Mártires de Japón
Fiesta de los 26 mártires de Japón que fueron crucificados y alanceados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597
Fiesta de los 26 mártires de Japón que fueron crucificados y alanceados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597
Fiesta de los 26 mártires de Japón que fueron crucificados y
alanceados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597: San Pedro Bautista,
franciscano español, y otros cinco hermanos suyos de hábito, así como
diecisiete japoneses, seglares franciscanos. San Pablo Miki y dos de sus
catequistas, los tres japoneses. Las tensiones políticas y religiosas
surgidas en aquel país desencadenaron una persecución contra los
cristianos, que en algún tiempo habían sido bien acogidos.
Pablo Miki nació en Japón, ingresó en la Compañía de Jesús y predicó
con mucho fruto el Evangelio entre sus conciudadanos. Y he aquí los
datos de los frailes franciscanos: San Pedro Bautista nació en San
Esteban del Valle (Ávila, España) el año 1542. Vistió el hábito
franciscano en Arenas de San Pedro (Ávila). En 1581, ya sacerdote, fue
destinado a Filipinas. Estuvo misionando de paso en México y luego en
Manila.
Con otros compañeros pasó a Japón en 1593, enviado como embajador de
Felipe II ante el emperador Taikosama. Trabajó denodadamente y convirtió
a muchos a la fe. San Felipe de Jesús nació en la Ciudad de México en
1571. Vistió el hábito franciscano en Filipinas y, cuando volvía a
México para recibir la ordenación, el galeón naufragó en aguas de Tosa;
se refugió en el convento de Meaco o Miyako, donde muy pronto lo
arrestaron.
Es patrono de los plateros y el primer mártir y santo mexicano. San
Francisco Blanco nació en Monterrey (Orense, España) hacia 1567. Ingresó
en la Provincia franciscana de Santiago (Galicia). De paso hacia
Filipinas, estuvo algún tiempo en México, donde se ordenó de sacerdote.
Llegó a Japón en 1596. San Francisco de La Parrilla, hermano profeso
laico, nació en 1543 en La Parrilla (Valladolid). Tomó el hábito a la
edad de 21 años. Camino de Filipinas, permaneció un par de años en
México.
En 1593 formó parte del séquito que acompañó a san Pedro Bautista
cuando éste fue a Japón en misión de paz. San Gonzalo García, hermano
profeso laico, nació en la ciudad de Bazaín, en la India Oriental de
Portugal, hacia 1562. Se dedicó al comercio hasta que, en Manila, vistió
el hábito franciscano.
Cuando
san Pedro Bautista fue enviado a Japón, Gonzalo fue incluido en su
séquito como intérprete. San Martín Aguirre de la Ascensión, sacerdote,
nacido en Vergara (Guipúzcoa, España) en 1567, que, siendo estudiante de
teología en la Universidad de Alcalá, vistió el hábito franciscano. Más
tarde pasó a México, camino de Filipinas, y luego llegó a Japón en
junio de 1596.
Seréis mis testigos
De la Historia del martirio escrita por un contemporáneo
Clavados en la cruz, era admirable ver la constancia de todos, a la
que les exhortaban el padre Pasio y el padre Rodríguez. El Padre
Comisario estaba casi rígido, los ojos fijos en el cielo. El hermano
Martín daba gracias a la bondad divina entonando algunos salmos y
añadiendo el verso: A tus manos, Señor. También el hermano Francisco
Blanco daba gracias a Dios con voz clara. El hermano Gonzalo recitaba
también en alta voz la oración dominical y la salutación angélica.
Pablo Miki, nuestro hermano, al verse en el púlpito más honorable de
los que hasta entonces había ocupado, declaró en primer lugar a los
circunstantes que era japonés y jesuita, y que moría por anunciar el
Evangelio, dando gracias a Dios por haberle hecho beneficio tan
inestimable. Después añadió estas palabras:
«Al llegar este momento, no creerá ninguno de vosotros que me voy a
apartar de la verdad. Pues bien, os aseguro que no hay más camino de
salvación que el de los cristianos. Y como quiera que el cristianismo me
enseña a perdonar a mis enemigos y a cuantos me han ofendido, perdono
sinceramente al rey y a los causantes de mi muerte, y les pido que
reciban el bautismo».
Y, volviendo la mirada a los compañeros, comenzó a animarles para el
trance supremo. Los rostros de todos tenían un aspecto alegre, pero el
de Luis era singular. Un cristiano le gritó que estaría en seguida en el
paraíso. Luis hizo un gesto con sus dedos y con todo su cuerpo,
atrayendo las miradas de todos.
Antonio, que estaba al lado de Luis, fijos los ojos en el cielo, y
después de invocar los nombres de Jesús y María, entonó el salmo:
Alabad, siervos del Señor, que había aprendido en la catequesis de
Nagasaki, pues en ella se les hace aprender a los niños ciertos salmos.
Otros repetían: «¡Jesús!, ¡María!», con rostro sereno. Algunos
exhortaban a los circunstantes a llevar una vida digna de cristianos.
Con éstas y semejantes acciones mostraban su prontitud para morir.
Entonces los verdugos desenvainaron cuatro lanzas como las que se
usan en Japón. Al verlas, los fieles exclamaron: «(¡Jesús!, ¡María!)», y
se echaron a llorar con gemidos que llegaban al cielo. Los verdugos
remataron en pocos instantes a cada uno de los mártires.
Oración: Oh Dios, fortaleza de todos los santos, que has llamado a
san Pedro Bautista, a san Pablo Miki y a sus compañeros a la vida eterna
por medio de la cruz, concédenos, por su intercesión, mantener con
vigor, hasta la muerte, la fe que profesamos. Por Jesucristo, nuestro
Señor. Amén.
Artículo publicado originalmente por Franciscanos.org
Aleteia