Dice Santa Maravillas de Jesús a sus hijas carmelitas: “Ha querido le llamen mendigo de amor… La verdad que es para volverse locos que desee esto de sus pobres criaturas… A ver si sus esposas, las que Él ha escogido, se lo dan de verdad, cada día más, cada momento más… ¡Pobre Jesús mío! ¡Que le dejen tan solo… que le amen tan poco!” Tu alma, mi alma, también está desposada espiritualmente con Cristo, nuestro Amado Dios y Señor. Y Jesús mendiga, ¡mendiga!, nuestro amor… Sin grandes aspavientos nos lo pide y sin grandes aspavientos hay que corresponderle. No hace falta más que todo nuestro cariño y ternura en los detalles cotidianos más pequeños pensando que se los hacemos a Jesús: responder sonriendo a ese familiar que a veces me cansa, poner la mesa con delicadeza… Solo una pregunta: ¿le vas a querer?

JésedCristo Rey y Señor   https://youtu.be/GgiLSibuEvo

«Sin figura, sin belleza… Lo vimos sin aspecto atrayente» (Is 52, 2). Muchos pretenderían echar de la historia a esta intrusa de la misericordia, cuyo gesto no viene recogido en el evangelio. Gracias a Dios que existe esta mujer con su pañuelo, pasado furtivamente por un rostro cubierto de sudor, sangre y salivazos. El rostro de Jesús, el Hombre.

ACTUALIDAD
También hoy hay gente de la familia de la Verónica. Son personas que tienen el coraje de realizar un gesto que no resuelve nada… No tienen la pretensión de resolver los problemas globales, sino uno minúsculo: aquel sufrimiento que tienen delante. El amor tiene una lógica en la cual no hay gesto inútil o insignificante. Todo merece la pena cuando se ama.

TÚ, YO, NOSOTROS
Demasiadas discusiones académicas. La insistencia en pensar en «nuestras cosas». La cabeza y la boca en actividad frenética… y el corazón distraído, tardo para entender.

Señor Jesús, dame la fuerza del gesto que «no resuelve nada». El gesto de aquel que sale fuera del propio egoísmo y pone al descubierto su corazón… de carne.
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