Santos mártires de Kosice
Ni el hambre, ni las máquinas, ni los tormentos del fuego les hicieron abjurar de la fe católica
En Kosice, en los montes Cárpatos, santos mártires Marcos Crisino (Krizevcanin), presbítero de Esztergom, Esteban (István) Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros jesuitas, a quienes ni el hambre, ni las máquinas, ni los tormentos del fuego les hicieron abjurar de la fe católica (1619).
Ni el hambre, ni las máquinas, ni los tormentos del fuego les hicieron abjurar de la fe católica
En Kosice, en los montes Cárpatos, santos mártires Marcos Crisino (Krizevcanin), presbítero de Esztergom, Esteban (István) Pongracz y Melchor Grodziecki, presbíteros jesuitas, a quienes ni el hambre, ni las máquinas, ni los tormentos del fuego les hicieron abjurar de la fe católica (1619).
Fecha de canonización: El papa San Pío X los beatifica en 1905. El
papa Juan Pablo II los canoniza solemnemente en la ciudad de Kosice, el 2
de julio de 1995.
La familia de Melchor Grodziecki es polaca. Melchor nace en Cieszyn en Silesia de Polonia, en el año 1584.
Sus padres tienen buena situación económica. Uno de sus tíos, Juan
Grodziecki, es obispo de Olomouc y Wenceslao, un segundo tío, es
preboste del Capítulo de Brno.
Para la formación secundaria Melchor se inscribe en el Colegio de
Viena, dirigido por la Compañía de Jesús. En los informes del Colegio
aparece como un buen estudiante y distinguido en la piedad.
Se conserva una carta escrita por Melchor a su familia cuando ingresa
a la Congregaci¢n Mariana (hoy Comunidades de Vida cristiana CVX) del
Colegio. “Nunca he sentido mayor felicidad que el día en que logré ser
admitido en la Congregación Mariana”.
A los 19 años de edad, Melchor ingresa a la Compañía de Jesús en el
Noviciado de Brno (ciudad situada hoy en la República Checa). Ese
Noviciado tiene como bienhechores insignes a sus dos tíos, el obispo
Juan y el preboste Wenceslao. Un joven húngaro, István Pongrácz, ha
ingresado el año anterior. Desde el primer día, los dos novicios
jesuitas, son “amigos en el Señor”.
Melchor cursa los estudios de filosofía y de teología en la ciudad de
Praga. En 1614, a los treinta años, recibe la ordenación sacerdotal. En
su larga formación, Melchor es buen alumno, pero manifiesta
preferencia, no tanto por la teología especulativa, sino más bien por la
controversia, por la casuística y la música.
Debido al dominio de las lenguas eslavas, los Superiores lo encargan,
apenas ordenado, del cuidado de los fieles checos que viven en Praga y
los alrededores.
Melchor establece su residencia en la ciudad de Kopa. Desde allí,
visita a las comunidades checas. Hace un buen trabajo, pues domina ambas
lenguas: la checa y la germana.
En su ministerio se ocupa, de una manera especial, de la formación de
los muchachos pobres que son gran mayoría en la población checa.
En 1617, los Superiores lo destinan a hacer la Tercera Probación. Las circunstancias de la guerra no le permiten darle término.
Después del mes de Ejercicios, en diciembre, es enviado al colegio de
Humenné, en Kosice (hoy situada en Eslovaquia), como capellán de los
soldados católicos, polacos y bohemios, mercenarios del gobierno
imperial.
Melchor pronuncia la profesión solemne, o los últimos votos en la Compañía de Jesús, cuando faltan menos de tres meses para su muerte.
En la ciudad de Kosice
En Kosice se dedica principalmente a los soldados de la guarnición.
El gobernador de la ciudad es Andrés Dóczy, un buen soldado y un católico preocupado. Para la atención de los católicos ha insistido ante el Provincial de la Compañía y ha obtenido, al fin, la presencia de Melchor Grodziecki para los habitantes de habla eslava y alemana.
Los calvinistas asedian la ciudad
El día 3 de septiembre de 1619, el comandante Jorge Rakoczy y sus terribles hacdouks llegan a la ciudad.
No es mucho lo que puede hacerse. El ejército calvinista de Rakoczy es muy numeroso y los soldados católicos de Kosice son muy inferiores en número. Rakoczy se sabe vencedor. Exige rendición y la entrega del gobernador Andrés Dóczy. Por lo demás, los consejeros calvinistas de la ciudad se inclinan a entregarla.
