en ti!"
- "¡Jesús, te amo!"
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