En la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, el arzobispo compostelano, monseñor Julián Barrio, presidió la Misa Crismal que no se pudo celebrar en su día por las consecuencias derivadas de la pandemia del Covid 9 y la imposición del estado de alarma. En una ceremonia celebrada hoy en la Iglesia de Santa María Salomé, únicamente con la presencia del obispo auxiliar, monseñor Jesús Fernández González y de vicarios y arciprestes, el arzobispo bendijo los santos óleos y consagró el Santo Crisma. En su homilía, monseñor Barrio dijo que “Cristo nos quiere presentes en medio de la gente curando los corazones heridos y dando consuelo a los afligidos para cambiar su espíritu abatido”. El arzobispo explicó, además, que “el Espíritu Santo nos ha ungido para ungir a nuestra gente en la ciudad, en la villa o en la aldea, como mediadores con Jesús entre Dios y los hombres, ofreciendo nuestra propia fragilidad con la de todo el pueblo de Dios, para comprender la riqueza de la esperanza a la que hemos sido llamados. La persona ungida está expropiada de sí misma en función de un servicio, poniéndose a disposición de alguien que es mayor que ella”.

Monseñor Barrio comentó, también, que “no permitamos que el activismo atrofie nuestra alma: Ser sacerdote es ser amigo del Señor que nos compromete cada mañana con toda su novedad, pasando por momentos duros como Él: “Mi alma está triste hasta la muerte”. En nuestro desaliento es momento de orar con más intensidad y en adoración silenciosa. “Velad y orad para no caer en tentación, pues el espíritu está pronto pero la carne es débil”. Toda actividad pastoral pierde eficacia si no brota de una profunda e íntima comunión con Cristo”, señaló.

“Ninguén”, añadió el arzobispo compostelano, “está tan preto do seu Señor como quen lle serve. Neste sentido, “servir” significa proximidade, require familiaridade e conleva obediencia. Neste espírito renovamos as promesas sacerdotais coma expresión da nosa vontade de percorrer o camiño da santidade”.

Como se sabe, la Misa Crismal es una ceremonia litúrgica en la que se consagran el Santo Crisma y los Santos Óleos. Con el Santo Crisma consagrado por el Obispo en esta Eucaristía se ungen los recién bautizados, se hace la unción a los que se confirman y se ungen las manos de los presbíteros en su ordenación sacerdotal, la cabeza de los Obispos en su ordenación episcopal y las iglesias y los altares en su dedicación. Por su parte, con el Óleo de los catecúmenos, éstos se preparan y disponen al Bautismo, mientras que con el Óleo de los enfermos, éstos reciben el alivio en su debilidad. La palabra crisma proviene de latín “chrisma”, que significa unción.
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