José Romaní estudia para sacerdote en el Seminario Mayor. Está en el tercer curso. Es natural de  Santa Mariña de Esteiro, Muros. Hijo único. Acaba de recibir el Rito de Admisión. Estudió Magisterio anteriormente.

¿Qué opinas del Coronavirus?
Se trata de una crisis de salud, lógicamente. Afecta a todos los niveles y sectores. Aún no se aprecian todas las consecuencias pero serán graves y duraderas. También económicas porque la sociedad ha tenido que parar; y los despidos. Las familias lo padecen con inquietud: por ejemplo, mi padre trabaja en el mar, como autónomo y le afecta duramente. Mi abuela de 90 años, con su enfermedad, está preocupada y yo también. Por eso cuando todo esto empezó y pude elegir volver a casa o quedarme, decidí permanecer en el Seminario. Tengo un tío médico en la familia y me lo recomendó. Temo que el miedo y la fobia social se mantendrá un poco en el tiempo.

¿Te cuesta estar en casa? Por qué?
No demasiado. Seguimos con nuestras rutinas diarias (Misa, Rosario, tiempo de estudio, deporte, etc.) y pendientes de la actualidad. Esta problemática está muy presente en la oración de cada día. Pedimos por los enfermos, sus familias, el personal sanitario… También por los sacerdotes y capellanes, que se arriesgan para poder acompañar a los enfermos y asistirles con los auxilios espirituales.

Como curiosidad, colocamos en un lugar bien visible la imagen de San Roque como intercesor ante Dios para el fin de esta pandemia. Además, permanecemos atentos por si Cáritas nos pide ayuda para el reparto de alimentos, guardando las medidas de higiene. Esta casa acostumbra a recoger alimentos a raíz de eventos benéficos durante todo el año con beneficio a Cáritas, Manos Unidas o la Cocina Económica. Por otra parte, el Seminario ha sido ofrecido por el Rector de esta casa a las autoridades por si se necesita espacio para la recuperación de enfermos con coronavirus en esta emergencia.

No recuerdo haber celebrado nunca en el Seminario Mayor la festividad de san José. Por una parte, agradezco haberla podido celebrar con solemnidad.

Algo que te ayude a sobrellevar mejor la rutina diaria actual.
Para mí la oración es lo primero. Tenemos la gran suerte de tener al Santísimo siempre en la capilla y podemos acompañarle en cualquier momento. Estos días pausados saboreamos mejor la Misa, la comunión, etc. Por otra parte, como sucede ante cualquier otra dificultad, la vivencia de estos días une más a la comunidad. Lejos de nuestra familia, cada uno con sus circunstancias de casa… pero procuramos conversar mucho en el comedor, en el café… y se va sobrellevando. Las clases se han suspendido pero mantenemos ritmo de estudio, lectura, etc. El trabajo nos ayuda a centrar la mente y tratar de aprender alguna lección de todo esto.

¿Qué lección podemos sacar de todo esto?
Vivimos en un mundo muy ajetreado. Con miedo al silencio y a la soledad. Estamos poco tiempo con la familia, corremos mucho. Necesitamos encontrarnos con nosotros mismos. Tener tiempo de pensar y reflexionar y arrepentirnos de egocentrismo. No somos todopoderosos. Ni con miles de científicos. Necesitamos a Dios. Conviene examinar nuestras actitudes y comportamientos. Malgastamos el tiempo y es preciso redescubrir las relaciones familiares. Estábamos acostumbrados a vivir tiempos “fáciles”; a muchas generaciones se nos había dado todo hecho, sin haber tenido que superar grandes dificultades. Y la vida está llena de ellas, para nuestro aprendizaje. No todo es camino de rosas.

Unas palabritas para Dios
“Señor, ten misericordia. Acuérdate de los fallecidos; dales el descanso eterno y consuelo a sus familias. Cuida la salud de los enfermos. Que María esté con ellos. Que tenga misericordia de nosotros. Tú que fuiste médico de enfermos, concédenos salud. Ayuda a los sanitarios, que no se desanimen y a los científicos, que estudian cómo acabar esto. Danos serenidad y paz, para no caer en la histeria. Deja que te acompañemos junto a la Virgen María, por el Via Crucis, camino del Calvario y une este sufrimiento al tuyo para sacar de él salvación.”

Una dedicatoria para alguien
A todos los implicados en colaborar. Por supuesto, destacan los sanitarios, cuyo trabajo comienza con la toma de decisiones y la coordinación, puede resultar extenuante. Devengan muchísimas horas. Mi pariente me cuenta que, con frecuencia, las manos quedan casi sin piel, de tanto lavarlas. Si enferman ellos, la gente queda sin atención adecuada. En un gran hospital hacen todo lo posible por dar soluciones inmediatas.

Un modo de servir a los demás sin salir de casa
Insisto en la parte “contemplativa”. La ayuda material está bien, es necesaria. Pero la oración tiene un sentido capital: une la Iglesia en estos momentos. En la distancia, nos preocupamos los unos por los otros, con independencia de ideología, raza, religión o economía. Se trata de un problema que afecta a todos. La salud es un patrimonio común a defender. Que coincidamos rezando a la misma hora supone algo más que un símbolo a los ojos de Dios: Él nos ve juntos; el alma se va convirtiendo.

Un sueño para el futuro
Que desapareciera el egoísmo en la sociedad de “después”. Que salgamos de esta crisis de salud con el menor número posible de víctimas mortales. También sueño que, Dios mediante, cuando sea sacerdote (con toda la responsabilidad que eso supone), con parroquias a mi cargo, con la gente que me sea encomendada, que reciba del Señor las fuerzas para forjarme y sepa vivir las adversidades. No todo será tan fácil como parece desde Seminario. Que el Espíritu Santo me muestre siempre cómo afrontar las situaciones; cómo acompañar a la gente.
pastoralsantiago.es
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