En el encuentro de este domingo en la catedral de Rabat con sacerdotes, religiosos y consagrados y algunos representantes del Consejo Ecuménico de las Iglesias, Francisco afirmó con inistencia que el tamaño de una comunidad cristiana no es lo que da la medida de su importancia, y descartó el proselitismo como vía de crecimiento.

“Los caminos de la misión no pasan por el proselitismo, que lleva siempre a un callejón sin salida", dijo al comentar la escasa implantación de la Iglesia en Marruecos, "sino por nuestro modo de ser con Jesús y con los demás". Por tanto, “el problema no es ser pocos, sino ser insignificantes, convertirse en una sal que ya no tiene sabor de Evangelio, o en una luz que ya no ilumina”.

Francisco hizo su intervención en italiano, e iba siendo traducida al francés.
En este sentido, rechazó la idea de que sólo se puede ser significativo “si somos la masa y si ocupamos todos los espacios... Somos cristianos porque hemos sido amados y encontrados, y no gracias al proselitismo”, afirmó, según recoge ACI Prensa.

Francisco reconoció que los cristianos son muy pocos: “Para mí esta realidad no es un problema, aun cuando reconozco que a veces la vida pueda resultar difícil para algunos”, dijo. Y se remitió a la parábola evangélica del grano de levadura para afirmar que la comunidad cristiana de Marruecos “es semejante a un poco de levadura que la madre Iglesia quiere mezclar con una gran cantidad de harina, hasta que toda la masa fermente”. La razón es que “Jesús no nos ha elegido y enviado para que seamos los más numerosos. Nos ha llamado para una misión. Nos ha puesto en la sociedad como esa pequeña cantidad de levadura: la levadura de las bienaventuranzas y el amor fraterno donde todos como cristianos nos podemos encontrar para que su Reino se haga presente”.

“Nuestra misión de bautizados, sacerdotes, consagrados, no está determinada principalmente por el número o la cantidad de espacios que se ocupan, sino por la capacidad que se tiene de generar y suscitar transformación, estupor y compasión; por el modo en el que vivamos como discípulos de Jesús, junto a aquellos con quienes compartimos lo cotidiano, las alegrías, los dolores, los sufrimientos y las esperanzas”, añadió el Papa.

Por tanto, al recomendar diálogo a los miembros de la Iglesia en Marruecos, explicó que ese deber de dialogar "no depende de una moda, menos aún de una estrategia para que aumente el número de sus miembros. Si la Iglesia debe entablar un diálogo es por fidelidad a su Señor y Maestro que, desde el comienzo, movido por el amor, ha querido dialogar como amigo e invitarnos a participar de su amistad... Es un diálogo que estamos llamados a realizar a la manera de Jesús, manso y humilde de corazón, con un amor ferviente y desinteresado, sin cálculos y sin límites, respetando la libertad de las personas... Como consagrados, estamos llamados a vivir dicho diálogo de salvación como intercesión por el pueblo que nos ha sido confiado. Es un diálogo que se convierte en oración y que podemos realizar concretamente todos los días en nombre de la fraternidad humana”.

Unos niños se acercaron al finalizar las palabras del Papa y les regaló un rosario, tras lo cual rezó en Angelus.
El Papa cerró su discurso con un llamado a la caridad, “especialmente hacia los más débiles, es la mejor oportunidad que tenemos para seguir trabajando en favor de una cultura del encuentro”.
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