
“En este mundo turbulento, este año el barco de la Iglesia ha vivido y vive tiempos difíciles, y ha sido golpeado por tormentas y huracanes”,
aseguró el Papa al inicio de su discurso a la Curia. Y aunque el tema
de la inmigración y la persecución a los cristianos fueron tratados por
el Pontífice fue el de los abusos el que más centró su atención.
"No temen a Dios ni a su juicio"
El Papa Francisco denunció que “hoy hay ‘ungidos del Señor’, hombres
consagrados, que abusan de los débiles, valiéndose de su poder moral y
de la persuasión. Cometen abominaciones y siguen ejerciendo su ministerio como si nada hubiera sucedido;
no temen a Dios ni a su juicio, solo temen ser descubiertos y
desenmascarados. Ministros que desgarran el cuerpo de la Iglesia,
causando escándalo y desacreditando la misión salvífica de la Iglesia y
los sacrificios de muchos de sus hermanos”.

Llevar a los abusadores a la Justicia
"Está claro que, ante estas abominaciones, la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes", dijo el Papa. Además, insistió en que la Iglesia no intentará nunca encubrir o subestimar ningún caso.
Francisco recordó que en el pasado es “innegable” que algunos
responsables ya fuera por incredulidad, falta de preparación o
inexperiencia, “debemos juzgar el pasado con la hermenéutica del
pasado”, trataron muchos casos sin la debida seriedad o preparación. “Esto nunca debe volver a suceder. Esta es la elección y decisión de toda la Iglesia”, sentenció.
También se dirigió a los autores de estos crímenes. “A los que
abusan de los menores, me gustaría decirles: convertíos y entregaos a la
justicia humana, y preparaos para la justicia divina, recordando
las palabras de Cristo: ‘Al que escandalice a uno de estos mis pequeños
que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al
cuello y lo arrojasen al fondo del mar’. ¡Ay del mundo por los
escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, pero ¡ay del hombre
por el que viene el escándalo!”.
El Papa recordó el encuentro que tendrá con todos los presidentes de
las conferencias episcopales del mundo en febrero para abordar esta
crisis de los abusos. “La Iglesia reiterará su firme voluntad de
continuar, con toda su fuerza, en el camino de la purificación. La
Iglesia se cuestionará a sí misma, también utilizando expertos, sobre
cómo proteger a los niños; como evitar estos casos, cómo tratar y
reintegrar a las víctimas, cómo fortalecer la formación en los
seminarios. Intentaremos convertir los errores cometidos en
oportunidades para erradicar ese flagelo no sólo del cuerpo de la
Iglesia sino también del de la sociedad”.
“De hecho, si esta grave calamidad ha golpeado a algunos ministros consagrados, uno se pregunta: ¿cómo podría ser de profundo en nuestras sociedades y en nuestras familias? Por
lo tanto, la Iglesia no se limitará a cuidarse a sí misma, sino que
intentará enfrentar este mal que causa la muerte lenta de tantas
personas, en el nivel moral, psicológico y humano”, añadió el Papa.
El Pontífice también quiso hablar de otra “aflicción”, la
“infidelidad” de que aquellos que “traicionan su vocación, su juramento,
su misión, su consagración a Dios y a la Iglesia; aquellos que se esconden detrás de buenas intenciones para apuñalar a sus hermanos y sembrar discordia, división y el desconcierto;
personas que siempre encuentran justificaciones, incluso lógicas,
incluso espirituales, para continuar caminando sin problemas el camino
de la perdición”.
Otras aflicciones que citó el Papa fueron el drama de los inmigrantes
y la nueva era de mártires. Sobre el primero de los asuntos clamó:
“¡Cuántos inmigrantes, obligados a abandonar su tierra natal y arriesgar
sus vidas se encuentran con la muerte, o los que sobreviven, encuentran
las puertas cerradas y a sus hermanos en la humanidad comprometidos con
las conquistas políticas y el poder! ¡Cuánto miedo y prejuicio!”.
También habló de la “nueva era de mártires”. “Parece que la
persecución cruel y atroz del imperio romano no tiene fin. Los nuevos
Nerones nacen continuamente para oprimir a los creyentes, solo por su fe
en Cristo. Los nuevos grupos extremistas se están multiplicando,
apuntando a iglesias, lugares de culto, ministros y simples. ¡Cuántos
cristianos todavía viven hoy bajo el peso de la persecución, la
marginación, la discriminación y la injusticia en muchas partes del
mundo! Sin embargo, continúan valientemente abrazando la muerte para no
negar a Cristo. ¡Qué difícil es hoy vivir la fe libremente en muchas partes del mundo donde faltan la libertad religiosa y la libertad de conciencia!”, afirmó.
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