En la homilía de la misa de este sábado en la Casa Santa Marta, Francisco explicó cómo actúa la tentación en el alma, a instancias del demonio, empezando por una sugerencia para terminar con la justificación del pecado.

Su predicación comentaba así los pasajes evangélicos que muestran el rencor de los doctores de la ley ante Juan Bautista primero y Jesucristo después, quien "empezó a hacer señales, milagros",  y "a hablarle a la gente y la gente lo entendía, lo seguía, y no siempre observaba la ley, y esto los inquietaba mucho". Entonces se dirigieron a Jesús para "ponerlo a prueba", pero "siempre el Señor tenía una respuesta clara que a ellos, los doctores de la ley, no se les había ocurrido". Hasta que, tras murmurar contra él, se conjuraron para matarlo. Pero no fue una decisión repentina: "Fue un proceso, un proceso que comenzó con pequeñas inquietudes en tiempos de Juan el Bautista y luego terminó en esta sesión de los doctores de la ley y los sacerdotes".

"Este modo de proceder de los doctores de la ley", extrajo Francisco como conclusión, "es precisamente una figura de cómo actúa la tentación en nosotros, porque detrás de ella estaba obviamente el diablo que quería destruir a Jesús y la tentación en nosotros generalmente actúa así: comienza con poco, con un deseo, una idea, crece, contagia a otros y, al final se justifica. Estos son los tres pasos de la tentación del diablo en nosotros".

El Papa insistió en la necesidad de cortar la tentación antes de que se apodere de nosotros: "Cuando somos vencidos por la tentación, terminamos tranquilos, porque hemos encontrado una justificación para este pecado, para esta actitud pecaminosa, para esta vida que no está de acuerdo con la ley de Dios". Y sugirió adquirir "el hábito de ver este proceso de tentación en nosotros", un proceso "que hace cambiar nuestros corazones del bien al mal".

"Es difícil que las tentaciones nos lleguen de golpe", añadió, porque "el diablo es astuto... y sabe cómo tomar este camino, lo tomó para llegar a la condena de Jesús". Por eso, cuando pequemos, cuanto antes hay que "ir y pedir perdón al Señor", pero "lo primero que debemos hacer" después es plantearnos algunas preguntas: "¿Cómo llegué a caer? ¿Cómo comenzó este proceso en mi alma? ¿Cómo creció? ¿A quién he contagiado? ¿Y cómo al final me he justificado para caer?”
"No lo olvidemos nunca", concluyó el Papa: "Siempre, detrás de un pecado, detrás de una caída, hay una tentación que empezó pequeña, que ha crecido, que ha contagiado y al final encuentro una justificación para caer".
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