
Su hermano Rafael Navarro-Valls ha recopilado en un volumen (Navarro-Valls. El portavoz) veinte testimonios de personas que le conocieron bien personal y/o profesionalmente, y esto en los dos ámbitos en los que destacó, el médico y el periodístico, como psiquiatra y como corresponsal de ABC
en Italia antes de ser llamado a una responsabilidad tan importante en
un pontificado tan conscientemente volcado hacia los medios de
comunicación.
El propio Rafael Navarro-Valls destaca en su contribución al volumen
que, además, Joaquín "escribía muy bien: era un gran contador de
historias", como hizo al relatar en un libro, Fumata blanca, las bambalinas de aquel trepidante verano de 1978 en el que se sucedieron vertiginosamente los pontificados de Giovanni Battista Montini, Albino Luciani y Karol Wojtyla.

De hecho, y aparte su talento personal, ésa es la clave, según George Weigel, principal biógrafo del Papa Wojtyla (Testigo de esperanza y Juan Pablo II: el final y el principio), de que haya sido "el director de mayor éxito de la Oficina de prensa de la Santa Sede en la historia de esa institución".

De la contribución de Weigel se deducen tres motivos para ese éxito.
El primero, es que Navarro-Valls tuvo personalidad suficiente para imponer "su sello propio"
de "laico católico intelectualmente sofisticado, bien formado en la
enseñanza de la Iglesia, intelectualmente comprometido con su
explicación teológica y comprometido con ella como una forma de vida que
conducía a la felicidad y, en última instancia, a la santidad". Gracias
a esa personalidad, a su experiencia periodística y a su conocimiento
de la mente y de la conducta humanas como psiquiatra (y al hilo directo
que había pedido), pudo imponerse sobre "una Curia romana a veces
recalcitrante" (cuya mentalidad, incluido el propio departamento de
prensa, era "mantener a raya a los medios") e introducir los cambios
necesarios para mantener "una relación abierta, honesta y profesional" con ellos. Y también para algo muy importante, que destaca Weigel: "Anticiparse a las noticias y ayudar así a enmarcar una historia de manera positiva".

Un segundo aspecto a tener en cuenta es que Navarro-Valls comprendió bien -de ahí su estrecha sintonía- la mentalidad con la que el Papa encaraba su pontificado. "Entendió lo que Juan Pablo II quería decir con la 'Nueva Evangelización'
mucho antes de que el Papa utilizara esa frase", afirma Weigel. Desde
su posición, facilitó todo tipo de encuentros de todo tipo de personas e
instituciones con el sucesor de Pedro, "porque la Iglesia tenía que
estar en el mundo para convertirlo", explica el periodista
estadounidense, "y el Papa tenía que saber lo que pasaba en el mundo
para poder dar testimonio de Cristo en él". Navarro-Valls supo sortear
"la espesa maquinaria de vericuetos" de la Curia y practicó con acierto
la "gestión de egos" que exigía. Él, como el Pontífice, supo "enfocar el panorama general,
en lugar de las trivialidades burocráticas", para que "el pontificado
siguiera adelante en vez de estancarse o detenerse completamente".
Por último, un tercer punto esencial: Navarro-Valls fue un "diplomático papal no oficial",
un "diplomático 'sin cartera'", que desempeñó, siguiendo instrucciones
del Papa, misiones que iban más allá de sus estrictas tareas de
comunicación. Varios colaboradores del volumen, Weigel entre ellos,
destacan sobre todo dos de especial trascendencia. Una, la negociación
directa entre él y Fidel Castro para preparar el viaje que hizo Juan Pablo II a Cuba en 1998. Y otra, la participación de la Santa Sede en las cumbres de la ONU
sobre población y desarrollo (El Cairo, 1994) y sobre la mujer (Pekín,
1995), donde el Vaticano pudo influir para hacer menos agresivas las
políticas de globalización del aborto y de la ideología de género allí
decididas. En El Cairo, Navarro-Valls no dudó en afirmar públicamente
que el vicepresidente norteamericano Al Gore estaba mintiendo al negar en sus ruedas de prensa el impulso mundial al aborto que introducían los documentos promovidos por la Administración Clinton.
Las memorias de Joaquín Navarro-Valls, que él inició
y luego, bajo su dirección, continuaron dos periodistas de su
confianza, no llegaron a completarse. Siguen inéditas, pero, como afirma
en su aportación Luigi Accattoli -de La Repubblica e Il Corriere della Sera-,
"quien ha heredado el material debe todavía decidir sobre el modo y el
momento adecuado para su publicación". Estas veinte colaboraciones en su
homenaje sirven, mientras tanto, para abrir boca.
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