El Papa ha celebrado este viernes la Eucaristía en el Estadio Zimpetu de Maputo ante más de 60.000 fieles. Este ha sido el último acto del Papa en Mozambique antes de proseguir su viaje a Madagascar primero y a Mauricio después.
En su homilía, Francisco volvió a hablar de la paz y la
reconciliación, tema central de su estancia en un país que ha vivido
inmerso en la guerra durante décadas. “Muchos de vosotros todavía
podéis contar en primera persona historias de violencia, odio y
desencuentros; algunos en carne propia, otros de alguien conocido que ya
no está, otros incluso por el miedo de que heridas del pasado se
repitan e intenten borrar el camino recorrido de paz, como en Cabo
Delgado”.
Por ello, recordó que “Jesús no nos invita a un amor abstracto, etéreo o teórico, redactado en escritorios y para discursos.
El camino que nos propone es el que Él recorrió primero, el que lo hizo
amar a los que lo traicionaron y juzgaron injustamente, a los que lo
mataron”.
Aunque admitió que es “difícil hablar de reconciliación cuando las
heridas causadas en tantos años de desencuentro están todavía frescas”
también señaló que “Jesucristo invita a amar y a hacer el bien, que
es mucho más que ignorar al que nos hizo daño o hacer el esfuerzo para
que no se crucen nuestras vidas: es un mandato a una benevolencia activa, desinteresada y extraordinaria con respecto a quienes nos hirieron”.
Es más –añadió Francisco- “también nos pide que los bendigamos y oremos por ellos;
es decir, que nuestro decir sobre ellos sea un bien-decir, generador de
vida y no de muerte, que pronunciemos sus nombres no para el insulto o
la venganza sino para inaugurar un nuevo vínculo para la paz. La vara
que el Maestro nos propone es alta”.
Con esta invitación, Jesús quiere clausurar "el ser cristianos y
vivir bajo la ley del talión. No se puede pensar el futuro, construir
una nación, una sociedad sustentada en la “equidad” de la violencia. No puedo seguir a Jesús si el orden que promuevo y vivo es el “ojo por ojo, diente por diente”.
“Ninguna familia, ningún grupo de vecinos o una etnia, menos un país,
tiene futuro si el motor que los une, convoca y tapa las diferencias es
la venganza y el odio. No podemos ponernos de acuerdo y unirnos para vengarnos,
para hacerle al que fue violento lo mismo que él nos hizo, para
planificar ocasiones de desquite bajo formatos aparentemente legales.
Las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean
nuevos y peores conflictos”, añadió.
Para superar división y la violencia es también necesario –explicó el
Santo Padre- “el compromiso cotidiano de cada uno de nosotros de tener
una medida atenta y activa que nos lleve a tratar a los demás con esa mirada de misericordia y bondad con la que queremos ser tratados”.
Esta es una actitud “de fuertes y no de débiles, una actitud
de hombres y mujeres que descubren que no es necesario maltratar,
denigrar o aplastar para sentirse importantes, sino al contrario”,
agregó Francisco
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