El Papa Francisco, en la misa de este lunes 23 de marzo en la capilla
de la residencia Santa, animó a orar con fe, perseverancia y valentía,
sabiendo que Dios se puede tomar su tiempo para responder a la oración,
pero al final nunca decepciona.
Antes, al inicio de la misa, el Papa después de recitar la Antífona (del salmo 30: "Yo confío en el Señor. Que tu misericordia sea mi gozo y mi alegría porque te has fijado en mi aflicción") oró por aquellos que sufren por la crisis económica causada por el coronavirus. "Oremos hoy por las personas que empiezan a tener problemas económicos a causa de la pandemia, porque no pueden trabajar y todo esto recae en la familia. Oremos por la gente que tiene este problema”, proclamó.
Orar con fe, dijo, implica no limitarse a una repetición mecánica de
unas palabras. Esa oración “no viene de la fe, del corazón. O es una fe
débil”. “La fe en la oración. Rezar con fe, tanto cuando rezamos fuera,
como cuando venimos aquí (a la capilla), y el Señor está ahí (en el
Sagrario). ¿Tengo fe o es sólo un hábito? Estemos atentos en la oración, caer en la costumbre sin la conciencia de que está el Señor,
que estoy hablando con el Señor, y que Él es capaz de resolver el
problema. La primera condición para una oración verdadera es la fe”.
La segunda condición es la perseverancia. “Algunos piden y luego, como no viene la gracia… No tienen esa perseverancia, porque, en el fondo, no tienen necesidad, o no tienen fe.
Y Jesús mismo nos enseña la parábola de aquel señor que va junto al
vecino a pedir pan por la noche. La perseverancia al llamar a la puerta.
O la viuda con el juez injusto: insiste, insiste, insiste. Perseverancia”.
El Papa explicó que “fe y perseverancia van juntos. Porque si tienes
fe, tú estás seguro de que el Señor te dará aquello que pides. Y si el
Señor te hace esperar: llama, llama, llama. Al final el Señor da la
gracia. Pero esto el Señor no lo hace para hacerse el interesante o
porque diga que mejor esperemos. No. Lo hace por nuestro bien, para que
nos tomemos las cosas en serio. Tomarnos en serio la oración. No como papagayos: bla, bla, bla y nada más”.
“El mismo Jesús nos reprende: ‘No seáis como los paganos que creen en
la eficacia de la oración y en las palabras, en muchas palabras’. No.
La perseverancia y la fe”.
La tercera cosa que Dios quiere en la oración es la valentía. “Alguno puede pensar: pero, ¿hace falta valentía para rezar? Para estar delante del Señor, hace falta. La valentía de estar ahí, pidiendo, y avanzando, incluso casi, casi, -no quiero decir una herejía-, como amenazando al Señor”.
Esa es la misma valentía que mostró Moisés “cuando Dios quería
destruir el pueblo y a él hacerlo jefe de otro pueblo. No: ‘Yo con el
pueblo’. Valentía. La valentía de Abraham, cuando negocia la salvación de Sodoma. Y si fuesen 30, si fuesen 25, si fuesen 20… Ahí, valentía”.
“Esta virtud de la valentía es muy necesaria”, subrayó el Pontífice.
“No sólo para las acciones apostólicas, también para la oración”.
“Fe, perseverancia y valentía. En estos días que es necesario rezar
cada vez más, pensemos si nosotros rezamos así: con fe de que el Señor
puede intervenir, con perseverancia y con valentía. El Señor no decepciona, nos hace esperar, se toma su tiempo, pero no decepciona. Fe, perseverancia y valentía”, concluyó su homilía el Papa Francisco.
Al acabar la misa, el Papa invitó a todos los que la siguen por los
medios de comunicación a orar pidiendo un acto de comunión espiritual
con estas palabras:
“A tus pies me Postro, ¡oh Jesús mío!, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la nada, ante Tu santa Presencia.
Te adoro en el Sacramento de Tu amor, la inefable Eucaristía, y deseo
recibirte en la pobre morada que te ofrece mi alma. Esperando la dicha
de la Comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, puesto que yo vengo a Ti, ¡oh mi Jesús!, y que Tu amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Así sea”.
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