En las conversaciones, Rakoczy dice: “que los calvinistas han tomado
las armas y llegado a Kosice, no con intención de hacer daño a los
ciudadanos pacíficos, sino sólo para vengar afrentas”.
Rakoczy, para vencer la resistencia de los consejeros, agrega: “Si
los habitantes no usan la fuerza y entregan al gobernador Andrés Dóczy,
él, Jorge Rakoczy, empeña su palabra de que nadie sufrirá violencia, ni
en su persona ni en sus bienes”.
Estas palabras aseguran la integridad de los tres sacerdotes. Así
piensan los católicos. Por lo demás, la entrega del gobernador no parece
del todo peligrosa, porque su vida podrá ser negociada por el rey. Así
ha sido siempre.
Los consejeros de la ciudad se resignan a pactar. Varios de ellos se
dejan convencer, o fingen hacerlo, ante las palabras del predicador
calvinista Alvinczy. Por lo demás la artillería apunta contra el palacio
de gobierno. Y parece haber, entre los soldados de Dóczy, un conato de
revuelta.
El gobernador es entregado. De inmediato es remitido a Transilvania
ante el príncipe Gabor Bethlen. Desde entonces, Andrés Dóczy desaparece
del escenario de la historia. La creencia general es que pereció
envenenado por los calvinistas.
Una decisión injusta
Consumados los hechos, el predicador calvinista Alvinczy pide al
comandante Rakoczy la muerte de los católicos más importantes. No lo
consigue, pero sí se ve obligado a poner en prisión a los sacerdotes.
Jorge Rakoczy sabe que esta concesión va directamente contra su
palabra empeñada. Pero no se atreve a oponerse al poderoso predicador,
favorito del príncipe Gabor.
Primeramente, los tres sacerdotes quedan confinados en sus habitaciones, con centinelas a la puerta.
El P. István Pongrácz exige que se les haga un juicio. Ante jueces
idóneos, así lo dice, podrá exponer su causa y la de sus compañeros.
Jorge Rakoczy, influenciado por Alvinczy, le hace saber, con sarcasmo,
que muy pronto quedará determinado lo que se hará con él y sus amigos.
Durante tres días no les dan de comer ni de beber. Cuando ellos
solicitan un poco de alimento, los guardias, por burlas a la religión
católica, les ofrecen carne. Es un día viernes, día de abstinencia para
los católicos.
Los tres sacerdotes saben muy bien que, en la extrema necesidad en
que se encuentran, el precepto no los obliga. Pero también se dan cuenta
de que si aceptan comer carne, eso puede ser ocasión de escándalo y
será presentado como una prueba de haber abandonado la fe romana. De
común acuerdo, deciden rechazar el alimento.
Un ofrecimiento a Krizevcanin
Un enviado de Jorge Rakoczy se presenta ante Marcos y le ofrece en
propiedad el beneficio eclesiástico de la Abadía de Széplak, el mismo
que él ha administrado para el Cabildo de la diócesis de Esztergon.
La única condición que se impone es la de aceptar las doctrinas de Calvino. Marcos no tiene que hacer grandes demostraciones: Sólo basta su palabra que debe dar al subalterno de Alvinczy allí presente.
El P. István Póngracz se indigna al escuchar la oferta. Se encara
ante el mensajero y le dice: “Parece que el comandante quiere hacer el
papel del demonio, porque busca alejar de Jesucristo a sus fieles.
Dígale Ud. que puede ahorrarse el trabajo de inducirnos a dejar la fe
católica. Está perdiendo el tiempo inútilmente”.
El mismo Krizevcanin toma entonces la palabra. “Déjeme, Padre,
responder por mí mismo y enviar con este enviado un mensaje al
comandante. Diga Ud. a su general que él se ha adueñado contra todo
derecho de un beneficio que no le pertenece y que es propiedad del
Capítulo de Esztergon. Al general Rakoczy no le asiste ningún derecho
para regalar lo que no es suyo. Dígale que podría haberse ahorrado sus
ofrecimientos, porque yo no vendo mi fe. Si quiere matarme, puede
hacerlo, porque yo estoy dispuesto a dar la vida por la fe católica”
Rakoczy se enfurece. Ordena a los guardias quitar al P. István las
llaves de la capilla. Destrozan casi todo y se roban el resto. Todo esto
con las enérgicas protestas de los tres sacerdotes.
