El Papa recibió este sábado en la Sala Clementina del Vaticano a los miembros de la Academia Alfonsiana, un Instituto Superior de Teología Moral adscrito a la Pontificia Universidad Lateranense y fundado por los redentoristas en 1949. Cumple, pues, setenta años, durante los cuales, inspirándose "en su patrono celestial, San Alfonso María de Ligorio", recordó Francisco, profundizan en la teología moral "sub lumine Mysterii Christi [a la luz del Misterio de Cristo] tratando de responder a la evolución de la sociedad y las culturas, en constante respeto del Magisterio”, para ayudar a las personas a "encontrar y acoger a Cristo en la concreción de la vida diaria, como Aquel que, liberándonos del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento, hace nacer y renacer en nosotros la alegría”.

Todo ello, en el espíritu que se propone la reforma general de los estudios eclesiásticos planteados por la constitución apostólica Veritatis Gaudium promulgada el 21 de enero de 2018, a saber, asumiendo "como un criterio ‘prioritario y permanente’ la contemplación y la introducción espiritual, intelectual y existencial en el corazón del kerigma, ​​es decir, la siempre nueva y fascinante buena noticia del Evangelio de Jesús”.

"La fidelidad a las raíces alfonsianas de vuestro Instituto os pide ahora un compromiso todavía más convencido y generoso con una teología moral animada por la tensión misionera de la Iglesia en salida”, añadió Francisco, según recoge Aciprensa, evitando "posturas de escuela o juicios formulados ‘lejos de la situación concreta y las posibilidades reales’ de las personas y de las familias” y evitando “una ‘idealización excesiva’ de la vida cristiana que no es capaz de despertar la ‘confianza en la gracia’”.

“San Alfonso se dio cuenta muy pronto", dijo el Papa, "de que no se trataba de un mundo del cual defenderse y menos aún al que condenar, sino sanar y liberar, imitando la acción de Cristo: encarnarse y compartir las necesidades, despertar las expectativas más profundas del corazón, asegurar de que cada uno, por frágil y pecador que sea, está en el corazón del Padre Celestial y es amado por Cristo hasta la cruz”.

Entre algunas referencias más particulares, el Papa pidió a los moralistas dialogar con “las nuevas posibilidades que el desarrollo de las ciencias biomédicas pone a disposición de la humanidad”: “No deberá fallar nunca, sin embargo, el testimonio franco del valor incondicional de cada vida, reafirmando que  la vida más débil e indefensa es precisamente de la que estamos llamados a hacernos cargo de forma solidaria y confiada”.
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