
En una extensa misiva, el Obispo de Roma expresa su deseo que la
Pontificia Academia para la Vida sea un lugar lleno de valentía para la
interacción y el diálogo al servicio del bien de todos, porque – explica
– “ser miembros del único género humano exige un enfoque global y nos
pide a todos que abordemos las cuestiones que surgen en el diálogo entre
las diferentes culturas y sociedades, que están cada vez más
estrechamente relacionadas en el mundo de hoy”.
Fraternidad, un verdadero “tesoro escondido”
Parte del concepto de que “la comunidad humana ha sido el sueño de
Dios desde antes de la creación del mundo la Carta del Pontífice al
Presidente de la Pontificia Academia para la Vida. Y es necesario ser
“ser cada vez más conscientes de nuestro común origen en la creación y
el amor de Dios”. “La gran familia de la humanidad se reconoce a sí
misma en el misterio de la generación – escribe Francisco y de hecho, –
prosigue – “entre las criaturas humanas la iniciación familiar en la
fraternidad puede ser considerada como un verdadero tesoro escondido,
con vistas a la reorganización comunitaria de las políticas sociales y a
los derechos humanos, tan necesarios hoy en día”.
La pasión de Dios por la criatura humana
“En nuestro tiempo- continúa el Papa – , la Iglesia está llamada a
relanzar vigorosamente el humanismo de la vida que surge de esta pasión
de Dios por la criatura humana”, hecha a su imagen, y es precisamente
“la relación entre hombre y mujer el lugar por excelencia en el que toda
la creación se convierte en interlocutora de Dios y testigo de su
amor”.
La historia de la Academia Pontificia
“El compromiso para comprender, promover y defender la vida de todo
ser humano toma su impulso de este amor incondicional de Dios”. Y en
este sentido, Francisco habla de la “historia apasionada y fecunda” que
ha “animado la actividad de la Pontificia Academia para la Vida desde su
fundación hace veinticinco años” que, siguiendo la recomendación del
siervo de Dios y gran científico Jérôme Lejeune quien “consideró
oportuno sostener un compromiso más estructurado y orgánico en este
frente”. Y fue de esta manera – continúa la carta del Pontífice –“que la
Academia pudo desarrollar iniciativas de estudio, formación e
información para que quede de manifiesto que la ciencia y la técnica,
puestas al servicio de la persona humana y de sus derechos
fundamentales, contribuyen al bien integral del hombre y a la
realización del proyecto divino de salvación”.
Cisma entre individuo y comunidad humana
Esta “pasión por lo humano” encuentra en este momento de la historia
serias dificultades”, prosigue la carta, que pone en evidencia “la
desconfianza recíproca entre los individuos y entre los pueblos” que “se
alimenta de una búsqueda desmesurada de los propios intereses y de una
competencia exasperada, no exenta de violencia”. “La distancia entre la
obsesión por el propio bienestar y la felicidad compartida de la
humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está
produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad
humana”. Francisco recuerda entonces que en la Encíclica Laudato si’ resaltó”
el “estado de emergencia en el que se encuentra nuestra relación con la
tierra y los pueblos” y explica que “es una alarma causada por la
falta de atención a la gran y decisiva cuestión de la unidad de la familia humana y su futuro”.
La paradoja: degradación espiritual y progreso tecnológico
Esta emergencia revela una paradoja, dice el Papa, y se pregunta por
qué cuando los recursos económicos y tecnológicos “nos permitirían
cuidar suficientemente de la casa común y de la familia humana” – , y
señala que son precisamente ellos los que provocan “nuestras divisiones
más agresivas y nuestras peores pesadillas. “Los pueblos sienten aguda y
dolorosamente, aunque a menudo confusamente, la degradación espiritual
—podríamos decir el nihilismo— que subordina la vida a un mundo y a una
sociedad sometidos a esta paradoja. La tendencia a anestesiar este
profundo malestar, a través de una búsqueda ciega del disfrute material,
produce la melancolía de una vida que no encuentra un destino a la
altura de su naturaleza espiritual”.
Tarea difícil para la Iglesia
Francisco se refiere la dificultad de reabrir el horizonte
humanístico, “incluso dentro de la Iglesia”. “Debemos preguntarnos
seriamente – dice – si hemos hecho lo suficiente para dar nuestra
contribución específica como cristianos a una visión de lo humano que es
capaz de sostener la unidad de la familia de los pueblos en las
condiciones políticas y culturales actuales”.
Reaccionar frente a la división y la indiferencia
“El pueblo cristiano, haciendo suyo el grito de sufrimiento de los
pueblos, debe reaccionar ante los espíritus negativos que fomentan la
división, la indiferencia y la hostilidad. Tiene que hacerlo no solo por
sí mismo, sino por todos.
“
La rehabilitación de la criatura de Dios en la feliz esperanza de su
destino tiene que llegar a ser la pasión dominante de nuestro anuncio ”
Perseguir una nueva perspectiva ética universal
Francisco señala que “es urgente que los ancianos crean aún más en
sus mejores “sueños” y que los jóvenes tengan “visiones” capaces de
impulsarles a comprometerse con valentía en la historia”. Y agrega que
el objetivo a perseguir a nivel cultural es “una nueva perspectiva ética
universal, atenta a los temas de la creación y de la vida humana”. No
podemos – agrega el Papa – continuar por el camino del error que se ha
seguido en tantas décadas de deconstrucción del humanismo, identificado
con toda ideología de voluntad de poder, que se sirve del firme apoyo
del mercado y la tecnología, por ello hay que combatirla a favor del
humanismo.
