Los monjes y monjas de la abadía del Barroux se han asociado a los pequeños viticultores vecinos para realizar juntos grandes vinos llamados Via Caritatis y permitir así que los campesinos del lugar puedan vivir de sus tierras. No lo mencionan expresamente, pero es un claro ensayo de la "opción benedictina" que propone Rod Dreher para la recristianización de Occidente. Un proyecto original explican un monje del Barroux, responsable del proyecto, y Gabriel Teissier, director de desarrollo, en una entrevista de Christophe Geffroy en La Nef. Ofrecen datos impresionantes sobre cómo funcionaba esto en la Edad Media.
-¿Podría usted explicarnos qué es el proyecto Via Caritatis?
-Via Caritatis es un proyecto vinícola que une a los monjes y monjas del Barroux
con los pequeños viticultores de la zona para hacer, juntos, grandes
vinos. Hemos constatado que nuestra tierra tiene una gran calidad, y que
los viticultores no podrán vivir de su trabajo porque su denominación
de origen no es conocida ni valorada. Unir nuestros esfuerzos para dar a
conocer este lugar excepcional nos ha parecido una necesidad para que nuestros vecinos puedan seguir viviendo de la tierra y sigan haciendo vivir la tierra.
Monjes y agricultores trabajan con un objetivo común: crear un
vino de calidad cuya comercialización favorezca la zona y la abadía.
-Su proyecto hunde sus raíces en una hermosa
realidad histórica. ¿Nos podría explicar el origen de estos primeros
viñedos pontificios y la gran tradición de los viñedos abadengos?
-Efectivamente, somos los herederos de dos grandes tradiciones. Por una parte, la del gran primer viñedo pontificio, plantado aquí por el Papa Clemente V
en 1309, anterior a Châteauneuf-du-Pape. Cuando Bertrand de Got,
antiguo arzobispo de Burdeos, fue elegido Papa, eligió establecerse en
el condado de Venaissin y no en Roma. Pasaba todos sus momentos de
descanso en un lugar llamado Groseau à Malaucène, un pueblo que linda
con la abadía. La tradición cuenta que, cuando se estableció, plantó un
viñedo e hizo reconstruir la bodega. Su sucesor, Juan XXII, continuó haciendo venir sus vinos viejos de Groseau, incluso después de haber hecho plantar viñedos en Châteauneuf-du-Pape.
»Por otra parte, somos los herederos de la tradición de los grandes viñedos abadengos.
Como todos saben, en el origen de los grandes viñedos de Francia, e
incluso de Europa, están los monjes: Aloxe-Corton, Bonne Mares,
Chablis, Chassagne-Montrachet, Clos de Tart, Clos de Beze, Clos Vougeot,
Meursault, Pommard, Morey St Denis, Musigny, Romanée Conti… en Borgoña.
Más al sur, Châteauneuf-du-Pape, Hermitage, Gigondas, Vaqueyras… son
también viñedos de origen monástico. Más directamente, en lo que atañe a
nuestra rama monástica, nuestro fundador, el padre Muard, había creado
los misioneros del campo en la abadía de Pontigny, donde nació el
Chablis; después, instituyó la vida monástica en la abadía de
Aiguebelle, a la que habían pertenecido anteriormente los territorios de
Gigondas y Vacqueyras.
-Este proyecto que vincula a los monjes de la
abadía de Barroux con los viticultores de la región, ¿en qué se inscribe
en la gran tradición monástica de Occidente, sobre todo en lo que atañe
al desarrollo espiritual y económico de la región?
-A partir del siglo VI, los monasterios se impusieron como lugares de arraigo y de estabilidad tanto económica como espiritual
en medio del caos que siguió a la caída del Imperio romano. Ubicados en
sus propiedades, en medio de prados y campos de labranza, de bosques o
de viñedos, las abadías eran como pequeñas aldeas monásticas en las que trabajaba una armada de artesanos laicos que la abadía nutría con lo que sacaba de sus tierras. Corbie, abadía de 400 monjes,
mantenía a 30 artesanos (herreros, armeros, zapateros, etc.) y sus
familias. El caso más célebre es el de Saint-Germain-des-Prés. Sus
tierras monásticas se extendían sobre 33.000 hectáreas en Île-de-France.
