La FAO, la organización mundial de Naciones Unidas para la Alimentación, tiene la sede en Roma y eso facilita que los Pontífices la visiten con cierta frecuencia.
Este jueves 14 de febrero el Papa Francisco participó en esta sede
en la inauguración de la 42° sesión del Consejo de los Gobernadores del
Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), un
organismo especial de Naciones Unidas que busca ayudar especialmente a
la población rural, mejorando su seguridad alimentaria y su economía.
El Papa animó a los delegados a mirar el rostro de los que sufren.
“Me gustaría que pudiéramos mirar sus rostros sin sonrojarnos, porque
finalmente su clamor ha sido escuchado y sus preocupaciones atendidas.
Ellos viven situaciones precarias: el aire está viciado, los recursos
naturales esquilmados, los ríos contaminados, los suelos acidificados;
no tienen agua suficiente para ellos mismos ni para sus cultivos; sus
infraestructuras sanitarias son muy deficientes, sus viviendas escasas y
defectuosas”, afirmó.
Para “vencer la batalla contra el hambre y la miseria”, el Pontífice
subrayó que es necesaria la ayuda de la comunidad internacional, de la
sociedad civil y de cuantos poseen recursos. Pidió asumir "soluciones concretas y reales”.
Recordó que “ya en diciembre de 1964 San Pablo VI, pidió en Bombay
(India) y posteriormente reiteró en otras circunstancias, la creación de
un Fondo mundial para combatir la miseria y dar un impulso decisivo a
la promoción integral de las zonas más depauperadas de la humanidad.
Desde entonces, sus sucesores no hemos cesado de animar e impulsar
iniciativas semejantes, uno de cuyos ejemplos más notorios es el del
FIDA”.
Campesinos que pasan hambre
El Papa señaló la paradoja de que en el mundo hay 821 millones de personas que sufren malnutrición... y muchos de ellos son campesinos en zonas productoras de alimentos.
La clave para acabar con el hambre, por tanto, es promover el
desarrollo de las áreas rurales: “se trata de lograr que cada persona y
cada comunidad pueda desplegar sus propias capacidades de un modo pleno,
viviendo así una vida humana digna de tal nombre”; pero no aplicando un sistema de órdenes que se ejecuten de arriba hacia abajo; "sino trabajando con ellos y para ellos", ya que "un pueblo que recibe una ayuda que genera dependencia no puede desarrollarse".
Fomentar una "ciencia con conciencia"
Pidió fomentar una “ciencia con conciencia” y poner la tecnología realmente al servicio de los pobres: “Las nuevas tecnologías no deben contraponerse a las culturas locales y a los conocimientos tradicionales, sino complementarlos y actuar en sinergia con los mismos”.
Por último, el Santo Padre concluyó su discurso animando a todos los
que trabajan de forma habitual en el Fondo Internacional para el
Desarrollo Agrícola, “para que sus trabajos, desvelos y deliberaciones
sean en beneficio de los descartados y víctimas de la indiferencia y el
egoísmo; y podamos ver la derrota total del hambre y una copiosa cosecha
de justicia y prosperidad”.
En el Foro de los pueblos indígenas
Coincidiendo con las sesiones del Consejo de Gobernadores, se
celebraba la cuarta reunión mundial del Foro de los pueblos indígenas,
convocada por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA).
El Papa pronunció otros discurso para los participantes del Foro,
centrado en el tema “Fomentar los conocimientos y las innovaciones de
los pueblos originarios en pro de la resiliencia al cambio climático y
el desarrollo sostenible”.
El Papa proclamó que sólo un vigoroso sentido de fraternidad
"fortalecerá nuestras manos para socorrer hoy a quienes lo precisan y
abrir la puerta del mañana a las generaciones que vienen detrás de
nosotros". Recordó que Dios creó la tierra para beneficio de todos, para que fuera un espacio acogedor en el que nadie se sintiera excluido y todos pudiéramos encontrar un hogar.
Aprender a vivir en armonía con la tierra
Habló de la importancia de los pueblos indígenas. "Los pueblos
originarios, con su copiosa variedad de lenguas, culturas, tradiciones,
conocimientos y métodos ancestrales, se convierten para todos en una
llamada de atención que pone de relieve que el hombre no es propietario
de la naturaleza, sino solo el gerente, aquel que tiene como vocación
velar por ella con esmero, para que no se pierda su biodiversidad, y el agua pueda seguir siendo sana y cristalina, el aire puro, los bosques frondosos y el suelo fértil".
