Hoy, viernes de Cuaresma, es día de abstinencia. ¡Ay, la abstinencia y
el ayuno! Como que nos cuesta entender por qué no comemos carne,
¿verdad? En su origen no vamos a entrar, que hay muchas cosas por
internet que se pueden leer. Pero el ayuno… ay, el ayuno… Con
sinceridad, ¿de veras estás haciendo ayuno esta Cuaresma?
Me impresiona mucho este texto de San Juan Crisóstomo (que reproducimos parcialmente): “Ayuna
de todo lo que pone en peligro tu alma y tu santidad. Sería inútil
privar mi cuerpo de comida, pero alimentar mi corazón con basura, con
impureza, con egoísmo, con competencias, con comodidades.(…) Además de
ayunar con tu boca, debes de ayunar de no decir nada que haga mal a
otro. Pues ¿de qué te sirve no comer carne, si devoras a tu hermano?”
Fuerte, ¿verdad? Estos días de pasar más tiempo juntos en casa… ¿devoras al que tienes al lado?
Luis Alfredo Díaz – Amar (basado en un texto de Sta. Teresita del Niño Jesús) https://youtu.be/EmJEdchAT3I
Elena Fernández Andrés www.facebook.com/elenaclara.fernandez www.instagram.com/nomadasdelespiritu https://twitter.com/poverellacm
Y vamos con la tercera palabra que mencionaba el Papa Francisco en la
Audiencia del miércoles 11 de marzo. La primera era Fortaleza; la
segunda, Responsabilidad; la tercera, ESPERANZA.
Son tres las virtudes teologales: la Fe (y esta crisis nos llama a mantenernos firmes en la Fe y pedimos al Señor aumente nuestra Fe; la Caridad (ayer
hablábamos de responsabilidad como forma de Caridad, en este momento,
amar es responder a tus hermanos de manera prudente y responsable)… pero
qué sería de esas dos virtudes sin la pequeña Esperanza. La Esperanza
es la hermana pequeña que le da la mano a la Fe y a la Caridad. Nuestra
mirada este viernes se llena de Esperanza, porque la muerte de Cristo
acaba en Resurrección, la Cuaresma termina en la Pascua, el Valle de
Lágrimas termina en el Cielo. Y es que la Esperanza «no defrauda, porque
el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado»(Romanos 5, 5).
La Esperanza nos mantiene vivos, alegres y confiados en un Dios que
nos cuida y protege. El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de José…
Nos cuenta Chus Villarroel:
«Seguro que todos habéis visto alguna película sobre Jesucristo o
sobre su tiempo en la que se ve a los leprosos que vivían en los
sepulcros gritar cuando se acercaba alguna persona sana: “Tamé”, “tamé”,
en arameo, que significa: impuro, impuro. Tardé yo en percatarme de la
enorme crueldad de este grito. Y no sólo del grito sino del hecho de
vivir en los sepulcros o tumbas de los cementerios. El contaminado por
el virus de la lepra o por otras enfermedades contagiosas estaba
obligado a vivir fuera de los pueblos y a avisar con esa palabra a la
gente que merodeara por los alrededores para no ser contaminada. Les
ponían en guardia a los sanos para que se alejaran de allí.
Ahora en estos días estamos utilizando mucho la palabra: confinado.
Una palabra de muy poco uso en los últimos siglos pero que el
Coronavirus ha vuelto a poner de moda. Una prima me ha llamado y me ha
dicho que una de sus hijas está confinada en su habitación por síntomas
claros de estar infectada por el virus. Ya han tenido que poner todo lo
suyo aparte y por allí todo el mundo transita medio en silencio con
guantes y mascarilla. Ya está segregada. Menos mal que no tiene que
gritar: Impura, impura. Su madre con una pena enorme de no poder
abrazarla y besarla.
Nos está ocurriendo lo impensable. Una civilización que domina el
espacio, la genética, el inconsciente; una civilización con técnicas
poderosas capaces de atentar contra el propio planeta donde habitamos…
se ve rendida y humillada por un ser que no es, que parece pura materia
prima, pero que resulta mortífero para cualquier soporte donde pueda
aposentarse. Siempre creí que la crueldad que yo percibía en los tiempos
antiguos contra los infectados era cosa de otra galaxia, y la tenemos
aquí en casa. ¡Qué cuaresma más especial! Sí, muy especial.»
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