El día 6 de septiembre, por la tarde, Jorge Rakoczy hace saber al
canónigo Marcos Krizevcanin que es posible obtener su libertad si se
aviene a cancelar una fuerte suma como rescate.
Marcos acepta, pero pone como condición que el rescate se extienda
también a sus dos amigos jesuitas. El se las arreglar para conseguir el
dinero que se le pida. Rakoczy rechaza la condición. El beneficio es
exclusivo para el canónigo. Si no lo acepta, morirá con los jesuitas.
István pregunta: ¿Por qué nos van a matar?
“Porque Uds. son católicos papistas”, es la respuesta.
“Porque Uds. son católicos papistas”, es la respuesta.
István contesta por los tres: “Si ése es nuestro delito, moriremos por la fe”.
Marcos Krizevcanin se recoge en oración y hace un discernimiento
heroico. Es el discernimiento m s importante de su vida. Rechaza la
libertad y se une a la suerte de los jesuitas.
Miguel Szégedz, el jefe de ese grupo calvinista que ha traído el
ofrecimiento de Rakoczy, se enfurece: “Ahora mismo Uds. van a morir. O
confiesan la fe calvinista o se acaba todo”
Los tres sacerdotes toman entonces conciencia de que ha llegado el momento de ofrecer la vida.
István grita por los tres: “Nadie podrá quitarnos del corazón ni de la boca la fe católica”.
Y se adelanta, con paso firme y la cabeza erguida, ante Miguel Szégedz quien tiene la espada desenvainada.
Pero los poderes de Szégedz no llegan a tanto. Da media vuelta y se aleja con amenazas.
El canónigo y los dos jesuitas se miran y se dan cuentan que la situación parece no tener vuelta. Se confiesan entre sí y se preparan.
El martirio del canónigo
El martirio de Marcos es también muy duro. Primero lo golpean con
palos y con las espadas. No cesan de decirle que debe pasarse al
calvinismo.
En un momento los verdugos parecen calmarse. Le dirigen palabras de
compasión y hasta en un tono suave. Le piden que se pase al partido que
defiende la libertad de su patria en contra de los Habsburgos que son
católicos.
“Dios me libre de ser enemigo de los que trabajan por la libertad de mi patria”, balbucea a duras penas el canónigo.
István lo escucha desde su taburete y siente miedo. Entonces saca fuerza y grita:
“Marcos, no te pases al bando de los calvinistas. No reniegues de nuestra fe”
El canónigo contesta con toda la voz de que es capaz:
“István, no tengas miedo. Jamás traicionaré la fe. Prefiero morir.
Solamente estoy declarando que amo a mi patria y quiero estar con todos
los que la aman, pero yo soy católico”.
Furiosos los esbirros, lo queman con las antorchas y le cortan la
cabeza. Así muere Marcos, con la fe y la patria en el corazón y en los
labios.
Al amanecer los tres cuerpos son arrojados a un pozo. Los verdugos no se dan cuenta de que István todavía respira.
En la cloaca, István Póngracz vive todavía veinte horas. Sólo dice: “Jesús, María, Jesús, María”.
El sacristán de la capilla, Miguel Eperjéssy, que se ha acercado a
mirar, lo escucha. István, desde el pozo, le suplica avisar al senador
Hoffman, católico, para que envíe gente a sacarlo de la cloaca. Miguel
le responde que el senador también ha sido muerto por los calvinistas.
István contesta: “Que se haga entonces la voluntad de Dios”. Poco
después muere.
La glorificación
El príncipe calvinista Gabor Bethlen prohibe escuchar las peticiones,
protestantes y católicas, en orden a permitir una honra para los tres
mártires. La población de Kosice ve en esto una injusticia.
A los seis meses la condesa Katalin Palffy obtiene una sepultura
digna. Sus restos están ahora en la iglesia de las Ursulinas, en Trnava.
El cardenal Peter Pazmany, que había nombrado al joven Krizevcanin
canónigo de Esztergon, pide, pocos años después, al papa Urbano VIII el
permiso del culto público.
El papa San Pío X los beatifica en 1905. El papa Juan Pablo II los
canoniza solemnemente en la ciudad de Kosice, el 2 de julio de 1995.
Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org
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