El Papa Francisco ha querido tener durante su primer día de visita por las repúblicas bálticas un encuentro con los jóvenes. Más de 30.000 de ellos escucharon atentamente al Papa y le acompañaron en la Plaza de la Catedral de Vilnius, en Lituania.

Dirigiéndose a todos los jóvenes presentes, Francisco les ha recordado que nadie puede “salvarse sólo”, pues todos estamos interconectados, “en red”. Además, ha pedido a los jóvenes que no permitan que el mundo les haga creer “que es mejor caminar solos” y que no cedan a la tentación “de ensimismarse”, “de volveros egoístas o superficiales ante el dolor, la dificultad o el éxito pasajero”.

 “Lo que le pasa al otro, me pasa a mí” –agregó Francisco-  animándoles a ir “contra la corriente de ese individualismo que aísla, que nos vuelve egocéntricos y vanidosos, preocupados solamente por la imagen y el propio bienestar”.

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Según recoge Vatican News, el Papa recomendó a los jóvenes lituanos “apostar por la santidad” desde el encuentro y la comunión con los demás, “atentos a sus necesidades”, pues la “verdadera identidad supone la pertenencia a un pueblo” recalcando que “no existen identidades ‘de laboratorio’ ni identidades ‘destiladas’”.

Oración y canto: armas muy poderosas
El Pontífice ha dicho a los jóvenes que hay “armas poderosas” que el Señor da, como por ejemplo “el coro, la oración familiar, la misa, la catequesis y la ayuda a los más necesitados”.

Concretamente, Francisco destacó “la oración y el canto” porque tienen el poder de hacer que no nos encerremos en la inmanencia de este mundo. “Practicando la música os abrís a la escucha y a la interioridad, os dejáis impactar de tal modo en la sensibilidad y eso es siempre una buena oportunidad para el discernimiento”.

En esta línea, el Papa ha advertido que si bien es cierto que en ocasiones la oración “puede ser una experiencia de batalla espiritual”, es allí donde aprendemos “a escuchar al Espíritu, a discernir los signos de los tiempos y a recuperar las fuerzas para seguir anunciando el Evangelio hoy”.

La fragilidad de otros nos ubica
En el discurso del Santo Padre a los jóvenes lituanos también hubo espacio para animarles a que “ayuden a los demás”, pues hay gente en la vida que lo pasa mal – les ha dicho – incluso mucho peor que nosotros”. Es viendo la fragilidad de otros lo que hace que nos “ubiquemos” y evita que vivamos “lamiéndonos las propias heridas”. “Cuántos jóvenes se van del país por falta de oportunidades, cuántos son víctimas de la depresión, el alcohol y las drogas. Cuántas personas mayores solas, sin nadie con quien compartir el presente y miedosas de que vuelva el pasado” ha detallado Francisco, exhortándoles a responder a esos desafíos con “la presencia” y con “el encuentro con los demás”.

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Francisco también incidió en que aunque a veces creer en Jesús implique dar saltos de fe en el vacío o lleve a que se cuestionen, a salir de sus esquemas, haciéndoles sufrir y sintiéndose tentados por el desánimo, deben “ser valientes”. “Seguir a Jesús es una aventura apasionante – ha afirmado – que llena nuestra vida de sentido, que nos hace sentir parte de una comunidad que nos anima y acompaña, que nos compromete a servir”.

Es por eso que el Papa les ha expresado que “vale la pena seguir a Cristo”, y que no tengan miedo de decidirse por Jesús ni de formar parte de la revolución a la que él nos invita: “la revolución de la ternura”.

La vida no es un videojuego
Con su discurso, el Papa también ha querido aclarar a la juventud que la vida no es un “videojuego” en el que alguien gana la partida, sino que mide otros tiempos; tiempos parecidos al “corazón de Dios”.

“Si la vida fuera una obra de teatro o un videojuego estaría acotada por un tiempo preciso, un comienzo y un final donde se baja el telón o alguien gana la partida. Pero la vida mide otros tiempos, la vida se juega en tiempos parecidos al corazón de Dios; a veces se avanza, otras se retrocede, se ensayan e intentan caminos, se cambian”.

En este sentido, ha aprovechado para decirles que la “indecisión” de muchos de ellos pareciera que nace del miedo a que “caiga el telón”,  a que “el cronómetro me deje fuera de la partida”, o a que “no pueda pasar de nivel en el juego”. La vida no es eso, la vida es “siempre caminar buscando la dirección correcta, sin miedo a volver si me equivoqué”.

Antes de concluir, Francisco ha alertado de un peligro, el de “confundir el camino con un laberinto”: “ese andar dando vueltas por la vida, sobre sí mismos, sin atinar por el camino que conduce hacia adelante” y les ha exhortado a “no ser jóvenes de laberinto, del cual es difícil salir, sino jóvenes en camino”.
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