Entramos en la última semana de Cuaresma. Y a lo mejor ni nos hemos
enterado. Seguimos dormidos, más pendientes de lo que nos rodea que de
descubrir a Dios en eso que nos rodea. Hoy te invito (y me invito) a
hacernos conscientes de esa presencia de Dios en cada persona y en cada
acontecimiento que nos rodea. A abrirle la puerta del corazón al Señor.
Porque Él es real, ¡está vivo y es real!, y quiere hacerse presente en
nuestra vida trayéndonos todo su Amor, su Misericordia, su ternura, su
compasión, su alegría, su paciencia… Sí, Señor, hoy te abro la puerta,
¡entra y quédate conmigo!
Siervas – Hoy despierto https://youtu.be/iivzWPLDFVw
+ «Jesús cae bajo la cruz» +
Jesús marcha agotado, tropezando. No puede seguir caminando. Su
espalda es frágil como la mía, como la tuya, como la de todos los
hombres. “Despreciable, deshecho de los hombres, varón de dolores… como uno ante quien se aparta el rostro”
(Is 53, 3). Vemos la soledad del condenado. Rodeado de soldados, de
una multitud que grita… Cristo está solo. Esta soledad aplasta a Cristo
contra el suelo más que la cruz.
ACTUALIDAD
El drama de la soledad de los mayores, marginados de nuestra
“sociedad del bienestar”. Visitando a una persona mayor decía: “No tengo
amigos y espero la muerte mirando el televisor”. La viuda que confiesa:
“Solo veo rostros que no me miran”. La joven embarazada que no sabe a
quién acudir. Los que no son como los demás, los excluidos, las víctimas
de racismos… Las personas que sienten un vacío a su alrededor. Las que
tienen sentimientos de suicidio. Alguien que marca el teléfono de la
esperanza.
TÚ, YO, NOSOTROS
Los prejuicios que me llevan a aislar a alguna persona. No tengo
tiempo y no escucho las penas y tristezas de un pobre. Miro hacia otro
lado ante el sufrimiento de una familia y me quedo en mi zona de confort
o en lo políticamente correcto. Marco distancias frente a aquellos que
se encuentran en dificultades…
Señor Jesús, cuando levantes el rostro
después de la caída, quiero que puedas acogerte a mi mirada cargada de
deseo de ayudarte. Hazme atento a las criaturas que atraviesan el túnel
de la soledad. Que mi mano esté siempre dispuesta a ofrecer amistad.
Enséñame a no levantar barreras de separación, de rechazo o de
indiferencia.
pastoralsantiago.es