Los monjes explotaban directamente la mitad. Del resto vivían 2.900 familias;
cada una de ellas cultivaba una granja de 6 hectáreas perteneciente a
la abadía. Estos arrendatarios pagaban por su tierra una renta en
especies (cereales, pollos, huevos), una pequeña suma en denarios y
realizaban algunas faenas agrícolas o domésticas. No podían ser
expulsados de la propiedad arrendada, que era hereditaria y que no podía
ser parcelada ("manse", nombre en francés de estas propiedades, viene del latín manere,
permanecer). Su renta anual ha sido estimada en 110 francos de oro (uno
20.000 euros), que no era poco. Al amparo de las abadías, las
poblaciones rurales también encontraban la seguridad y la paz. Lo mismo
ocurría en el radio de miles de pequeños prioratos locales. El 35% de las localidades de Francia tienen un origen monástico,
lo que apoya el dicho medieval: "Il fait bon vivre sous la crosse des
abbés" ("La vida es buena bajo el báculo de los abades").
En la Edad Media, los monasterios no fueron solo centros de
irradiación espiritual y cultural: también económica. Es lo que está
sucediendo hoy también con este monasterio y otros similares.
»A partir de la Edad Media, el papel de los monjes en la agricultura
no deja de crecer. La gran cantidad de desbroces es obra de los cistercienses,
que penetraron en la profundidad de los bosques, saneando los fondos
pantanosos mediante grandes obras de drenaje y construyendo a
continuación, con gran perspicacia, estanques en los que crearon viveros
de peces para la pesca. Este inmenso trabajo consiguió eliminar las grandes hambrunas de la época. El paisaje rural de Francia toma su forma casi definitiva, antes de los estragos causados por el urbanismo contemporáneo.
»A nivel espiritual, la aportación de los monjes es aún más notable.
Los miles de pequeños prioratos y las grandes abadías que poblaban la
cristiandad facilitaban el contacto directo de los monjes con la población. Tomemos, por ejemplo, la orden de Cluny, con sus miles de prioratos.
La abadía no sobresalía por sus actividades extraordinarias, sino que
bastaba ver a sus monjes, desprendidos, humildes, caritativos,
obedientes, castos, en continuo contacto con Dios a través de la
oración.
»Este sencillo ejemplo servía de hogar ideal cristiano para la
sociedad. La hospitalidad y la caridad de Cluny, ejercidas de manera
excelsa, irradiaban el ideal cristiano. El hermano
encargado de la hospedería recibía a los viajeros de rango más elevado
(que viajaban a caballo); el hermano encargado de la cuestación, a los
que viajaban a pie (clérigos, peregrinos, pobres). En los días festivos
llegaban a dar de comer a 7.000 pobres. Y el encargado de la cuestación
visitaba a los enfermos del burgo. Se ha hablado de "civilización de la
bondad" para describir a la tradición cluniacense.
Via Caritatis –la vía de la Caridad– se inscribe directamente en esta tradición monástica que resplandece de manera natural sobre las poblaciones. Esta caridad está desarrollada en el Magisterio: San Juan Pablo II habla de "civilización del Amor".
-¿Un proyecto como este puede ser un ejemplo de
"re-arraigo" cristiano? Es decir, ¿se puede exportar a otros lugares
para otras actividades que no sean el vino? ¿Alguna abadía se ha puesto
ene contacto con ustedes para inspirarse en este proyecto?
-No, por el momento ninguna abadía nos ha contactado para inspirarse
en este proyecto. Sin embargo, proyectos como este son, de hecho,
ejemplos concretos de "re-arraigo" cristiano, y es totalmente posible y
deseable que este modelo se exporte a otros lugares, o con otras
actividades. Nosotros no tenemos un manual de instrucciones y cada
contexto debe inspirar soluciones distintas. Via Caritatis nació de la
constatación de dos hechos: la angustia de nuestros vecinos viticultores
y el extraordinario potencial de nuestra tierra, lo que corresponde a
un contexto dado que es el nuestro. En compensación, lo que ha suscitado
este proyecto es la Caridad insistente de Cristo: "Caritas Christi urget nos" (2 Co 5, 14). Nos sorprendemos a diario por los frutos espirituales que hace nacer en el corazón de nuestros numerosos interlocutores.
