“Santa Faustina Kowalska y San Juan Pablo II apóstoles de la Divina
Misericordia”, lo ha dicho el Papa Francisco. Aunque nunca se
conocieron, la Providencia unió sus caminos: San Juan Pablo II canonizó a
Sor Faustina en el año 2000 y estableció el segundo domingo de Pascua
como el “Domingo de la Misericordia Divina”, explica la periodista Patricia Ynestroza, de la agencia de noticias de la Santa Sede.
En 1967, el entonces Cardenal Karol Wojtyla presidió la
sesión solemne que puso punto final al proceso informativo diocesano
para recopilar todos los datos y testimonios sobre la vida y obra de
Santa María Faustina Kowalska. Las actas del proceso fueron
enviadas a Roma para que se abra el proceso de beatificación de la
vidente del Señor de la Divina Misericordia. Más adelante el Papa Juan Pablo II beatificó (1993) y canonizó (2000) a Santa Faustina, justamente en el segundo domingo de Pascua de ambos años.
El 30 de abril de 2000, el Papa proclamó el segundo domingo de Pascua
como el “Domingo de la Misericordia Divina” para todo el mundo.
En 1980, San Juan Pablo II, había publicado su carta encíclica titulada “Dives in Misericordia”, sobre la misericordia divina,
en la que anima a los fieles a regresar la mirada al misterio del amor
misericordioso de Dios. "Es conveniente ahora que volvamos la mirada a
este misterio: lo están sugiriendo múltiples experiencias de la Iglesia y
del hombre contemporáneo; lo exigen también las invocaciones de tantos
corazones humanos, con sus sufrimientos y esperanzas, sus angustias y
expectación", escribió.
San Juan Pablo II: El gran devoto de la Divina Misericordia
En el 2002, Juan Pablo II estableció que el “Domingo de la
Misericordia Divina” se enriquezca con indulgencias, con las que se
pueden beneficiar también los enfermos, navegantes de altamar o aquellos
que por causa justa no puedan abandonar su casa o desempeñen una
actividad impostergable. Ese mismo año, el Santo Padre viajó a Cracovia
(Polonia) y en el Santuario de la Misericordia Divina consagró el mundo a
Jesús de la Divina Misericordia.
“Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor en tu Hijo
Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo,
Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre”,
fueron algunas de las palabras de su oración.
La providencia unió los caminos de San Juan Pablo II y Santa Faustina
En 1938, cuando el joven de 18 años, Karol Wojtyla, llegó a
Cracovia para estudiar en la Universidad Jagiellonica, Sor Faustina ya
tenía 33 años y vivía en un convento de la ciudad. La Santa
falleció el 5 de octubre de aquel año, justo cuando el que sería Papa 40
años después empezaba el primer curso de filología polaca.
Sobre Santa Faustina el Cardenal emérito Stanislao Dziwisz dijo:
“Santa Faustina era una monja extraordinaria, no tuvo educación, sin
embargo, Cristo la llamó y le confió la misión de llevar el mensaje de la Divina Misericordia a todo el mundo.
Es útil recordar sus palabras: ‘La humanidad no encontrará ni paz ni
tranquilidad hasta que no se vuelva con confianza a Mi Divina
Misericordia’ (…) Tal vez algún día la devoción a la misericordia divina
se vuelva realidad, para que así podamos vivir en paz, tanto en Europa
como en el mundo”, dijo el purpurado.
San Juan Pablo II, Santa Faustina: testimonios de la Divina Misericordia
San Juan Pablo II murió el 2 de abril de 2005, en la víspera del Domingo de la Divina Misericordia de aquel año.
El Papa Benedicto XVI beatificó a Juan Pablo II el 1 de mayo de 2011, en el segundo domingo de Pascua, y el Papa Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014, también Fiesta de la Misericordia.
La Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer
llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es
Misericordioso y nos ama a todos ... "y cuanto más grande es el pecador,
tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia"(Diario,
723).
El Papa Francisco alentó a seguir el ejemplo del Papa San Juan Pablo II y de Santa Faustina Kowalska,
a quienes se refirió como “luminosos testimonios” de la Divina
Misericordia y recordó algunas palabras del Papa Wojtyla escritas en su
encíclica encíclica Dives in misericordia: “Jesús, sobre todo
con su estilo de vida y con sus acciones, ha demostrado cómo en el mundo
en que vivimos está presente el amor, el amor operante, el amor que se
dirige al hombre y abraza todo lo que forma su humanidad. Este amor se
hace notar particularmente en el contacto con el sufrimiento, la
injusticia, la pobreza; en contacto con toda la «condición humana»
histórica, que de distintos modos manifiesta la limitación y la
fragilidad del hombre, bien sea física, bien sea moral”.
Y citando a Santa Faustina Kowalska, Francisco dijo que en su diario
anotó la siguiente exhortación que le hizo el mismo Señor Jesús: “Hija
mía, observa mi corazón misericordioso y reproduce en tu corazón y en
tus acciones su piedad, de modo que tú misma, proclames en el mundo mi
misericordia inflamándola”.
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