Con el lema de la jornada mundial del enfermo del pasado 11 de
febrero podríamos resumir la labor de los capellanes, ahora y siempre,
en los hospitales.
Pero más que nunca, en esta época de pandemia, nuestra presencia es
necesaria, tanto para los enfermos, como para las familias o los propios
sanitarios.
Los enfermos necesitan acompañamiento humano y espiritual en un
momento en el que las visitas están restringidas y muchos viven alejados
de sus familias su enfermedad.
Las familias preocupadas por toda esta situación nueva que nos toca vivir y sus miedos.
Y los sanitarios preocupados y agobiados por esta nueva situación, no
sólo en su ámbito de trabajo sino también en todo los ámbitos de
nuestra vida.
En cuanto a la vida de un capellán de hospital un día normal poco ha
cambiado. Acudimos como siempre a cualquier llamada que nos realizan,
ataviados con guantes, mascarillas y un epi si hiciera falta. Aunque
ahora camina por un hospital con los pasillos prácticamente
deshabitados, únicamente poblados por el personal de la casa.
En la capilla no hay misa, pero siempre está abierta y allí pueden
encontrar un lugar de paz y esperanza en este momento de intranquilidad.
Estas palabras del Papa Francisco el 17 de marzo nos pueden ayudar a
encontrar la fuerza necesaria para afrontar este momento histórico que
nos toca vivir:
“Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza,
cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres,
madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con
gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis
readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas
personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos. La oración y
el servicio silencioso son nuestras armas vencedoras”.
Josecho López Moldes
Capellán del CHOP
Capellán del CHOP
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