»Es urgente, ante todo, reproducir lugares de actividad, sobre todo económica, donde el centro sea la Caridad (Caritas in veritate,
n. 19), con una mirada sobre el hombre que busque su desarrollo
integral, es decir, "promover a todos los hombres y a todo el hombre"
(n. 18), en lugares donde el principio de gratuidad y la lógica del don
puedan encontrar su lugar incluso en el ámbito de la actividad económica
normal (n. 35). "Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y
de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter
más humano y humanizador" (n. 9).
»Usted ha utilizado justamente el término "arraigo" y es verdad que nuestra
fe está arraigada en una tierra, una historia y una cultura.
Necesitamos este arraigo profundo para ejercer plenamente nuestra fe.
Y es en este terreno de arraigo donde coincidimos con nuestros
viticultores, que no siempre comparten nuestra fe. El hombre moderno,
arrebatado de su centro por esta fuerza centrífuga cada vez más rápida,
tiene cada día que pasa más sed de arraigo y de verdad. A través de este
re-arriago encontrará de nuevo la unión con su Creador.
»Via Caritatis
pone en marcha el pensamiento de Henri Pourrat: "La tierra es dada al
hombre para que la trabaje, para que aprenda a humanizarlo todo y, así,
hacerse él más hombre. Es así como reconstruirá el Gran País".
-En una época de feroz competencia como la
nuestra, ¿cómo hacen ustedes para evitar el triple escollo de la calidad
mediocre, el saqueo de la naturaleza y la insuficiente remuneración de
los laicos que trabajan en esta empresa? ¿Cómo calculan ustedes el
precio de sus productos? ¿Son menos caros por el hecho de que los monjes
contribuyen a su producción?
-Todos estos excesos suceden porque perdemos el sentido de lo que hacemos. Lo que nos mueve en Via Caritatis es la alabanza a Dios en todas las cosas (Ut in omnibus glorificetur Deus), sobre todo a través de nuestro trabajo y el ejercicio de la Caridad.
El trabajo monástico hecho en unión con Dios y el trabajo concienzudo
de los campesinos, que saben dedicarle tiempo, es la primera
demostración de calidad. Además, nuestras tierras son tierras
artesanales, formadas por parcelas pequeñas. Hablamos de una agricultura
en la que la naturaleza se impone debido a su relieve y su dureza, por
lo que no nos deja otra elección que la calidad, porque no podemos
aplicar métodos industriales. Por último, como broche a todo esto, hemos
llamado a Philippe Cambie, uno de los enólogos más importantes del mundo, para que nos acompañe durante el trabajo de vinificación y de ensamblaje.
También las monjas participan en la tarea de fomentar la fama vinícola de la región.
»Respecto al saqueo de la naturaleza, hay que recordar que el modo
más importante para no saquearla es ¡cultivarla! En el Génesis, Dios
confía su misión al hombre con dos verbos: "cultivar y conservar". Por
consiguiente, nosotros percibimos nuestro trabajo como una colaboración
a la obra creadora de Dios, y como un acto de piedad filial hacia las generaciones de nuestros padres, que se han sucedido desde hace miles de años para dar forma a nuestros paisajes y construir nuestro país.
»La cuestión de la remuneración es también fundamental, porque es una condición esencial de un trabajo digno (Caritas in veritate,
n. 63). Está vinculada tanto a un cálculo del precio según la justicia y
la lógica del don, o principio de gratuidad (nn. 34, 35, 38). Hemos
calculado los precios según el principio de una justa remuneración de
todos los actores implicados en el proceso, desde el viticultor al
consumidor final. Hemos partido de lo que nos parecía ser una justa
remuneración para un viticultor de montaña en función del trabajo
proporcionado; después hemos construido el precio añadiendo todos los
otros costes de producción, incluyendo una remuneración justa a los
trabajadores, incluidos los otros actores de la red de producción y
venta (proveedores, bodegueros, restauradores). Este enfoque es
contrario a la lógica de mercado, según la cual la cotización a granel
esta fijada en relación a la denominación y no en función del trabajo
del viticultor, ni de la calidad intrínseca del producto. Así, en
Ventoux, un hectolitro de vino vale 110€ contra los 1.000€ que cuesta en
Châteauneuf, y esto a pesar de los elevados costes de producción
vinculados a la agricultura de montaña. Lo que puede parecer
sorprendente es que, a pesar de este enfoque, los profesionales nos
dicen que la relación calidad precio es muy buena. De hecho, nosotros
intentamos poner en práctica la lógica del don tan amada por Benedicto
XVI y por San Benito, que en su regla dice que "no hay que dejar que el mal de la avaricia se insinúe en los precios".
