A veces voy tan rápido por la vida que no me detengo a contemplar la
belleza. No veo a Dios escondido en cosas pequeñas del día. Jesús mira a
los hombres heridos. Mira también el cielo, el lago, el campo. Y me
invita a mirar, a soñar, a fijarme en la vida. Me pide que levante los
ojos, que me pare un momento en mis agobios y mire alrededor.
Me gusta pararme a contemplar un paisaje bonito. Me gusta estar allí
sin nada más que hacer. Como Dios que está junto a mí, sin hacer nada
más. Queriéndome. Viviendo mi presente. Sintiéndome vivo.
Lleno los ojos de paz. Necesito detenerme y fijar la mirada. Estar
aquí sencillamente. Una de las pruebas del amor verdadero consiste en
responder a esta pregunta: ¿Con quién soy capaz de estar en silencio contemplando la vida sin hacer nada especial?
Me gusta mirar el mar, un atardecer, un bosque desde la montaña. Me gusta estar sencillamente en un lugar.
Orar tiene mucho que ver con estar con Dios, y Él conmigo. Me gustaría saber mirar y detenerme. Me gusta mucho cómo Jesús anima a los hombres sedientos de salvación a mirar la belleza, a mirar el ancho cielo.
Jesús ve al Padre en toda la belleza del mundo. Mira
cómo viste a los lirios, cómo alimenta a los pájaros. Dios me da a mí
también su vida. Por lo que soy, como los lirios, como lo pájaros. No
por lo que hago, no según lo haga.
Para Él soy lo más amado, su predilecto, y su ternura se derrama sobre mí porque soy su hijo. Él me ha creado y me ama. Y yo deseo estar con Él, sencillamente.
¿Cuál es mi lugar favorito para contemplar? ¿Qué momentos en mi vida he sentido al mirar algo que Dios estaba detrás, creando, cuidando, sosteniendo?
Jesús tendría sus lugares predilectos en las montañas, en el lago, en
los caminos. Estando en Tierra Santa descubrí una cueva muy cerca del
lago. Dicen que posiblemente Jesús se retiraba a orar a ese lugar. Allí
contemplaba. Soñaba. Me detuve yo también allí. A mirar lo que Él veía.
Jesús se fijaría en las cosas pequeñas y vería a Dios detrás de todo.
Me gustaría saber mirar así, saber contemplar, detenerme y disfrutar de
la paz. Saber ver a Dios escondido en tantos detalles del día, en la belleza de las cosas, en las personas que amo.
No quiero perder la antena del alma. Le pido a Jesús que me regale su
don para saber mirar y vivir el momento. Saber detener mis pasos.
Callarme y mirar. Contemplar la vida agradecido.
Carlos Padilla
Aleteia