Hoy celebramos el V Domingo de Cuaresma… la resurrección de
Lázaro, uno de los amigos de Jesús. Me encanta este versículo del
evangelio: “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro” (es el versículo 5, pero te aconsejo que ores con todo el texto en Juan 11, 1-45).
¿Qué bonito, verdad? Yo no sé vosotros, pero yo también me siento, por
pura Misericordia, del grupo de los amigos de Jesús y tengo la certeza
de que esta frase también es para mí. Así que hoy, Domingo, me uno a la
alabanza de toda la Iglesia que celebra el don del Amor de Dios por toda
la eternidad por su Resurrección. ¡Ni puedo ni quiero dejar de cantar,
gritar y alabar tu nombre, Señor! ¿Te unes conmigo a la alabanza de toda
la Iglesia?
Jon Carlo – No puedo parar https://youtu.be/QrNb8SIIznE
+ «Jesús carga con la cruz» +
Ningún sufrimiento es extraño a aquella cruz. Por eso es tan pesada la cruz de Cristo. “¡Ahí tenéis al hombre!”.
Ahí está el hombre que carga sobre sí el sufrimiento de todos nosotros,
sus hermanos. La cruz es el signo, el sacramento del sufrimiento de los
hombres que Dios acepta, que Dios pone sobre sus espaldas. La cruz es
el choque tremendo del dolor humano que va a estrellarse sobre el
corazón de Dios. Cristo toma también, en este momento, tu sufrimiento. Y
ahora camina tambaleándose. “¡Ahí tenéis al hombre!”
ACTUALIDAD
Todos los hombres sobre los que cae, de improviso, la cruz. Lo que no
esperabas. Aquella noticia que viene a echar por tierra tus sueños, tus
proyectos; a devastar tus aspiraciones. Una desgracia fulminante. La
pérdida de un miembro de la familia, de un amigo. Un hijo arrestado que
aparece con su nombre y fotografía en los periódicos. La espera de un
diagnóstico que me llena de miedos. Un peso que me encoje el alma…
TÚ, YO, NOSOTROS
Las lamentaciones y quejas por lo que no me gusta, por los
contratiempos de la vida. La dramatización de un pequeño incidente, una
incomprensión, un contratiempo. La incapacidad de sufrir en silencio. La
obstinación por hacer valer mis razones en cuestiones banales. La
negativa a aceptar una humillación, un trato que no merecía.
Señor Jesús, te lo pido, no te preocupes de mis lamentos. No tomes en serio mis exageraciones. Cada cruz rechazada es un peso que cae sobre tus espaldas. Convénceme de que no es posible seguirte hasta el Calvario como un turista, con las espaldas libres. Sin peso, me quedo irremediablemente parado, clavado en mi mediocridad. Contigo sólo se puede caminar agarrado firmemente a aquel tosco madero, que nunca es atrayente.
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