»De hecho, observamos que la tentación del capitalismo actual es
intentar maximizar los beneficios en favor de quienes tienen el capital y
en detrimento de "todos los otros sujetos que contribuyen a la vida de
la empresa" (Caritas in veritate, n. 40). Esta forma de
capitalismo moderno y financiero es muy diferente del capitalismo de los
siglos pasados, en el que el dueño del capital se esforzaba en
administrar los bienes como un «buen padre de familia». Al ser el
capital de Via Caritatis un bien monástico, está gestionado con esta
lógica del bien común, lo que permite remunerar de manera justa a los
actores manteniendo, al mismo tiempo, precios razonables.
-El Papa Francisco ha publicado una importante encíclica sobre la ecología, Laudato si’,
muy favorable a la agricultura biológica: como productor, ¿qué piensa
usted en relación a estas exigencias y qué es lo que hace concretamente?
¿A qué apunta usted con el concepto de "desarrollo integral", en lugar
de utilizar la investigación del sello de calidad "biológico"?
-Ante todo, quiero aclarar que la encíclica del Papa Francisco no
hace ninguna referencia a la agricultura biológica. Con esta manera, tan
frecuente, de llegar a conclusiones apresuradas, se asimila la Laudato si
a la agricultura biológica, y esto conlleva una forma de reduccionismo
porque, como sucede siempre en nuestro mundo carente de sentido, nos
conformamos con la técnica. Sin embargo, si bien el Papa denuncia los
problemas de la agricultura y, sobre todo, el uso excesivo de productos
químicos –que él también denuncia en la vida doméstica de los pueblos:
detergentes, productos químicos en general, lo que incluye la química
farmacéutica-, tampoco elimina las soluciones técnicas. Limitándonos al
tecnicismo corremos el riesgo de dejar de lado la verdadera cuestión. En
realidad, Francisco - y Benedicto XVI antes de él en Caritas in veritate- nos dice que para responder a los problemas ecológicos hay que combatir
el mal desde la raíz: el pensamiento relativista, el paradigma de la
sociedad tecnológica, la pérdida de sentido, el no tomar en
consideración al hombre en su totalidad, el antropocentrismo desfigurado
en el que el hombre es arrancado de sus raíces culturas y espirituales.
Sin embargo, lo que nos olvidamos de decir sobre la agricultura
biológica es que a menudo funciona según los mismos modelos que la
agricultura convencional, que son modelos productivistas, rentabilistas y
vinculados a la burbuja financiera (Laudato si, n. 189). Con
frecuencia constatamos, además, que se han invertido las prioridades: la
etiqueta biológico se convierte en una finalidad en sí misma en
detrimento incluso del objetivo al que pretende servir, el respeto del
medio ambiente. Peor: ciertos productores llegan incluso a utilizar esta
etiqueta de "una manera ideológicamente discriminatoria, dando a
entender que no serían éticas las iniciativas no etiquetadas formalmente
con esa cualificación" (Caritas in veritate, n. 45).
