Os tengo muy presentes en medio de esta incertidumbre que vivimos,
siendo necesario asomarnos a la ventana de la esperanza para acoger la
voluntad de Dios que siempre es lo mejor aunque a veces humanamente no
lo entendamos. Él no está ausente y sigue actuando con su Providencia
por caminos que posiblemente no son los que nosotros pretenderíamos.
Sabe cuándo hacerse presente y cuándo dar la impresión de que se retira
para que no nos adhiramos a Él desde nuestros planes interesados. Es
bueno recordar de dónde venimos. El libro del Génesis nos dice que hemos
sido modelados del polvo del suelo y del soplo del Señor (cf. Gen 2,7):
si nos cerramos al espíritu sólo quedará la oscuridad de la tierra sin
forma. ¡Volvamos a Dios y revivirá nuestro corazón! Dice el papa
Francisco: “Hay que temer una fe que se cree completa… Las ideologías
crecen cuando uno cree que tiene la fe completa”. La confianza está en
que al final el Señor realizará siempre el milagro como lo hizo en la
multiplicación delos panes, en la curación del hijo del funcionario real
en Cafarnaún, en la tempestad calmada o en tantas otras situaciones.
También esta dura realidad que estamos afrontando, está dando lugar a
entrar dentro de nosotros mismos y ver dónde nos encontramos, generando
de una manera imprevista el volver a Dios de quienes después de haber
hecho lo que humana y científicamente estaba en sus manos, han
comprobado que lo necesitaban y ahora comienzan a hacerse preguntas
cuando disponen de un tiempo libre en medio del trabajo de salvar vidas,
según el testimonio de un médico italiano. Algunos que no querían dar
espacio a Dios en la ciencia, hoy se confiesan creyentes, orientados por
la Palabra de Dios y el testimonio de personas convencidas de que
perder la vida por los demás es ganarla. Percibimos nuestra desnudez en
la pretensión de ser como Dios en el conocimiento del bien y el mal, y
de salvarnos confiando en nuestras fuerzas sin darnos cuenta que la
salvación viene de Dios, siendo Cristo quien ha asumido la obra de
expiación, nos amó y se entregó por nosotros (Gal 2,20). No es bueno
escondernos de Dios que siempre viene a nuestro encuentro en medio de
nuestros agobios y nos lleva grabados en la palma de sus manos (Is
49,16).
“En este quedarnos en casa” para cuidar la propia salud y la de los
demás, estoy seguro que estáis echando en falta algo que hasta ahora
teníais, como así me lo habéis manifestado no pocos: la celebración
comunitaria de la Eucaristía en unas parroquias y comunidades llamadas a
cuidar religiosa y espiritualmente a los que viven y acompañar a los
que mueren. Nuestra preocupación no debe ser tanto lo que no podemos
hacer cuanto fijarnos en lo que podemos hacer. Es momento para
redescubrir el hogar como iglesia doméstica en la que rezar juntos, leer
la Palabra de Dios, hacer la catequesis familiar, hablar con sosiego y
mostrar que somos capaces de ternura, una actitud que se desea siempre y
que se obtiene algunas veces. Soy sabedor de los problemas que
internamente afectan a algunas familias, pero os digo que también desde
una vida con problemas y dificultades podemos llegar a la fe y vivir
el encuentro con Dios. Tal vez el Señor nos sitúe en la oscuridad para
que podamos apreciar lo que es la luz. Están siendo días convulsos
porque no nos faltan zozobras que nublan nuestro horizonte.
Es el momento de acompañar y sentirse acompañado. Las epidemias no
están hechas a la medida del hombre, por lo tanto el hombre a veces las
considera irreales, un mal sueño que tiene que pasar. Nos cogen siempre
desprevenidos. Rezo con vosotros y por vosotros. Con el apóstol Pablo os
digo: “Que la esperanza os tenga alegres, manteneos firmes en la
tribulación, sed asiduos en la oración, compartid las necesidades” (Rom
12,12). ¡Que el Apóstol Santiago reanime nuestra esperanza! Os
encomiendo a nuestra Señora de la Salud.
Con mi afecto y bendición en el Señor.
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela.
Arzobispo de Santiago de Compostela.