A poco de abandonar la isla de Creta, se desencadenó un fuerte temporal, de modo que la nave no podía hacer frente al viento, e iba a la deriva. Intentaron protegerse, merced a un islote llamado Clauda, y al fin pudieron adueñarse de la embarcación, aunque, por miedo a ir contra la Sirte, prefirieron arrear cuerda y dejarse ir a la deriva. No les quedó otro remedio que soltar lastre. Así estuvieron varios días, tiempo en que ni el sol ni las estrellas se dejaban ver.

Por supuesto, todos los que se encontraban a bordo llevaban varios días sin probar bocado, y su esperanza de salvación era mínima. Pablo les recordó la sugerencia que les hizo, cuando les recomendaba no salir de Creta, para ahorrarse situaciones límites como aquella en la que se encontraban. De todos modos, se atrevió a pronosticar que, aunque hubiera pérdidas en el material de la nave, no iba a haber muertes entre los que allí se hallaban. Se basaba Pablo en una revelación de un ángel de Dios, que le había dicho que Dios le había concedido la gracia de preservar a cuantos navegaban con él. Por ello animaba a todos a tener buen ánimo, apoyado en la fe que Pablo tenía en Dios. Y añadía: iremos a dar a una isla.

Después de catorce noches navegando sin rumbo por el Adriático, después de hacer algunos sondeos y vieron que cada vez había menos profundidad. Se alegraron, aunque al mismo tiempo tenían miedo de ir contra algún escollo. Pablo le aconsejó a la tripulación que bajaran en los salvavidas, mientras ellos quedaban en la nave. Pablo exhortó a todos a tomar alimento, pues llevaban catorce días sin comer.
José Fernández Lago
pastoralsantiago.es
Foto: Miguel Castaño
Secciones: ,

    Web oficial de San Juan de Ávila

    Sobre San Juan de Ávila