»Además, la definición de biológico tal como ha sido concebida por
las marcas no es, obligatoriamente, la más razonable. Por ejemplo,
contra el insecto cicadélido causante de la flavescencia dorada, una
enfermedad muy virulenta, la agricultura biológica preconiza el pelitre
natural, un insecticida fabricado en África en condiciones discutibles y
que no es un producto en absoluto anodino: muy poco selectivo, erradica
casi todos los insectos presentes en la tierra y también es perjudicial
para quien lo utiliza. Al no ser una molécula sintetizada, sus efectos
son devastadores. Es lo que sucedió en el pasado con el arsénico, que se
encuentra en estado bruto en la naturaleza y que fue utilizado durante
mucho tiempo para tratar la yesca (una enfermedad de la vid causada por
hongos), antes de detener su uso debido a los efectos devastadores que
tenía sobre los viticultores. Podríamos también citar la obligación de
utilizar sistemáticamente productos de contacto, es decir, productos que
se diluyen con la lluvia. El viticultor biológico que ve que va a
llover está obligado a tratar sus vides, ya que sabe que todos los
productos pulverizados caerán sobre la tierra unas horas más tarde, por
lo que serán ineficaces y, además, contaminarán el suelo, pero no tiene
otra opción porque es su único modo de detener la enfermedad. Y, por
último, por las mismas razones, el viticultor biológico está obligado a
tratar sus vides con más frecuencia que un viticultor tradicional, por
lo que el impacto de su huella de carbono es mayor. Un último ejemplo es
el del caldo bordelés, una mezcla de sulfato cúprico y cal hidratada
muy utilizado en la agricultura biológica porque es la única materia
activa autorizada para luchar contra el mildiu, que comporta una
acumulación de cobre en la tierra que, a la larga, la deja yerma.
»Nosotros respetamos mucho la agricultura biológica porque
sensibiliza a las personas sobre la necesidad de respetar el medio
ambiente y las insta a buscar otras maneras de responder a los problemas
agrícolas. De hecho, hemos adoptado muchas técnicas biológicas que nos
parecen buenas. Sin embargo, nos reservamos la libertad de actuar de la manera que nos parezca más respetuosa con una ecología integral,
sobre todo en la cuestión de los productos fitosanitarios (salud de las
plantas), ayudándonos de manera regular por técnicos competentes en la
materia.
»En el ecosistema montañés de Via Caritatis, el viñedo de la abadía
es una especie de observatorio donde se investigan las prácticas que
pueden ser puestas en marcha de manera razonable para, así, obtener
productos de calidad respetando la naturaleza. Por ejemplo, nos
preocupamos mucho por la vida de la tierra gracias al aporte de materia
orgánica, privilegiamos las medidas profilácticas (elevación de las
empalizadas, desyemado, deshojado, reducción de la carga de la uva,
etc.), con el fin de favorecer la ventilación de las plantas y limitar
las enfermedades; también trabajamos la tierra de manera mecánica
incluso bajo las cepas (pases cruzados del arado) para evitar los
herbicidas (¡pero nuestra huella carbono es peor que la de quienes los
utilizan!). Favorecemos también la policultura tanto en las tierras de
la abadía como en el resto de la región. Nuestra productividad es
limitada porque para reducir las enfermedades y respetar el ritmo de la
naturaleza elegimos productos fitosanitarios que tengan el menor impacto
en el medio ambiente. También intentamos adaptarnos de manera
milimétrica, porque las condiciones meteorológicas varían
considerablemente de un año a otro, y esto implica problemáticas
diferentes. Sin embargo, después de todos estos años seguimos siendo
modestos porque no hay respuesta categórica a estas cuestiones.
»La visión del Magisterio insta, efectivamente, a una "ecología integral", que consiste en poner
de nuevo al Hombre en el centro, e incluso en la cima de la Creación,
no para destruirla o maltratarla, sino para elevar a Dios las alabanzas
de toda criatura a imagen de Cristo, Gran Sacerdote, que ofrece a Dios todo el universo.
»La ecología integral "requiere una apertura hacia categorías que
trascienden el lenguaje de las matemáticas o de la biología y nos
conectan con la esencia de lo humano" (Laudato si, n. 11),
tiene en cuenta la noción de bien común, el respeto de la persona humana
(nn. 156, 157) y la protección de los débiles (n. 10), y nos invita a
buscar la armonía con la Creación, respetando, en primer lugar, a los
hombres que trabajan en ella.
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-Una última pregunta: ¿cuáles son los vinos que ustedes producen y dónde se pueden comprar?
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acogidos por los grandes expertos por su generosidad, frescura y
elegancia. Vox, una serie de vinos tintos, rosados y blancos generosos y afrutados. Pax, un tinto obtenido de viñedos viejos situados en un terreno arcilloso, en la zona rocosa. Lux,
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{Si tiene ideas para ayudarnos a desarrollar este proyecto, contacte con Gabriel Teissier: gabriel.teissier@via-caritatis.com}
Traducción de Helena Faccia Serrano.
ReligiónenLibertad