Este jueves 26 de marzo el Papa Francisco celebró de nuevo la misa
matinal en la capilla de la Residencia Santa Marta con muy pocos
asistentes. Inició la ceremonia pidiendo al Señor que ayude a vencer el
miedo ante la enfermedad y sus padecimientos.
"En estos días de tanto sufrimiento, hay tanto miedo... ", explicó
al empezar la celebración. "El miedo de los ancianos, que están solos,
en los asilos de ancianos o en los hospitales o en sus casas y no saben
lo que puede pasar. El miedo de los trabajadores sin trabajo fijo
que piensan en cómo alimentar a sus hijos y ven venir el hambre. El
temor de muchos servidores sociales que en este momento ayudan a mandar
adelante la sociedad y pueden contraer la enfermedad. También el miedo -
miedos - de cada uno de nosotros: cada uno sabe cuál es el suyo. Roguemos al Señor para que nos ayude a tener confianza y a tolerar y vencer los miedos".
En su homilía, comentando la primera lectura del libro del Éxodo (Ex
32, 7-14), que relata la historia del becerro de oro, Francisco habló de los ídolos del corazón, ídolos que a menudo ocultamos astutamente, subrayando cómo la idolatría nos hace perderlo todo, nos hace perder los dones mismos del Señor. La idolatría nos lleva a una religiosidad equivocada. Así que el Papa nos pide que hagamos un examen de conciencia para descubrir nuestros ídolos ocultos.
El texto de la homilía, en transcripción de VaticanNews
En la primera lectura está la escena del motín del pueblo. Moisés fue
al Monte para recibir la Ley: Dios se lo dio, en piedra, escrita con su
dedo. Pero el pueblo se aburrió y se aglomeró alrededor de Aarón y le
dijo: "Pero, este Moisés, hace tiempo que no sabemos dónde está, dónde
se ha ido, y estamos sin guía. Haznos un dios para ayudarnos a seguir
adelante". Y Aarón, que más tarde se convirtió en sacerdote de Dios,
pero allí era un sacerdote de la estupidez, de los ídolos, dijo: "Pero
sí, denme todo el oro y la plata que tengao", y lo dieron todo e
hicieron ese becerro de oro.
En el salmo escuchamos el lamento de Dios: “En Horeb se fabricaron un
ternero, adoraron una estatua de metal fundido: así cambiaron su Gloria
por la imagen de un toro que come pasto”. Y aquí, en este
momento, comienza la lectura: “El Señor dijo a Moisés: ‘Baja enseguida,
porque tu pueblo, ése que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido.
Ellos se han apartado rápidamente del camino que Yo les había señalado, y
se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron
delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: ‘Éste es tu Dios,
Israel, el que te hizo salir de Egipto’”. ¡Una verdadera apostasía!
Desde el Dios viviente a la idolatría. No tuvieron paciencia para esperar el regreso de Moisés: querían algo nuevo, querían algo, un espectáculo litúrgico, algo.
Sobre esto quisiera mencionar algunas cosas. En primer lugar, esa
nostalgia idolátrica en el pueblo: en este caso, pensaba en los ídolos
de Egipto, la nostalgia de volver a los ídolos, de volver a lo peor, sin
saber esperar al Dios vivo. Esta nostalgia es una enfermedad, también
nuestra. Uno comienza a caminar con el entusiasmo de ser libre, pero
luego comienzan las quejas: "Pero sí, es un momento difícil, el
desierto, tengo sed, quiero agua, quiero carne... pero en Egipto comíamos cebollas, cosas buenas y aquí no hay...".
Siempre, la idolatría es selectiva: te hace pensar en las cosas buenas
que te da pero no te hace ver las cosas malas. En este caso, ellos
pensaban en cómo estaban en la mesa, con estas comidas tan buenas que
les gustaban tanto, pero olvidaban que ésta era la mesa de la esclavitud. La idolatría es selectiva.
Y otra cosa: la idolatría hace que lo pierdas todo. Aarón, para
hacer un ternero, les pidió: "Dadme oro y plata", pero era el oro y la
plata que el Señor les había dado cuando les dijo: "Pedid oro a los
egipcios en préstamo", y luego se fueron con ellos. Es un regalo del
Señor, y con el don del Señor ellos idolatran. Y eso es muy malo. Pero
este mecanismo también nos sucede a nosotros: cuando tenemos actitudes
que nos llevan a la idolatría, nos apegamos a cosas que nos alejan de
Dios, porque hacemos otro dios y lo hacemos con los dones que el Señor nos ha dado. Con la inteligencia, con la voluntad, con el amor, con el corazón... estos son los dones del Señor que usamos para hacer idolatría.
Sí, algunos de ustedes pueden decirme: "Pero yo no tengo ídolos en
casa. Tengo el Crucifijo, la imagen de Nuestra Señora, que no son
ídolos..." - No, no: en tu corazón. Y la pregunta que deberíamos
hacernos hoy es: ¿cuál es el ídolo que tienes en tu corazón, en mi
corazón? Esa salida escondida donde me siento bien, que me aleja del
Dios vivo. Y también tenemos una actitud muy astuta con la idolatría:
sabemos cómo esconder los ídolos, como hizo Raquel cuando huyó de su
padre y los escondió en la silla del camello y entre sus ropas. Nosotros también, entre nuestras ropas del corazón, hemos escondido muchos ídolos.
La pregunta que me gustaría hacer hoy es: ¿cuál es mi ídolo? Mi ídolo
de la mundanidad... y la idolatría llega también a la piedad, porque querían el becerro de oro no para hacer un circo: no. Para adorar: "Se postraron ante él".
La idolatría te lleva a una religiosidad equivocada, en efecto:
muchas veces la mundanalidad, que es la idolatría, te hace cambiar la
celebración de un sacramento en una fiesta mundana. Un ejemplo: no sé,
pensemos, y en una celebración de boda. No sabes si es un sacramento donde los recién casados realmente dan todo y se aman ante Dios y prometen ser fieles ante Dios y recibir la gracia de Dios, o es una exhibición de modelos, cómo se visten... la mundanidad. Es una idolatría. Este es un ejemplo. Porque la idolatría no se detiene: siempre continúa.
Hoy la pregunta que me gustaría hacer a todos nosotros, a todos :
¿Cuáles son mis ídolos? Cada uno tiene el suyo. ¿Cuáles son mis ídolos?
Donde los escondo. Y que el Señor no nos encuentre, al final de nuestras
vidas, y diga de cada uno de nosotros: "Te has pervertido. Te has
desviado del camino que te había indicado. Te has postrado ante un
ídolo".
Pidamos al Señor la gracia de conocer a nuestros ídolos. Y si no podemos expulsarlos, al menos mantenerlos en la esquina...
***
Finalmente, el Papa concluyó la celebración con la adoración y la
bendición eucarística, invitando a la gente a hacer la comunión
espiritual. Usó esta oración:
Antes de salir de la capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la
antigua antífona mariana Ave Regina Caelorum ("Ave Reina del Cielo").
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