Beata Ascensión del Corazón de Jesús Nicol Goñi
Buscó sólo en Dios su consuelo, aun en medio de soledades y aridez espiritual
Buscó sólo en Dios su consuelo, aun en medio de soledades y aridez espiritual
Nació en Tafalla (Navarra, España), el 14 de marzo de 1868, última
hija del matrimonio de Juan Nicol y Águeda Goñi. Su padre era
comerciante de calzado y aperos de labranza.
Fue bautizada y se le impuso el nombre de Florentina, por la memoria
de la santa que se celebraba en esa fecha. Recibió la educación propia
de las niñas de su estrato social, y luego fue a Huesca, al centro que
las religiosas Dominicas de la Tercera Orden tenían y que se conocía
como el Beaterio de Santa María Magdalena y Santa Rosa. Allí descubrió
su vocación religiosa.
Cuando tenía 17 años, el 22 de octubre de 1885, fue admitida en la
comunidad de religiosas de Santa Rosa de Huesca. Tuvo un noviciado
feliz, se sentía llena de fervor y desbordante generosidad; todo le
parecía poco para lo que ella anhelaba entregar a Dios; además, lo hacía
con alegría y espontaneidad.
Profesó al año siguiente y recibió el nombre de Ascensión del Sagrado Corazón.
Encontró ciertas dificultades cuando, en 1907, fue nombrada directora
del Externado, pues su carácter jovial y alegre le atraía las muestras
de afecto de las niñas; las superioras consideraron desmedida la
familiaridad amistosa hacia la joven religiosa directora.
Para corregirla, la trasladaron a otros trabajos
comunitarios, donde no tenía necesidad de tratar a las pequeñas. Pasada
esta prueba, regresó a la enseñanza, fortalecida por la práctica de la
virtud de la obediencia.
En 1912 el Gobierno clausuró la Escuela normal de Santa Rosa de
Huesca. Las religiosas se hallaron de pronto sin su trabajo apostólico
de preparación de docentes y sin su fuente de recursos económicos.
Aquí se sitúa el primer encuentro de la madre Ascensión con el padre
dominico fray Ramón Zubieta, que llegó hasta Huesca a buscar religiosas
que quisieran integrarse en el trabajo de la misión de Urubamba y Madre
de Dios en Perú.
Como la orden ya tenía intención de enviar a América, en particular a
Perú, a las religiosas a las que el Gobierno había privado de su
Escuela normal, el proyecto pasó al Consejo de la Casa, mientras el
padre Zubieta recibía en Roma la ordenación como obispo de Aráa (15 de
agosto de 1913).
Se formalizó el proyecto misionero y cinco hermanas del Beaterio de
Santa María Magdalena y Santa Rosa de las Religiosas Dominicas de la
Tercera Orden partieron el 17 de noviembre de 1913; llegaron a Lima el
30 de diciembre, después de hacer escala en Río de Janeiro.
El viaje en barco proporcionó a monseñor Zubieta la oportunidad de
conocer más a fondo a las religiosas, y en particular a la madre
Ascensión, a quien iba a profesar un profundo y afectuoso respeto,
evidente en todas sus cartas.
El Beaterio de Nuestra Señora del Patrocinio de Lima fue escogido
para recibir a las madres de Santa Rosa de Huesca, a las misioneras que
se iban a dedicar al apostolado en su prefectura apostólica de Santo
Domingo del Urubamba y Madre de Dios en Perú. El Beaterio sufría
entonces de relajación y falta de vida regular.
El obispo dispuso que todas se sometieran a las reglas y
constituciones de las madres de Huesca y, el 2 de febrero, nombró a la
madre Ascensión superiora responsable.
Pero la reacción de las hermanas peruanas fue muy enérgica y se
procedió a organizar la elección: el 1 de abril fue elegida para el
cargo de priora por la comunidad del Patrocinio por una mayoría de votos
muy grande.
El espinoso proceso de integración de las dos comunidades de Lima
reclamó la presencia de la madre Ascensión en el Beaterio del
Patrocinio, donde había sido elegida priora.