"Nunca es demasiado tarde para aprender la lección y adquirir un nuevo estilo de vida.
Se trata, dijo, de adoptar una manera de proceder que, dejando atrás
planteamientos superficiales y hábitos nocivos y explotadores, supere el
individualismo atroz, el consumismo convulsivo y el frío egoísmo.
“La tierra sufre y los pueblos originarios saben del diálogo con la
tierra, saben lo que es escuchar la tierra, ver la tierra, tocar la
tierra. Saben el arte del bien vivir en armonía con la tierra. Y eso lo
tenemos que aprender quienes quizás estemos tentados en una suerte de
ilusión progresista a costillas de la tierra. No olvidemos nunca el
dicho de nuestros abuelos: “Dios perdona siempre, los hombres perdonamos algunas veces, la naturaleza no perdona nunca”.
Y lo estamos viendo, por el maltrato y la explotación. A ustedes, que
saben dialogar con la tierra, se les confía el transmitirnos esta
sabiduría ancestral”.
No hay pueblos de primera y de segunda
El Pontífice advirtió de que “en el imaginario colectivo nuestro, también hay un peligro: los pueblos así llamados civilizados “somos de primera” y los pueblos así llamados originarios o indígenas “somos de segunda”.
No. Es el gran error de un progreso desarraigado, desmadrado de la
tierra. Es necesario que ambos pueblos dialoguen. Hoy urge un “mestizaje
cultural” donde la sabiduría de los pueblos originarios pueda dialogar
al mismo nivel con la sabiduría de los pueblos más desarrollados, sin
anular. “Mestizaje cultural” sería la meta hacia la cual tenemos que seguir con la misma dignidad.”
"Si unimos fuerzas y, en espíritu constructivo, dijo por último,
entablamos un diálogo paciente y generoso, acabaremos tomando mayor
conciencia de que tenemos necesidad los unos de los otros; de que una
actuación dañina con el entorno que nos rodea repercute negativamente
también en la serenidad y fluidez de la convivencia; de que los indigentes no pueden seguir padeciendo injusticias y los jóvenes tienen derecho a un mundo mejor que el nuestro y aguardan de nosotros respuestas consecuentes y convincentes".
A los que luchan contra el hambre
Un tercer discurso del Papa se dirigió específicamente al personal de
FIDA (Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola de la ONU) a los
que agradeció “ir contracorriente”, contra la corriente de desigualdad
creciente.
Quiso agradecer a los trabajadores de dicha institución que lucha contra el hambre y la miseria en el mundo por su trabajo silencioso,
“a menudo oculto” – señaló el Papa – “como las raíces de un árbol, no
se ven, pero de ahí viene la savia que nutre toda la planta” puntualizó.
El Santo Padre también les incentivó a “ir adelante", y explicó que
eso significa “continuar su trabajo con un compromiso renovado, sin
cansarse, sin perder la esperanza, sin rendirse a la resignación
pensando que es sólo una gota en el mar” y les mostró que el secreto
para superar los peligros del pesimismo, la mediocridad y la
habitabilidad está en “mantener y alimentar altas motivaciones”. De esta
manera – subrayó – “uno pone entusiasmo en lo que hace día a día”. Un
entusiasmo que puede ser entendido como “poner a Dios en lo que hacemos"
subrayó.
Dios es la clave para no cansarse
El Pontífice, hablando de las experiencias personales, recordó a los
trabajadores de la FIDA que cada uno de nosotros muchas veces hemos
comenzado de nuevo en nuestras vidas al igual que Dios, quien “no se
cansa de empezar de nuevo”, “no se cansa de hacer el bien” y “no se
cansa de dar esperanza”, asegurando que Él “es la clave para no
cansarse”.
Por último, Francisco quiso recordar las palabras de San Juan de la
Cruz cuando dijo "El alma que camina en el amor no aburre a los demás,
ni se cansa a sí misma” para asegurar ante los presentes que “para
avanzar necesitamos amar”, pues quien ama – finalizó el Papa – “tiene la
imaginación para encontrar soluciones donde otros sólo ven problemas”.
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