

Donner sa vie [Dar la propia vida] plantea una pregunta: "¿Por quién y por qué quieres dar tu vida?".
-Usted ha decidido escribir un libro sobre la
vocación, de interés para todos. ¿Quién es "llamado" entre los
cristianos? ¿No lo son sólo los sacerdotes y religiosos y religiosas?
-Se asocia "vocación" a "vida consagrada", lo que hace que muchos
digan que esto nos les concierne. Sin embargo, Dios tiene un proyecto de
felicidad para cada uno de nosotros. Todas las vidas son preciosas, incluso la más frágil, porque cada una de ellas tiene una misión en este mundo.
Es una intuición que también los no creyentes pueden compartir: hay una
llamada que resuena en el corazón de cada hombre para que entregue su
vida al servicio de un bien mayor.
»A todos nos conmovieron el martirio del padre Hamel, o el sacrificio del coronel Beltrame o la muerte en servicio de Geoffroy Henry,
bombero de París. Hay algo que nos toca en los más hondo ante estos
testimonios de vidas entregadas por el prójimo. Es verdad que las
circunstancias son excepcionales. Pero estos ejemplos nos hacen
redescubrir la fecundidad de una vida que se da, que está al servicio de
los otros… También experimentamos una alegría especial cuando nos
entregamos realmente en lo que se nos pide vivir en ese preciso
instante: estudios, trabajo, vida de familia, servicio, compromisos… Nuestra alegría se mide en aras de nuestra generosidad. Esta es, en el fondo, nuestra primera vocación, grabada en el corazón de cada hombre: amar es "darlo todo y darse a uno mismo", según las palabras de Santa Teresa de Lisieux.
La cantante canadiense Natasha St-Pier ha puesto música y voz a
diversos textos de Santa Teresita del Niño Jesús, entre ellos éste que
cita el padre Grosjean: «Amar es darlo todo y darse uno mismo»,
estribillo de su reciente tema Aimer c'est tout donner.
»Esta es, por consiguiente, la primera decisión que tenemos que
tomar, que se ofrece a todos y que marca el rumbo de toda una
existencia: "¿Estoy preparado para entregar mi vida, para darme en esta
vida? ¿Para qué y por quién estoy dispuesto a comprometerme, a entregar mi vida?".
Discernir la propia vocación es, en el fondo, responder a esta
pregunta, escuchando los deseos profundos que el Señor ha depositado en
mi corazón.
-¿Por qué hablar hoy de vocación? ¿Podemos comprometernos, hoy en día, con una elección que determine toda nuestra existencia?
-La grandeza del hombre y de la mujer es su libertad, es decir, su
capacidad de elegir, entregarse, comprometerse. Cierto, somos frágiles.
Cierto, este "sí" que pronunciamos un día tiene que renovarse
continuamente, fortalecido por los sacramentos y alentado por la
compañía de quienes caminan con nosotros. Cierto, este "sí" será
puesto a prueba por las dificultades, las tempestades interiores y
exteriores que tengamos que atravesar a lo largo de la vida. Pero este
"sí" es posible. Una vida que se entrega no es una vida fácil, pero es
una vida hermosa que dará frutos.
»Algunos de los grandes "síes" de nuestra existencia pueden
prepararse desde temprana edad, cuando descubrimos, en la experiencia de
la entrega de uno mismo, la alegría que de ello resulta. La vida de
familia, la fidelidad al deber según estemos estudiando o trabajando, la
perseverancia en la edificación de una fe personal y viva, el
aprendizaje al servicio en el escultismo o en las asociaciones
caritativas, la atención a los demás y el sentido de compromiso
desarrollados en los deportes de equipo o en los grupos de amigos…, todo
esto es de gran valor para prepararse a los grandes compromisos que
marcarán nuestra vida. Los "pequeños síes", preparan a los "grandes síes".
-Un vídeo se ha vuelto viral recientemente:
Jacqueline Jencquel anunciaba que quería poner fin a su vida, aun
disfrutando de buena salud. Por su parte, usted afirma que la verdadera
libertad no consiste en "vivir la propia vida adueñándose de ella", sino
dándola…
-Esta señora no soporta la idea de que la edad o la enfermedad
disminuyan su capacidad de vivir de manera independiente. Con palabras
muy crudas y violentas rechaza esta posibilidad. Creo que es muy triste.
E insultante hacia todas las personas que viven con límites. ¿Significa
que la vida de estas personas no tiene sentido? ¿Que se han convertido
en personas "inútiles", en un peso para la sociedad que, por lo tanto,
tiene que deshacerse de ellas? Vemos bien hacia dónde lleva todo esto… El
verdadero progreso no es eliminar la fragilidad en nuestro mundo, sino
permitir que cada persona ame y sea amada hasta el final, en el
corazón mismo de la fragilidad. ¿Cuál es el papel de la sociedad?
¿Ayudar a "eliminar" a quienes ya no ven la belleza de la vida, o
ayudarles a que vuelvan a encontrar, a dar un sentido a su vida? ¿Es
realmente la única esperanza que podemos ofrecer, un suicidio asistido
limpio y rápido? Si alguien se quiere tirar desde un puente y os pide
que le empujéis, ¿qué le responderíais? Con el pretexto de respetar su
libertad, ¿dejaríais que se tirara? ¿Le empujaríais? ¿O le agarraríais
mientras llega la ayuda? ¿Intentaríais convencerle de que vale la pena
seguir viviendo?