Las adversidades la condujeron a un desprendimiento mayor y a buscar sólo en Dios su consuelo, aun en medio de soledades y aridez espiritual
A finales de abril de 1918, pasó por Lima el padre Theissling,
maestro de la Orden de Predicadores, en visita canónica; aprobó la obra y
les encomendó la fundación de acuerdo al nuevo Derecho canónico de
1917, pues ya tenían diez religiosas españolas y veinte peruanas, y
contaban ya con cuatro casas.
El padre Osende, o.p., trabajó en las Constituciones y aceleró el proceso jurídico. Así nació la Congregación de las Misioneras Dominicas del Santísimo Rosario.
El 27 de septiembre fueron aprobadas las primeras Constituciones. Y
el 5 de octubre se erigió en Lima la congregación; la madre Ascensión
fue nombrada superiora general. Se decidió que el noviciado se hiciera
en Pamplona (España).
Con ocasión de la visita ad limina de Zubieta al papa
Benedicto XV, la madre Ascensión y la madre Visitación pudieron también
tener la entrevista con el Papa, y le trataron un número importante de
problemas que sólo podían ser resueltos por la Santa Sede. El 25 de
marzo de ese mismo año la Congregación fue agregada a la Orden de
Predicadores.
La desmedida actividad y la falta de descanso habían agotado a
monseñor Zubieta; su salud cedió y finalmente, el 19 de noviembre de
1921, murió santamente, a los 57 años de edad.
La madre Ascensión siempre se negó a que la llamaran fundadora. Para
ella el fundador era mons. Zubieta, pero, al morir éste, recayó sobre
ella toda la responsabilidad de la naciente fundación, así como la
interpretación del carisma de la congregación, a la vez misionero y educativo.
La inauguración del colegio de Sonsonete, en El Salvador, en 1924, marcó el momento de la autonomía de la Congregación.
La madre Ascensión desplegaba una prudencia audaz, unida a su exquisita misericordia,
durante los aciagos tiempos de la guerra civil española, la segunda
guerra mundial y la revolución comunista en China; un gobierno lúcido y
firme al servicio de las religiosas que, con indecibles obstáculos, se
consagraban a la difusión del Evangelio en las misiones y en las
escuelas.
Habían pasado los seis años reglamentarios desde la fundación de la
Congregación y la celebración del primer consejo general; se convocó el
primer capítulo general, donde la madre Ascensión fue elegida priora
general. La Congregación fue tomando forma de institución internacional.
En 1926, a pesar de las reticencias de la madre Ascensión debido a
las necesidades locales, ante la insistencia del obispo del lugar, la
Congregación se hace cargo del Colegio nacional de Cuzco.
Se fundó una comunidad para atender la Escuela de educandas y, por
tanto, la Congregación se abrió a la educación civil, además de la
educación propiamente religiosa.
Más tarde se harán cargo también del Colegio nacional de Arequipa, en 1928, y luego de otro más en Puno.
La congregación recibió la aprobación de Roma ad experimentum por
siete años. La llamada misionera a China se hacía cada vez más
apremiante; en septiembre de 1932, ese proyecto tan deseado podía
iniciarse; al frente de la expedición de China iba la madre Ascensión.
El segundo capítulo general, celebrado en Pamplona, reeligió por
segunda vez a la madre Ascensión; y se dirigió a China por segunda vez.
Otro Beaterio, Santa Rosa de Zaragoza, se incorporó a la
Congregación. Ese año, el 22 de diciembre, Roma permitió a la
Congregación su división en provincias.
El tercer capítulo general volvió a reelegir a la madre Ascensión.
Esta vez su salud ya no tendría los recursos para soportar el peso de
tantas responsabilidades y exigencias.
El 6 de enero del año siguiente se le declaró la enfermedad que la
llevaría a la muerte. El 22 de enero recibió el viático y la extrema
unción, en medio de sufrimientos muy agudos, que sobrellevó con virtud;
murió con fama de santidad el 24 de febrero en la ciudad de Pamplona.
Fue beatificada el 14 de mayo de 2005.
Fuente: Vaticano
Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org
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