El santuario de Lourdes está vacío y cerrado. Algo histórico y prácticamente inédito.
Sólo durante un pequeño periodo de tiempo en la II Guerra Mundial y
tres días en 2013 debido a las inundaciones que abnegaron el lugar había
permanecido este importante lugar mariano. Sin embargo, el coronavirus
ha provocado la clausura más larga desde que la Virgen se apareció a
santa Bernardette.
Tal y como recoge Cari Filii News, Nicolas Ventriglia, capellán de los peregrinos de lengua italiana desde 2012, afirma que “verlo ahora así rasga el corazón, pero podemos extraer algunas lecciones de todo esto”. Y
es que el pasado 1 de marzo cerraron las piscinas donde se bañaban los
enfermos “por precaución y hasta nuevo aviso”. Se esperaba que las
peregrinaciones pudieran comenzar en Pascua. Pero la pandemia de
coronavirus, sin embargo, obligó a cerrar todo el santuario el 17 de
marzo para adaptarse a las medidas tomadas por el gobierno francés para
detener los contagios.
La oración no para en Lourdes
En estos momentos, en el lugar solo quedan los capellanes que, según explicó el rector Monseñor Olivier Ribadeau Dumas, aseguran las oraciones y las celebraciones en la Gruta y en la basílica, aunque sea sin fieles.
En una entrevista con Famiglia Cristiana, este oblato que “siempre había visto el santuario repleto de personas: peregrinos, enfermos, jóvenes, ancianos o voluntarios. Siempre como un lugar lleno de vida, alegría y esperanza”.
Pero ahora el padre Ventriglia que “puedo acceder solo a la gruta para celebrar la misa y recitar el Rosario. Viendo el silencio y la falta de peregrinos llevo en mi corazón a María y le presento a las muchas personas que piden oración, alivio en la enfermedad y apoyo en la fe”.
Uno de los aspectos más dolorosos para muchos creyentes es el hecho
de que en un momento en el que el coronavirus está dejando miles de
enfermos, el santuario por excelencia de atención física y espiritual
para estos enfermos esté cerrado.
Un mensaje de Dios en este tiempo
Pese a ello, este capellán cree que se pueden extraer varias lecciones. Explica que “hay un salmo (46) que dice: ‘deteneos y sabed que yo soy Dios’. De
hecho, el hombre contemporáneo ya no sabe cómo detenerse. Solo se
detiene si le detienen. Ahora, sin embargo, una desgracia como es una
epidemia nos ha detenido a casi todos. Nuestros planes han sido
cancelados y no sabemos hasta cuándo”.
Por otro lado, el padre Ventriglia añade que “detenerse significa encontrarse con el presente, el instante para vivir ahora, la verdadera realidad del tiempo y,
por lo tanto, también la verdadera realidad de nosotros mismos, de
nuestra vida. Quizás el Señor quiere que nos detengamos frente a nuestro
ser querido, o frente a la tierna belleza de un bebé dormido, o al
atardecer. Dios nos pide que reconozcamos que su presencia llena todo
nuestro universo, que es lo más importante en nuestra vida y que nada
puede superarlo”.
La intercesión materna de la Virgen
Este confinamiento de cientos de millones de personas y la muerte de tantas personas muestra claramente una cosa: “no somos los dueños absolutos de todo.
Reconocernos criaturas y tomar nota de nuestra frágil condición es un
ejercicio de gran sabiduría tanto humana como espiritual”.
Pese a todo, desde Lourdes afirman que seguirán siendo este pulmón de oración tan necesario para tantos enfermos de coronavirus.
“Durante todo el día, la oración tiene lugar en la Gruta, el corazón
espiritual de Lourdes. Es una cadena de oración que se transmite
continuamente a través de Internet. Además, las misas siempre se
celebran en la cueva aunque sea sin la presencia de los fieles y en
diferentes idiomas. Recibimos mensajes de muchas personas que nos
agradecen esta ofrenda ininterrumpida de oración. Hace muchísimo bien, da alivio y esperanza”, explica el capellán de lengua italiana.
“Confiamos en la intercesión materna de la Virgen”, afirma
este sacerdote, que se muestra convencido de que con “su presencia y su
protección, sabemos que estamos acompañados y apoyados. Lo haremos, es
nuestra fe confirmarlo”.
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