El 11 de mayo era ordenado obispo auxiliar de Cartagena el sacerdote
Sebastián Chico, hasta ese momento rector del seminario. Y tan sólo una
semana después, el día 18, experimentó ya como prelado un momento
memorable de este ministerio episcopal al administrar el sacramento de la Confirmación a ni más ni menos que 62 reclusos, 50 hombres y 12 mujeres.
Esta era la primera vez que el Centro Penitenciario Murcia II, en
Campos del Río, acogía la celebración del sacramento de la Confirmación.
Antes de comenzar la celebración Monseñor Chico Martínez recibió
personalmente en el salón de actos (donde tuvo lugar la misa) a cada uno
de los internos que se iban a confirmar. Los capellanes de este centro
penitenciario agradecieron la asistencia del obispo auxiliar
recordándole que su presencia “daba esperanza, fuerza y servía como reconocimiento a esas personas”.
Durante la Eucaristía, en la que también participó el coro penitenciario, Sebastián Chico recordó a los internos
que ellos y la cárcel son importantes para la Iglesia. “Después dejó a
un lado la homilía que llevaba preparada y quiso que sus palabras
salieran del corazón”, explica Antonio Sánchez, capellán del Centro
Penitenciario Murcia II, quien asegura, además, que el obispo “les
repitió, por activa y por pasiva, que no perdieran la esperanza, que se
atrevieran a soñar porque su vida no la marcaban las equivocaciones
sino sus sueños, y Dios sueña con ellos”.
"Hemos sentido la presencia de Dios"
Al terminar la Eucaristía los internos quisieron expresar su
agradecimiento al Obispo auxiliar por elegir esta cárcel como su primer
destino para administrar el sacramento de la Confirmación como obispo. “Le dedicaron una oración, una rima tipo rap y le entregaron un presente, de parte de todos los confirmados,
que consistió en una cesta de flores hecha con migas de pan que había
cedido, voluntariamente, otro interno musulmán”, explica el capellán.
Tras la celebración hubo un encuentro festivo al que se unieron la dirección y los jefes de servicio del centro penitenciario.
Finalmente, los capellanes de la prisión agradecieron la colaboración
del centro y de los voluntarios de Pastoral Penitenciaria –que, junto a
los capellanes y dos seminaristas, ejercieron como padrinos– para llevar
a cabo la celebración.
“Aunque fue complicado, creemos que ha merecido la pena porque hemos sentido la presencia de Dios y cómo, a través de este sacramento, Él ha podido llegar a muchas personas”, destaca Antonio Sánchez.
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