Santa Margarita Bourgeoys
Fundó la primera congregación femenina sin clausura
La llegada de la fe a América tiene en esta sencilla mujer a una de sus más grandes apóstoles. En una época en donde no se concebía religiosas que vivieran fuera de la clausura de los conventos, Margarita, animada por la certeza del llamado de Dios, fundó en Canadá la primera Congregación Femenina sin clausura de la historia de la Iglesia.
Margarita nació en Troyes, Francia en 1620. A los veinte años era una joven muy comprometida con su fe, al punto que se esperaba que entrara pronto en alguno de los conventos de la ciudad. Por razones que desconocemos Margarita fue rechazada por la carmelitas y después por las clarisas. Un sacerdote, el P. Gendret, tenía la idea de formar una congregación de religiosas sin clausura y al ver que Margarita había sido rechazada por dos conventos, interpretó como un signo de Dios esta situación y le invitó a hacerse cargo de su proyecto. Pero la fundación fue todo un fracaso. Dios salió a su encuentro en este momento de frustración y le concedió una visión del Niño Jesús que la consoló.
Fundó la primera congregación femenina sin clausura
La llegada de la fe a América tiene en esta sencilla mujer a una de sus más grandes apóstoles. En una época en donde no se concebía religiosas que vivieran fuera de la clausura de los conventos, Margarita, animada por la certeza del llamado de Dios, fundó en Canadá la primera Congregación Femenina sin clausura de la historia de la Iglesia.
Margarita nació en Troyes, Francia en 1620. A los veinte años era una joven muy comprometida con su fe, al punto que se esperaba que entrara pronto en alguno de los conventos de la ciudad. Por razones que desconocemos Margarita fue rechazada por la carmelitas y después por las clarisas. Un sacerdote, el P. Gendret, tenía la idea de formar una congregación de religiosas sin clausura y al ver que Margarita había sido rechazada por dos conventos, interpretó como un signo de Dios esta situación y le invitó a hacerse cargo de su proyecto. Pero la fundación fue todo un fracaso. Dios salió a su encuentro en este momento de frustración y le concedió una visión del Niño Jesús que la consoló.
Francia había iniciado la difícil colonización del actual Canadá, en donde tuvieron que enfrentarse por muchos años a los indomables iroqueses y otras tribus guerreras. En 1652, Margarita se entera de que el gobernador de Montreal estaba buscando una maestra de escuela para su pequeña colonia, y ella interpretó esto como un signo de Dios, embarcándose rumbo a esta joven colonia americana para servir como maestra.
La colonia era un fuerte en el que habitaban unas dos mil personas en situación precaria y eventualmente llegaba un jesuita a celebrar los Sacramentos. En 1657 inauguró la primera escuela de Montreal, que poco a poco va recibiendo más alumnos. Como ya no podía darse abasto y le preocupara también la educación de los niños indígenas, regresa a Francia por ayuda. Un año más tarde retorna con cuatro jóvenes y comienza a pensar en fundar una nueva congregación religiosa que recibe el aliento del Rey de Francia, al que visita en un nuevo viaje en busca de más jóvenes que quisieran vivir su llamado.
Pero suceden algunas dificultades que parecían vislumbrar un nuevo fracaso en su vida. La joven comunidad para por pobreza e incomprensiones. En 1676, el primer obispo de Quebec, Mons. Laval, quiere orientar a la nueva comunidad según sus ideas; para colmo de males, en 1683, el convento se incendia y dos hermanas mueren carbonizadas, entre ellas su sobrina. El nuevo obispo decide deshacer la comunidad e integrarla a las ursulinas que vivían en claustro. Margarita lucha y reza para que se manifieste la voluntad de Dios y finalmente, en 1698, las veinticuatro primeras hermanas pudieron hacer la profesión de votos simples, en la nueva Congregación.
Había fundado la primera escuela para indios en 1676. En 1679, había ya dos jóvenes iroquesas en la congregación. En 1685, fueron invitadas a Quebec, y allí fundaron la segunda de las más de de doscientas casas que tendrán más tarde. Solía decír: "Quiero a toda costa, no sólo amar a mis prójimos, sino hacerme amar de ellos".
A los setenta y tres años, su salud y sus fuerzas empezaron a debilitarse. El último día del año 1669, la fundadora ofreció su vida para salvar la de la maestra de novicias que estaba gravemente enferma. Dios acogió su oración y la llamó a su presencia el 12 de enero de 1700. Juan Pablo II la canonizó el 31 de octubre de 1982.
Artículo publicado originalmente por Prelatura de Ayaviri
La colonia era un fuerte en el que habitaban unas dos mil personas en situación precaria y eventualmente llegaba un jesuita a celebrar los Sacramentos. En 1657 inauguró la primera escuela de Montreal, que poco a poco va recibiendo más alumnos. Como ya no podía darse abasto y le preocupara también la educación de los niños indígenas, regresa a Francia por ayuda. Un año más tarde retorna con cuatro jóvenes y comienza a pensar en fundar una nueva congregación religiosa que recibe el aliento del Rey de Francia, al que visita en un nuevo viaje en busca de más jóvenes que quisieran vivir su llamado.
Pero suceden algunas dificultades que parecían vislumbrar un nuevo fracaso en su vida. La joven comunidad para por pobreza e incomprensiones. En 1676, el primer obispo de Quebec, Mons. Laval, quiere orientar a la nueva comunidad según sus ideas; para colmo de males, en 1683, el convento se incendia y dos hermanas mueren carbonizadas, entre ellas su sobrina. El nuevo obispo decide deshacer la comunidad e integrarla a las ursulinas que vivían en claustro. Margarita lucha y reza para que se manifieste la voluntad de Dios y finalmente, en 1698, las veinticuatro primeras hermanas pudieron hacer la profesión de votos simples, en la nueva Congregación.
Había fundado la primera escuela para indios en 1676. En 1679, había ya dos jóvenes iroquesas en la congregación. En 1685, fueron invitadas a Quebec, y allí fundaron la segunda de las más de de doscientas casas que tendrán más tarde. Solía decír: "Quiero a toda costa, no sólo amar a mis prójimos, sino hacerme amar de ellos".
A los setenta y tres años, su salud y sus fuerzas empezaron a debilitarse. El último día del año 1669, la fundadora ofreció su vida para salvar la de la maestra de novicias que estaba gravemente enferma. Dios acogió su oración y la llamó a su presencia el 12 de enero de 1700. Juan Pablo II la canonizó el 31 de octubre de 1982.
Artículo publicado originalmente por Prelatura de Ayaviri
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