Tras más de un mes de confinamiento obligatorio, más las semanas que aún quedan por delante, millones de españoles han ido viviendo esta situación de diferente manera y con ánimos cambiantes. Momentos buenos de familia, pero también en los que gana el desánimo, momentos de creatividad con otros de gran monotonía, momentos de esperanza y otros de angustia...

Para muchos no está siendo fácil sobrellevar este tiempo pues en los primeros días el confinamiento podía ser más llevadero pero ya se les está haciendo demasiado largo,  pudiendo ser mucho más duro además si en la familia o el entorno hay casos de enfermedad o muerte.

En este punto concreto del confinamiento, ¿qué pueden ofrecer los que ya tienen una amplia experiencia de vivir sin salir? Un joven novicio de los benedictinos del monasterio de Leyre (Navarra) ofrece desde su propia experiencia algunos consejos. Con tan sólo 23 años y tras haberse graduado en Enfermería, fray Iñigo María, vive ya una vida religiosa en la clausura del monasterio, pero tiene todavía muy reciente su vida extramuros por lo que su testimonio supone un enlace muy válido para hablar de esta situación.

leyreEn declaraciones al diario El Correo, este joven novicio benedictino ofrece algunos datos de su día a día que pueden servir a personas que están pasándolo mal por el confinamiento. Y los resume básicamente en tres puntos que recoge Arguments: orden y horario; cuidar la convivencia; y valorar las pequeñas cosas.

1. Orden y un horario para vencer la rutina
Este joven novicio recuerda que “un día ordenado es vital para que no nos coma la rutina”. Fray Iñigo señala que “la gente de la calle, como el monje nada más llegar al monasterio, no está acostumbrada a parar, a salir de la espiral de ocupaciones y preocupaciones que tiene el día a día”.

Este pamplonés afirma que “pasar de la sensación de que el tiempo se escapa de las manos a aquella en que parece que el reloj se ha parado puede ser muy estresante”.  Y para ayudar considera que “es importante levantarse a la misma hora, seguir un patrón fijo con las comidas…”.

2. Cuidar la convivencia, pedir perdón y también ser agradecidos
Fray Iñigo señala que “ahora la gente tiene más tiempo que antes para pasarlo con la familia y esto puede asustar un poco al principio. Convivir más hace que surjan más discusiones y, como pedir perdón nos cuesta, todo se vuelve más incómodo. La ‘Regla’ (de San Benito) nos recomienda ‘reconciliarse antes del anochecer con quien se haya discutido’”.

Esto –agrega este joven- “puede ayudarnos a pedir perdón el experimentar, sin ser perfectos y fallando, que nos van a seguir queriendo. Aún podríamos añadir dos herramientas más: aprender a ser agradecidos y tener paciencia con los fallos de los demás”.

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3. Aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida
Este novicio entiende perfectamente lo que están pasando millones de personas en sus hogares puesto que hasta no hace mucho él vivía al otro lado de los muros del monasterio de Leyre. “Nos pasamos la vida soñando con hacer aquello que tanto nos gustaría si tuviésemos tiempo… ¡Ahora lo tenemos! Hay que aprovecharlo para hablar con aita (papá) y ama (mamá), con los hijos, con la pareja… Puede ser el momento perfecto para recuperar esa intimidad que la rutina ha podido hacer desaparecer”, agrega.
Además, fray Iñigo María añade que “tenemos que aprender otra vez a divertirnos de verdad, volver a ser como niños. Estos días son perfectos para aprender a valorar las pequeñas cosas de la vida que hacen que todo sea grande: la familia, el amor, la amistad… Dejemos una parte importante de nuestro tiempo para cuidar a los demás, para preocuparnos por ellos: esto es lo que nos hará redescubrir que no somos hormigas en medio del mundo, sino personas, que somos amadas y podemos amar”.

Aunque la vida dentro del monasterio les hace vivir a margen del día a día de la gente, la realidad es que ellos también están experimentando las consecuencias de la pandemia. “Ahora hacemos el oficio divino y la misa sin fieles. La gente ya no puede acercarse a rezar con nosotros, ni tampoco a visitar nuestra iglesia románica y el monasterio del siglo XI. El Jueves y Viernes Santo la iglesia se llenaba, algunas personas llevaban décadas viviendo con nosotros los días más importantes del año para un cristiano. Se les ha echado de menos”.

Y por último, como enfermero de formación, este novicio benedictino quiso recordar y rezar por quienes “están al pie del cañón, demostrando que vale la pena luchar para que el bien reine en este mundo”.
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