San Lorenzo de Brindisi
Un predicador entregado a su misión, a los demás y a Dios
Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre.
Un predicador entregado a su misión, a los demás y a Dios
Cesar de Rossi nació en Brindis, ciudad del reino de Nápoles, en 1559. Pertenecía a una familia veneciana de cierto renombre.
A los seis años ya asombraba a todos por la facilidad de aprender de memoria páginas enteras, que declamaba en público.
Primero se educó en el convento de los franciscanos de su ciudad
natal y, después, bajo la dirección de un tío suyo en el colegio de San
Marcos de Venecia.
Hizo rápidos progresos, tanto desde el punto de vista intelectual como espiritual y a los dieciséis años ingresó en el convento de los capuchinos de Verona.
Cuando pidió ser admitido, el superior le advirtió que le iba a ser muy difícil soportar aquella vida tan dura y tan austera.
El joven le preguntó: "Padre, ¿en mi celda habrá un crucifijo?." "Sí,
lo habrá", respondió el superior. "Pues eso me basta. Al mirar a Cristo
Crucificado tendré fuerzas para sufrir por amor a Él, cualquier
padecimiento".
Con el hábito religioso recibió el nombre de Lorenzo.
Durante sus estudios de filosofía y teología en la Universidad de Padua, se distinguió por su extraordinario dominio de lenguas:
aprendió el griego, el hebreo, el alemán, el bohemio, el francés, el
español y llegó a conocer muy a fondo el texto de la Biblia.
Por su gran don de prédica, siendo diácono, le fue encomendado el predicar los 40 días de Cuaresma en la Catedral de Venecia por dos años consecutivos. La gente vibraba de emoción al oír sus sermones, y muchas eran las conversiones.
Después de su ordenación sacerdotal, predicó con gran fruto en Padua, Verona, Vicenza y otras ciudades del norte de Italia.
En 1596, pasó a Roma a ejercer el cargo de definidor de su orden, y
el papa Clemente VIII le pidió que trabajase especialmente por la
conversión de los judíos. Tuvo en ello gran éxito, ya que a su erudición
y santidad de vida unía un profundo conocimiento del hebreo.
Un secreto
Un sacerdote le preguntó: "Frai Lorenzo, ¿a qué se debe su facilidad para predicar? ¿A su formidable memoria?".
Y él respondió: "En buena parte se debe a mi buena memoria. En otra
buena parte a que dedico muchas horas a prepararme. Pero la causa
principal es que encomiendo mucho a Dios mis predicaciones, y cuando
empiezo a predicar se me olvida todo el plan que tenía y empiezo a
hablar como si estuviera leyendo en un libro misterioso venido del
cielo"
Dormía sobre tablas. Se levantaba por la noche a rezar salmos.
Ayunaba con frecuencia comiendo casi siempre pan y verduras. Huía de
recibir honores, y se esforzaba por mantenerse siempre alegre y de buen humor con todos.
Enviado a Alemania
Sus superiores le enviaron, junto con el beato Benito de Urbino, a
establecer a los capuchinos en Alemania como una muralla contra el
protestantismo.
Los dos misioneros empezaron por atender a las víctimas de una
epidemia de peste; más tarde, fundaron conventos en Praga, Viena y
Gorizia, de donde habían de nacer con el tiempo las provincias de
Bohemia, Austria y Estiria.
En el capítulo de 1602, san Lorenzo fue elegido superior general de su orden. Desempeñó su cargo con vigor y caridad.
Al punto emprendió la visita de las provincias, pero, en 1605, se
negó a aceptar la reelección, pues pensaba que Dios le reservaba para
otras empresas.
Ante la amenaza turca
Cuando Lorenzo era vicario general, el emperador Rodolfo II le envió
en misión diplomática a conseguir la ayuda de los príncipes alemanes
contra los turcos, cuya amenaza se cernía sobre toda Hungría.
El santo tuvo éxito en su misión y fue nombrado capellán general del ejército que se había formado gracias a sus esfuerzos.
En algunas ocasiones, san Lorenzo fue prácticamente general en jefe
del ejército; por ejemplo, antes de la batalla de Szekes-Fehervar, en
1601, los generales le consultaron, el santo les aconsejó que atacasen,
arengó personalmente a las tropas y partió al frente de las fuerzas de
ataque, sin más armas que un crucifijo.
La aplastante derrota que sufrieron los turcos fue atribuida por
todos a san Lorenzo. Se cuenta que, al volver de la campaña, se detuvo
en el convento de Gorizia, donde el Señor se le apareció en el coro y le
dio la comunión por su propia mano.
Tras de algún tiempo de predicar y reconciliar con la Iglesia a los
herejes de Alemania, recibió del emperador la comisión de persuadir a
Felipe III de España a que se uniese a la Liga Católica y aprovechó la
ocasión para fundar un convento de capuchinos en Madrid.
Después, fue enviado a Munich como nuncio de la Santa Sede ante Maximiliano de Baviera, el jefe de la Liga.
Desde ahí administró dos provincias de su orden y prosiguió su tarea
de pacificación y predicación. En 1618, tras de haber mediado dos veces
en las diferencias reales, se retiró al convento de Caserta, con la
esperanza de verse libre de todas las distracciones mundanas, por más
que siempre había hecho todo lo posible por evitar que sus actividades
en los asuntos seculares le apartaran de su vida como religioso.
Dios le había concedido una gracia especial para ello y el santo era frecuentemente arrebatado en éxtasis mientras celebraba la misa, de suerte que puede decirse que su vida interior constituía el punto de partida de todas sus actividades exteriores.
Los príncipes y gobernantes, por muy irreligiosos que sean, suelen apreciar los servicios de los hombres verdaderamente santos.
Los principales señores de Nápoles acudían a San Lorenzo para
presentarle sus quejas por la tiranía del virrey español, duque de Osuna
y le pedían que fuese a la corte del rey Felipe para evitar que el
pueblo se levantase en armas.
El santo no era aún muy viejo, pero estaba enfermo y achacoso. Cuando
llegó a Madrid, supo que el rey no estaba en la ciudad, sino en Lisboa.
Así pues, prosiguió su camino a Portugal, en pleno calor del estío.
Usó de toda su elocuencia y su poder de persuasión y logró que el
monarca prometiese relevar del cargo de virrey al duque de Osuna.
San Lorenzo regresó entonces a su convento y ahí falleció el día de
su cumpleaños, 22 de julio de 1619. Cumplía 60 años. Fue sepultado en el
cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca.
Su beatificación tuvo lugar en 1783; durante el proceso, se
examinaron a fondo sus escritos. Dejó escritos 15 volúmenes de
enseñanzas, entre ellos 800 sermones muy sabios. También un comentario
del Génesis y algunas obras contra Lutero.
San Lorenzo fue canonizado en 1881. En 1959 el papa Juan XXIII le dio el título de doctor de la Iglesia ("doctor apostolicus").
San Lorenzo de Brindisi, ruega por nosotros, qué seamos humildes amantes de la cruz y nos gastemos por Cristo.
BIBLIOGRAFÍA
Butler, Vida de los Santos. Salesman, P. Eliécer, Vidas de los Santos. Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día
Butler, Vida de los Santos. Salesman, P. Eliécer, Vidas de los Santos. Sgarbossa, Mario y Luigi Giovannini - Un Santo Para Cada Día
(Fuente: corazones.org)
Artículo publicado por Santopedia
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