Diversidad humana es bien absoluto
“La diversidad de la vida humana es un bien absoluto, digno de ser
custodiado éticamente y muy valioso para la salvaguardia de toda la
creación. El escándalo está en que el humanismo se contradiga a sí
mismo, en lugar de inspirarse en el acto del amor de Dios. El Papa
exhorta a la Iglesia a “primero redescubrir la belleza de esta
inspiración y empeñarse con renovado entusiasmo”.
La construcción de una fraternidad universal
Francisco advierte que “es hora de relanzar una nueva visión de un
humanismo fraterno y solidario de las personas y de los pueblos”. la
conciencia y los afectos de la criatura humana no son de ninguna manera
impermeables ni insensibles a la fe y a las obras de esta fraternidad
universal, porque “una cosa es resignarse a concebir la vida como una
lucha contra antagonismos interminables, y otra cosa muy distinta es
reconocer la familia humana como signo de la vitalidad de Dios Padre y
promesa de un destino común para la redención de todo el amor que, ya
desde ahora, la mantiene viva”.
“ Todos los caminos de la Iglesia conducen al hombre ”
La tutela de la vida
Son de consuelo “los signos de la acción de dios en el tiempo
presente”, dice el Papa. Entre ellos los indicados por San Juan Pablo II
que indicaba “los gestos de acogida y defensa de la vida humana, la
difusión de una sensibilidad contraria a la guerra y a la pena de
muerte”, el “interés creciente por la calidad de la vida y la ecología” y
la “difusión de la bioética”. Y en estos 25 años, la comunidad
científica de la Pontificia Academia para la Vida ha demostrado, “cómo
precisamente desde esta perspectiva puede ofrecer su alta y calificada
contribución”.
“Prueba de ello – dice el Papa – es el compromiso con la promoción y
protección de la vida humana en todo su desarrollo, la denuncia del
aborto y de la supresión de los enfermos como males gravísimos que
contradicen el Espíritu de vida y nos hunden en la anti-cultura de la
muerte. “Hay que continuar en esta línea, – afirma Francisco – prestando
atención a otros desafíos que la coyuntura contemporánea presenta para
la maduración de la fe, para una comprensión más profunda de la misma y
para una comunicación más adecuada a los hombres de hoy”.
Incorporar el anuncio del Evangelio en la experiencia concreta
El futuro de la Academia “es hacer nuestro el lenguaje y la historia
de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, incorporando el anuncio del
Evangelio en la experiencia concreta”, como el Concilio Vaticano II ya
nos indicó con determinación. Y para comprender “el sentido de la vida
humana”, hay que hacer referencia a la “dinámica de la generación” para
evitar de esta manera “reducir la vida a un concepto puramente biológico
o a una idea universal abstraída de las relaciones y de la historia”.
Hoy “el umbral del respeto fundamental de la vida humana está siendo
transgredido hoy en día de manera brutal, no solo por el comportamiento
individual, sino también por los efectos de las opciones y de los
acuerdos estructurales”. “La organización de las ganancias económicas y
el ritmo de desarrollo de las tecnologías ofrecen posibilidades nuevas
para condicionar la investigación biomédica, la orientación educativa,
la selección de necesidades y la calidad humana de los vínculos”
continúa el Papa evidenciando que “la posibilidad de orientar el
desarrollo económico y el progreso científico hacia la alianza del
hombre y de la mujer, para el cuidado de la humanidad que nos es común, y
hacia la dignidad de la persona humana, se basa ciertamente en un amor
por la creación que la fe nos ayuda a profundizar e iluminar”.
“La perspectiva de la bioética global, con su amplia visión y su
atención a las repercusiones del medio ambiente en la vida y la salud,
constituye una notable oportunidad para profundizar la nueva alianza del
Evangelio y de la creación”.
Enfoque global
No tengan miedo – dice el Papa – de elaborar argumentos y lenguajes
que puedan ser utilizados en un diálogo intercultural e interreligioso,
así como interdisciplinar” e insta al mismo tiempo a participar “en la
reflexión sobre los derechos humanos, que son un punto central en la
búsqueda de criterios universalmente compartidos”.
Nuevas tecnologías no oscurezcan la alegría de la fraternidad
Otro frente en el que hay que profundizar la reflexión, dice el Papa,
sobre todo es el de las nuevas tecnologías hoy definidas como
“emergentes y convergentes”. Son las tecnologías de la información y de
la comunicación, las biotecnologías, las nanotecnologías y la robótica.
“Ante todo, es necesario comprender los cambios profundos que se
anuncian en estas nuevas fronteras, con el fin de identificar cómo
orientarlas hacia el servicio de la persona humana, respetando y
promoviendo su dignidad intrínseca”.
Finalmente, “la medicina y la economía, la tecnología y la política
que se elaboran en el centro de la ciudad moderna del hombre, deben
quedar expuestas también y, sobre todo, al juicio que se pronuncia desde
las periferias de la tierra” afirma Francisco, notando que estos
“extraordinarios recursos puestos a disposición de la criatura humana
por la investigación científica y tecnológica corren el riesgo de
oscurecer la alegría que procede del compartir fraterno y de la belleza
de las iniciativas comunes, que les dan realmente su auténtico
significado”. Debemos reconocer que la fraternidad sigue siendo la
promesa incumplida de la modernidad. La fuerza de la fraternidad, que la
adoración a Dios en espíritu y verdad genera entre los humanos, es la
nueva frontera del cristianismo.
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