Jacqueline Jencquel tiene 74 años y está en perfecto estado de
salud. Ha anunciado que se quitará la vida en enero o febrero de 2020 en
Suiza, en un centro de suicidio asistido, para evitar dolencias
futuras.
»Dado que está totalmente sana, me gustaría que la Sra. Jenquel
pudiera conocer a asociaciones que ayudan a los más pequeños, a los más
frágiles, a los más pobres, y que pudiera ayudarlas dedicándoles su
tiempo. Tal vez encontraría la alegría de servir… sin duda, volvería a
encontrar la alegría de vivir. Descubriría que aún puede dar y darse. Descubriría que otros la necesitan y que su vida sigue siendo preciosa.
-¿No se puede ser ateo y comprometido al mismo tiempo? ¿Qué pueden aportar de más los católicos?
-Cierto, ¡los católicos no tienen el monopolio de la entrega de sí
mismos! Lo vemos todos los días y esto es lo que hace que sea hermoso:
esta vocación al don de uno mismo es común a todos. Los cristianos lo
comprenden como un llamamiento del Señor, como un modo de seguirLe. Es
Él quien nos ha mostrado el ejemplo perfecto: "No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos", les dice a los apóstoles antes de su
Pasión. Amar a Jesús, seguir a Jesús, es tomar este camino e intentar
amar como Él nos ha amado. Creemos también que es el Señor quien nos
hace capaces de darnos total y fielmente, a pesar de nuestras
debilidades y límites. Es sin duda lo que nos da la audacia de
comprometernos "para siempre" en el matrimonio o la vida consagrada:
sabemos que es Dios quien nos da la capacidad para llevar adelante la vocación a la que nos ha llamado.
-El debate sobre el matrimonio de los sacerdotes
se relanza con frecuencia. Autorizar el matrimonio de los consagrados
resolvería el problema de la caída de vocaciones. En su opinión, ¿es una
solución?
-No hay crisis de vocaciones. Hay una crisis de fe. Si hay
menos sacerdotes, es porque hay menos cristianos. ¿Como comprender el
sentido de esta vocación consagrada si no hay fe? El sacerdote entrega
su vida por nosotros para mostrar el camino del Cielo, como decía el
santo cura de Ars. Si no creemos en el Cielo, si no creemos que hay un camino para llegar a él, entonces no podemos comprender el sacerdocio.
Lo consideraremos sólo un oficio más, para el que hay que sacrificarlo
todo… Pero si comprendemos lo que hay en juego para cada vida, si
creemos que este mundo tiene necesidad de ser salvado, si creemos de
verdad que Cristo ha dado su vida para que todos sean salvados, y que
esta salvación debe ser acogida por cada uno, ya que el amor nos deja
libres…, entonces podremos comprender la necesidad de que entreguemos
todo. Renunciar a tener una esposa e hijos para entregarse total y
radicalmente a todos, al servicio de la vocación de cada uno… ¡todo por
todos! siguiendo a Cristo… ¡Este es el significado de nuestro celibato sacerdotal!
Sólo Dios puede pedirnos renunciar a este amor conyugal -cuyo impulso,
sin embargo, está inscrito en nuestra naturaleza humana-, para llamarnos
a otro amor. El sacerdote no renuncia a amar, sino que está llamado a
amar siguiendo a Jesús, como Jesús. Cuando nos ha llamado, Dios nos ha
dado también la gracia.

»Cada vocación implica renuncias, y tienen sentido sólo si están al
servicio de un bien más grande. Y es de este bien, de esta alegría, de
lo que hay que hablar sobre todo. Quien es fiel a su esposa aceptar
renunciar a todas las otras mujeres porque encuentra su alegría en este
don total y único; su entrega está al servicio de la felicidad de su
esposa, que se descubre amada de un modo que es único. Y lo mismo a la
inversa. La fidelidad no es vivida como una frustración, sino como un
medio al servicio de la felicidad de la pareja. Lo mismo vale para el
celibato de los sacerdotes. Este celibato -renuncia exigente y
profunda-, no es frustrante si se vive como el medio para darse
totalmente a Dios y a los otros. Está al servicio de otra alegría,
de una misión. Pero se convierte en una carga cuando el sacerdote ya no
es feliz en su ministerio, que ha perdido su significado.
-¿Qué puede decir a todos los que ahora creen
que soportan su vida: celibato no elegido, pruebas de todo tipo? ¿A los
que piensan que se han equivocado de camino, o que "han perdido el
tren"?
-El reto está en acoger poco a poco lo que somos y nuestra vida tal
como nos ha sido dada, descubriendo que siempre podemos, de una forma u
otra, darla. A mi alrededor hay personas que, por razones distintas,
viven un celibato no elegido. Comprendo el sufrimiento que pueden vivir,
el vacío o el sentimiento de injusticia. Pero admiro profundamente el
modo cómo han aprendido, lentamente, a vivir esta realidad, a aceptarla,
dando otra fecundidad a su vida. Nunca es demasiado tarde para aprender a darse. Cada vida -incluso las que han sufrido más-, es hermosa cuando se entrega.
Y cuando lleguemos al Cielo nos sorprenderemos de la fecundidad de
estas vidas, de esta fidelidad a darse en lo cotidiano, en el servicio a
los otros, por esta causa, por el bien común, por los más frágiles… Es
lo que deseo para todos: que cada uno pueda decir, en el anochecer de la
propia vida, a pesar de todas las heridas recibidas y los errores
cometidos: "Realmente he intentado amar… ¡he dado todo, me he dado por
entero!". Creo realmente que esto es lo que llamamos una vida plena: una
vida dada.
Traducción de Elena Faccia Serrano.
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