- Monseñor Barrio presidió el encuentro que se celebró, como una auténtica fiesta en la víspera de Pentecostés, en el Seminario Menor
El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, presidió este
sábado la asamblea diocesana de final de curso pastoral, una cita que
tuvo lugar en el Seminario Menor compostelano. El arzobispo indicó en su
intervención de inicio de la jornada que es necesario “promover una
catequesis adecuada para ayudar a comprender el valor de los
sacramentos. Sobre todo en nuestro tiempo, en el cual, por un lado,
parece que la fe se va debilitando y, por otro, emergen una profunda
necesidad y una búsqueda generalizada de espiritualidad”. Monseñor
Barrio señaló además que la parroquia sigue “un dato insuperable que ha
de garantizar la vida sacramental y no reducirse a una red de
iniciativas y servicios materiales. El método de vida cristiana no se
puede confundir con técnicas, ni la gratuidad puede quedar reducida a
los servicios que pueda hacer. La opción preferencial por los pobres se
encuentra en el marco global de los ejes de la vida cristiana”. La
asamblea, que contó con una gran presencia de todas las realidades de la
Iglesia diocesana, comenzó con la bienvenida por parte del obispo
auxiliar, monseñor Jesús Fernández González, y un acto de oración ante
el Santísimo.
Las distintas realidades que conforman la Iglesia diocesana que
peregrina en Santiago de Compostela se unieron este sábado en el
Seminario Menor en un encuentro fraterno, en el que se pudieron
compartir experiencias, opiniones y testimonios. Una auténtica fiesta en
plena víspera de Pentecostés, día que la Iglesia consagra al Apostolado
Seglar y a la Acción Católica. La jornada tuvo como hilo conductor, en
los distintos momentos de su desarrollo, el lema con el que se han
realizado las tareas pastorales diocesanas a lo largo del curso que
quedaba clausurado: “Sentado a la mesa con ellos” (Lc 24,30). El ministerio de la santificación.
Con Cristo Eucaristía en el altar de la capilla del Seminario Menor
compostelano presidiendo el acontecimiento, Aquel que, como explicó el
arzobispo, “nos hace santos, es decir, nos atrae a la esfera de Dios”, y
con el presbiterio repleto de imágenes de distintos santos llevadas en
procesión, comenzaba la asamblea diocesana. Un pueblo de Dios en marcha,
peregrino en la tierra que alberga el sepulcro del Apóstol Santiago…
En un momento de su intervención, el arzobispo aludió, precisamente a
esa dimensión de la religiosidad popular. Dijo que “el sentir religioso
no desaparecerá jamás porque no se puede eliminar del corazón del
hombre la promesa sobre el significado de la propia vida: es la pregunta
sobre el misterio. Esto se traduce en religión que lleva al vínculo
entre religión y pueblo”. Pero no ocultó su preocupación porque, afirmó,
“esto hoy está fallando ya en nuestra diócesis”. Para añadir que “el
destino de la Iglesia no depende de nosotros. Nosotros dependemos del
acontecimiento de Cristo. El fruto no está nunca en nuestras manos. Esto
no significa indiferencia. Tampoco podemos ser prisioneros de los
propios proyectos. La realidad siempre es más grande que los propios
esquemas. La Iglesia debe renacer en las personas. Hemos de afrontar el
cristianismo y la comprensión del mismo como evento que nace de un
encuentro, suscita el testimonio y genera la pertenencia a la
comunidad”.
Una santidad posible
Esa pertenencia a la comunidad de la Iglesia fue también referencia
común en las tres personas que dieron testimonio de su particular
llamada a la santidad en su vocación personal: José Daniel Pérez, un
joven sacerdote diocesano de la parroquia de Muros; Susana Castillo,
religiosa en la Fundación Hogar Santa Lucía; y Pilar Domínguez, casada y
madre de familia numerosa. Distintos carismas, diferentes ministerios y
un entendimiento común de la santidad como don y tarea, como servicio y
acompañamiento, como entrega y alegría de vivir la fe en las realidades
familiares, en la vida religiosa y en el sacerdocio ministerial.
Pilar Domínguez habló de la grandeza del amor humano, conyugal, que
se hace fecundo en los hijos y en la tarea de colaborar en las
catequesis prematrimoniales en la parroquia de San José de Milladoiro,
intentando que las parejas que se van a casar descubran la belleza de la
aventura del amor en familia.
José Daniel Pérez comentó su experiencia sacerdotal de atención a los
fieles de su parroquia. Sacerdote las veinticuatro horas del día,
disponible, “soñando” muchas veces en la labor pastoral.
Susana Castillo puso emoción en ese peculiar coloquio que había
moderado Alejandro López, de la coruñesa parroquia de San Francisco y
periodista, al referir un ejemplo concreto, real, de la acogida a una
mujer herida por la vida y que precisaba la mirada amorosa de alguien
que le devolviera su dignidad de persona. Cristo en el más necesitado…
Al término de la mesa redonda, un tiempo para compartir un café
servido con la generosidad característica de la gran familia del
Seminario Menor. Tiempo y espacio para sentirse cercanos los unos de los
otros, para sentirse Iglesia.
Hubo después una reunión por grupos, una sesión de trabajo de los
responsables de la Escuela Diocesana de Agentes de Pastoral (EDAP) y
distintas informaciones sobre Pastoral Familiar o la preparación del
Congreso de Apostolado Seglar. Tras el almuerzo pudieron escucharse
testimonios sobre la vida sacramental, seguidos de cantos. Un magnífica
ocasión, como había dicho el arzobispo, para meditar que “la inmersión
en el Misterio pascual de muerte y resurrección de Cristo acontece en el
Bautismo, se refuerza en la Confirmación y en la Reconciliación, se
alimenta en la Eucaristía, sacramento que edifica a la Iglesia como
Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo, Templo del Espíritu Santo. Por tanto,
es Cristo mismo quien nos hace santos, es decir, nos atrae a la esfera
de Dios. Subestimar el ministerio santificador del sacerdote tal vez ha
podido contribuir a la no valoración de la eficacia salvífica de los
sacramentos. El Catecismo de la Iglesia Católica describe la economía
sacramental hablando de las energías del Espíritu Santo, que están a
nuestra disposición para dar gloria a Dios”.