Don Salvador Domato nació en Caldas de Reis. Es canónigo de la Catedral de Santiago y director del Archivo Histórico Diocesano. Ha desempeñado diversas tareas en la diócesis, entre ellas la preparación de la JMJ de 1989 y la visita de Benedicto XVI a Santiago en 2010. Es párroco de la Corticela.

-¿Qué opina del Coronavirus?
La opinión viene obviamente condicionada porque di positivo en el test del virus y ello obliga a estar en cuarentena absoluta. Desde esta perspectiva, qué opinión voy a tener del coronavirus: pues que es un “desgraciado” y que, se me perdone, nos ha trastocado la vida; ha puesto patas arriba nuestras seguridades tan soberbias con frecuencia y nos está ayudando a relativizarnos. Es un horror cuanto está pasando, con tanto dolor, tanta inquietud y tanta perplejidad.

-¿Le cuesta estar en casa? Por qué?
No especialmente. Uno está acostumbrado a estar solo y, por otra parte, soy un privilegiado porque vivo en un hermoso lugar en el centro histórico de Santiago y veo desde la ventana el perfil artístico de la ciudad y en la lejanía las suaves colinas; en la noche los puntos de luz de las poblaciones lejanas me acercan a tantos hermanos que allí están.

 -Algo que le ayude a sobrellevar mejor la rutina diaria actual.
La verdad es que lo sobrellevo a medias; me cansan los días tan largos y, si bien es cierto que tengo tiempo para muchas cosas, la primera rezar con calma, uno no se acostumbra a las tardes eternas a pesar de que por casa siempre hay algún “paño” que pasar, algo que limpiar; bastante música para escuchar, libros para leer… y tiempo para pensar. Cuando se tiene una vida ya larga, pensar puede ser un buen ejercicio para escarbar desde la humildad  en las palabras de Jesús “somos unos pobres siervos, hacemos lo que tenemos que hacer”.

-Unas palabritas para Dios…
Pide ahora el cuestionario una palabrita para Dios. Dos palabras me atrevería a decirle: compasión y misericordia. De ambas estoy ciegamente cierto que nos da en abundancia con todo su amor

 -Una dedicatoria para alguien
A la hora de una dedicatoria: a alguien en general, lo haría al personal de la Sanidad, sacrificados hasta extenuarse; les dedicaría una gratitud sin límites, concretada si se me permite en el personal del SERGAS, que en el proceso de mi infección vírica me tratan con mucho afecto y cordialidad. Sus llamadas me alegran el día. Naturalmente, no quiero olvidar al personal de Seguridad y a los miembros  de las Fuerzas Armadas y a tantas buenas personas que tanto se desviven por los demás.

 -Un modo de servir a los demás sin salir de casa
Hay mucho que rezar y mucho que hablar con Dios. ¿Qué mejor servicio puede hacer un sacerdote por sus hermanos en este ya largo encierro?

 -Un sueño para el futuro
¿Qué sueño para el futuro?: que podamos volver a la vida ordinaria, con el talante nuevo que la gran tragedia que vivimos con la pandemia nos haya hecho ver. Somos tan débiles…
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