En su primer discurso en tierras de Irlanda, donde ha acudido para asistir al Encuentro Mundial de las Familias, el Papa se refirió a los escándalos de los abusos sexuales que han sacudido a la Iglesia.
“Considerando la realidad de los más vulnerables, no puedo dejar de reconocer el grave escándalo causado en Irlanda
por los abusos a menores por parte de miembros de la Iglesia encargados
de protegerlos y educarlos”, afirmó Francisco en su discurso.
El Pontífice reconoció “el fracaso de las autoridades eclesiásticas —obispos, superiores religiosos, sacerdotes y otros— al afrontar adecuadamente estos crímenes repugnantes”,
lo que “ha suscitado justamente indignación”, y que “permanece como
causa de sufrimiento y vergüenza para la comunidad católica”.
“Yo mismo comparto estos sentimientos”, afirmó, tal y como recoge Vatican News, y recordó las medidas tomadas por su predecesor, el Papa Benedicto XVI.
De este modo, agregó Francisco: “Deseo que la gravedad de los
escándalos de los abusos, que han hecho emerger las faltas de muchos, sirva para recalcar la importancia de la protección de los menores y de los adultos vulnerables por parte de toda la sociedad”.
El papel único de la familia
El Pontífice habló también del motivo de su visita, el Encuentro
Mundial de las Familias, que es “oportunidad para las familias– dijo- no
sólo para que reafirmen su compromiso”, sino para que “testimonien el papel único que ha tenido la familia en la educación de sus miembros y en el desarrollo de un sano y próspero tejido social”.
“Me gusta considerar el Encuentro Mundial de las Familias como un
testimonio profético del rico patrimonio de valores éticos y
espirituales, que cada generación tiene la tarea de custodiar y proteger”, aseguró.
Hay que recobrar el sentido de ser una familia de pueblos
No faltó la consideración del Pontífice acerca de las dificultades
que las familias tienen que afrontar en la sociedad actual, y se refirió
a la necesidad de recobrar, en cada ámbito de la vida política y
social, el sentido de ser una verdadera familia de pueblos.
“Si hablamos del mundo entero como de una única familia, es porque
justamente reconocemos los nexos de la humanidad que nos unen e intuimos
la llamada a la unidad y a la solidaridad, especialmente con respecto a
los hermanos y hermanas más débiles. Sin embargo, nos sentimos a menudo impotentes ante el mal persistente del odio racial y étnico,
ante los conflictos y violencias intrincadas, ante el desprecio por la
dignidad humana y los derechos humanos fundamentales y ante la
diferencia cada vez mayor entre ricos y pobres”.
La verdadera paz requiere de nuestra conversión
El Santo Padre recordó además el conflicto que separó a los
irlandeses en décadas precedentes, y el histórico Acuerdo del viernes
santo o Acuerdo de Belfast, que puso fin al conflicto de Irlanda del
Norte. E hizo presente que la verdadera paz, requiere de nuestra parte
una conversión constante, para construir una sociedad realmente
solidaria, justa y al servicio del bien común.
“Sin este fundamento espiritual, el ideal de una familia global de naciones corre el riesgo de convertirse solo en un lugar común vacío”.
La cultura del descarte que nos hace indiferentes
El Papa Francisco prosiguió preguntando si se puede decir que el
objetivo de crear prosperidad económica conduce por sí mismo a un orden
social más justo y ecuánime, o si en cambio el crecimiento de una “cultura del descarte”
materialista, nos ha hecho cada vez más indiferentes ante los pobres y
los miembros más indefensos de la familia humana, incluso de los no
nacidos, privados del derecho a la vida.
“Quizás el desafío que más golpea nuestras conciencias en estos
tiempos – observó - es la enorme crisis migratoria, que no parece
disminuir y cuya solución exige sabiduría, amplitud de miras y una preocupación humanitaria que vaya más allá de decisiones políticas a corto plazo”.
Que Irlanda no olvide el mensaje cristiano
En la última parte del discurso el Pontífice recordó los casi noventa
años de armonía y colaboración solícita entre la Santa Sede y el Estado
de Irlanda, y el restablecimiento de las relacionas amistosas de
reciente, tras “una única nube pasajera en el horizonte”, y
destacó la figura de los santos del país, y la de los hombres y mujeres
que hoy “se esfuerzan por enriquecer la vida de la nación con la
sabiduría nacida de la fe”.
Por último rezó para que Irlanda, “mientras escucha la polifonía de la discusión político-social contemporánea,
no olvide las vibrantes melodías del mensaje cristiano que la han
sustentado en el pasado y puedan seguir haciéndolo en el futuro”.
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