En la catedral del Buen Pastor en San Sebastián, el obispo José
Ignacio Munilla ha explicado en una homilía a la vez didáctica y
teológica, el origen y la importancia del dogma de María Madre de Dios, que se celebra litúrgicamente el primer día del año.
"Invocamos a María, nada más y nada menos, que como María, Madre de Dios. ¿Cuántas veces hemos repetido esa expresión rezando el Avemaría?", ha planteado el obispo.
"Ese título, el de María, Madre de Dios, es la clave la mariología.
El resto de los dogmas marianos, el de la virginidad perpetua, el de la
asunción a los cielos, el de la Inmaculada son consecuencias de esa
afirmación", señaló.
Munilla recordó que "en el siglo IV, de manera generalizada, ya se
oraba a María como Madre de Dios. Tenemos un papiro de Egipto, del 250
d.C., que es la oración que hoy conocemos como Sub Tuum Presidium: 'bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios...'"
El pueblo rezaba así, pero la Iglesia no había explicitado esa enseñanza en su Magisterio.
En el año 428, en la catedral de Constantinopla, predicó el predicador Proclo y escuchaba el Patriarca Nestorio. "Al terminar, Proclo invocó a María como Madre de Dios, pero aquello molestó al Patriarca,
que tomó la palabra y dijo que eso no le parecía correcto, que aunque
el pueblo hablase de Santa María, Madre de Dios, no era correcto. Que
había que decir que María es madre de la humanidad de Jesús. Sería
'madre del templo, pero no del Dios que está dentro del templo': así lo
explicaba él. Se armó un gran revuelo, algunos hablaban en voz alta. Y un abogado de Constantinopla que se llamaba Eusebio y debía ser todo un personaje, se puso de pie y gritó: el Verbo eterno, por segunda vez, nació de la Virgen María".
(Se refería a que el Verbo es engendrado por el Padre, pero
"según la carne", una "segunda generación o engendramiento", en la
Virgen. No hablaba de partos ni nacimientos).
"Parte de la Iglesia llegó a la convicción de que el Patriarca
Nestorio era hereje, y la gente dejó de ir a sus actividades. San Cirilo
de Alejandría fue el obispo elegido por Dios para explicar y defender
la conveniencia de llamar a María Madre de Dios", explicó el obispo
Munilla.
"Él explicó que cuando se es madre, se es madre de una persona, no únicamente de un cuerpo.
Cuando decimos que somos padres de un hijo, ya sabemos que hemos
engendrado su cuerpo, no su alma, que es infundida por Dios. Pero a nadie se le ocurre decir 'soy padre del cuerpo de mi hijo'."
San Cirilo insistió en que en Jesús hay una única persona "que sin
dejar de ser Dios ha tomado la condición humana, y María, por la
Encarnación, se ha hecho madre de esa única persona". Desde que se ha encarnado, el Dios hecho hombre, todo él, tiene a María por madre.
En esta controversia, el Papa Celestino I decidió a favor de San
Cirilo y en contra de Nestorio. "Nestorio divide a Cristo como si en
Cristo hubiera dos personas y María fuera madre de sólo una y no de
otra", señaló el Papa. "En Cristo hay una sola persona y María es madre de esa persona. Y es madre de Dios porque esa persona es divina".
Munilla explicó entonces que "en el año 431, dos años y medio después
del incidente de la catedral, se celebró el Concilio de Éfeso para
reafirmar esta enseñanza. Se reafirmó que en Jesús no hay dos sujetos,
uno humano y otro divino, sino una única persona divina que ha tomado la
naturaleza humana, y María, por la encarnación, es madre de esa única
persona".
La mariología afecta a la cristología porque, ¿quién es Cristo?
"¿Quién murió por nosotros? ¿El Dios hecho hombre? ¿O un hombre Jesús, dentro del cual habitaba Dios? ¡Es Dios hecho hombre el que ha entregado su vida por nosotros!", exclamó Munilla.
"Es conmovedor, hermoso, ver a un pueblo de Dios como aquel, al que
le importaba la fe, que no se dejaba arrastrar, como ocurre en nuestros
días, por ideologías que nos distaren de lo principal. Les importaba la
fe y la caridad. Hubo en Éfeso una gran fiesta con antorchas, el pueblo rodeando el lugar donde la Iglesia hizo la profesión de fe. Dios no se ha superpuesto en la condición humana, sino que se ha integrado plenamente en ella".
El obispo de San Sebastián finalizó con una breve oración a la
Virgen: "María, Madre de Dios, te pedimos que nos ayudes a entender el
misterio de Jesús, que cuides este año nuevo, nuestra fe, que nos ayudes
a dar lo mejor de nosotros mismos en la caridad, que en este día que
oramos por la paz, María, Madre de la Paz, te pedimos que custodies la paz de nuestros pueblos y nos hagas instrumentos de paz".
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