Pese a que no lleva ni cinco años ordenado como sacerdote la Conferencia Episcopal de Italia ha pedido ayuda a Filippo Cappelli
para que colabore con la pastoral de tiempo libre, turismo y deporte,
pero sobre todo para coordinar el cuidado de esta pastoral de la
carretera.
Este sacerdote de 42 años la conoce perfectamente pues él mismo es un motero que evangeliza montado, entre otras, en su Harley Davidson 1200 tocando los corazones de muchos otros compañeros de viaje con fama de tipos duros. Con ellos organiza peregrinaciones, logra que entren en la iglesia, que participen en las misas, y que reciban una bendición pública tras sus marchas.
Unos frutos concretos
Una de las imágenes más llamativas es ver al padre Cappelli
bendiciendo a los pies del altar cientos de cascos de motoristas que
piden así protección a Dios en la carretera. Pero los frutos van mucho
más allá, y gracias a esta pastoral de la “periferia” ha logrado que varios motoristas regresen a la Iglesia, o que parejas que vivían sin casar hayan decidido por fin comprometerse ante Dios en la Iglesia.
Las motos son solamente una de sus pasiones. El fútbol y el cine se
suman a las dos ruedas. Y tras sentir la vocación al sacerdocio, lejos de sustituir estas aficiones decidió que podía utilizarlas también para llevar a Dios a estos lugares. Y en ello está en este momento.
Aficiones aplicadas a la evangelización
“Después de toda una vida dedicada a la búsqueda, entre el
deporte, la música y el trabajo finalmente mi corazón ha encontrado la
tranquilidad en el sacerdocio. Antes de ingresar en el seminario y
obtener el bachillerato en teología, me gradué en las disciplinas en
artes, música y entretenimiento y luego en filosofía”, cuenta este
sacerdote italiano al semanario Credere.
Además de su trabajo pastoral lleva años ejerciendo también como periodista con artículos sobre cine y fútbol, mientras enseña Religión en dos institutos de enseñanza secundaria.
Sobre cómo compaginar todo esto, este joven sacerdote asegura que “los que aman no sienten el esfuerzo.
O al menos, lo asumen. Está claro que la tarea principal es el cuidado
de una comunidad grande como la de Budrio di Longiano, pero no veo
competencia entre las diversas pasiones. Todo contribuye al bien. Si el
cine es un buen enlace para la catequesis y el enfoque cultural de la
modernidad, la pasión por las motocicletas es una buena manera de ponerse en contacto con los jóvenes y su deseo de libertad.
Por eso tengo dos: una Harley, más ligera. Y una más pesada, una
Triumph Rocket III, de 2.300 centímetros cúbicos. El fútbol es una
pasión que tengo desde niño. A los 16 años cuando vi que no podría ser
jugador, me convertí en árbitro”.
La Iglesia, presente en esta "periferia"
El padre Cappelli considera que su curiosa pastoral con los moteros se debe a que “la fe misma debe estar en la periferia. También porque las iglesias cada vez más vacías se interrogan sobre el cuidado pastoral y las nuevas tierras que conquistar.
En su forma de ver las cosas asegura que considera “fundamental tener tiempo para saludar a todos, uno por uno, pidiendo por su familia, hijos, conociendo sus sueños y deseos”. Y esta confianza le ha abierto el corazón de muchos moteros.
Filippo Cappelli asegura que “en los últimos años algunos han decidido casarse después de un largo periodo de convivencia.
También los hay que nos han pedido acceso a los sacramentos. Otros me
invitan a su casa a cenar para tantear, para nada más. Pero el deseo
permanece, y no cuenta la cantidad de gasolina que se pone en el tanque.
Sólo Dios puede llenar ese deseo. Por eso, cuando me pongo una chaqueta
de cuero, siempre tengo cuidado de que sea vea el alzacuellos. Conduzco y me gusta, pero lo hago como sacerdote.
Es un signo, un mensaje. Significa que todos los caminos en el mundo
serán suficientes para llenar ese deseo de libertad. Con Jesús en el
asiento trasero todo tiene un sabor diferente”.
No sólo las peregrinaciones en moto que organiza se llenan de moteros
sino que sus misas dominicales reciben a muchos feligreses, algunos
provenientes de otros lugares. “Como personaje soy positivo, un
‘defecto’ que he notado en muchos sacerdotes. Dados los muchos
profetas de la desgracia en la política, la economía y la sociedad, creo
que es importante que seguir a Cristo significa vivir en la alegría.
Sí, por supuesto, también está la cruz que todos deben cuidar. Y allí
está el misterio del mal, del pecado. El drama del Viernes Santo debe
leerse a la luz del silencio del Sábado Santo, pero también de la
alegría y el asombro de la Pascua”.
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