En la fiesta del nacimiento de San Juan Bautista, que la Iglesia
católica celebra exactamente seis meses antes de la Navidad, el Papa
Francisco recordó todos los signos misteriosos y edificantes que
acompañaron a este nacimiento peculiar, signo del poder de Dios pese a
la incredulidad de los hombres. El Papa habló de la lógica de Dios, que
“no depende” de la nuestra, ni tampoco de nuestra “limitada capacidad
humana”:
"Alegría y estupor" cuando Dios actúa
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Hoy la liturgia nos
invita a celebrar la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista. Su
nacimiento es el evento que ilumina la vida de sus padres Isabel y
Zacarías, e incluye en la alegría y el estupor a parientes y vecinos.
Estos ancianos padres habían soñado y preparado aquel día, pero ya no lo
esperaban más: se sentían excluidos, humillados, decepcionados. Ante el
anuncio del nacimiento de un hijo, Zacarías se quedó incrédulo, porque
las leyes naturales no lo consentían, eran viejos, eran ancianos. En
consecuencia el Señor lo dejó mudo durante todo el tiempo de la
gestación: es una señal. Pero Dios no depende de nuestras lógicas y de
nuestras limitadas capacidades humanas”.
Confiar y callar frente al misterio de Dios
El Santo Padre indicó la necesidad de “aprender a confiar y a callar
frente el misterio de Dios”, y de “contemplar con humildad y silencio su
obra, que se revela en la historia”, porque “nada es imposible para
Dios”:
“Ahora que el evento se cumple, ahora que Isabel y Zacarías
experimentan que ‘nada es imposible para Dios’, su alegría es grande. La
hodierna página evangélica anuncia el nacimiento y luego se detiene en
el momento de la imposición del nombre al niño. Isabel elige un nombre
extraño a la tradición familiar y dice: “Se va a llamar Juan”, don
gratuito e a este punto inesperado, porque Juan significa “Dios ha hecho
la gracia”. Y este niño será heraldo, testigo de la gracia de Dios para
los pobres que esperan con humilde fe su salvación. Zacarías confirma
de forma inesperada la elección de ese nombre, escribiéndolo en una
tablilla – porque era mudo - e «inmediatamente se le soltó la boca y la
lengua» y empezó a hablar normalmente bendiciendo a Dios (V.66)”.
¿Cómo está nuestra fe?
Prosiguiendo con su recorrido, el Papa habló de las sensaciones que
vivió el pueblo que acompañó o que tuvo conocimiento de este
acontecimiento milagroso, que fueron sensaciones de estupor, sorpresa y
gratitud por el milagro de Dios, y a partir de esta reacción del pueblo
propuso una serie de preguntas para la reflexión personal, de manera que
meditemos sobre el estado de ánimo de nuestra fe: “¿cómo es mi fe? ¿Es
una fe gozosa o una fe siempre igual, una fe chata? ¿Tengo sentido del
estupor cuando veo las obras del Señor?”:
“El pueblo fiel de Dios es capaz de vivir la fe con alegría, con
sentido de estupor, de sorpresa y gratitud. Pero veamos aquella gente
que hablaba bien de esta cosa maravillosa, de este milagro del
nacimiento de Juan, y lo hacía con alegría, estaba contenta, con sentido
de estupor, con sorpresa y con gratitud. Y viendo esto preguntémonos:
¿cómo es mi fe? ¿Es una fe gozosa o una fe siempre igual, una fe chata?
¿Tengo sentido del estupor cuando veo las obras del Señor, cuando
escucho hablar de cosas de la evangelización o de la vida de un santo, o
cuando veo tanta gente buena: ¿siento la gracia dentro, o nada toca mi
corazón? ¿Sé sentir las consolaciones del espíritu o estoy cerrado a
ello?
Preguntémonos cada uno de nosotros en un examen de conciencia: ¿cómo
es mi fe? ¿es alegre? ¿está abierta a las sorpresas de Dios? Porque Dios
es el Dios de las sorpresas: ¿he experimentado en el alma aquel sentido
del estupor que hace la presencia de Dios, el sentido de gratitud?
Pensemos en estas palabras, que son estados de ánimo de la fe: alegría,
sentido de estupor y gratitud”.
En el final, en Obispo de Roma evidenció la misión de los padres que
en la generación de un hijo, "actúan como colaboradores de Dios", y
elevó su plegaria al cielo, pidiendo que la Santísima Virgen para que
“nos ayude a comprender que en cada persona humana está la huella de
Dios, fuente de vida”:
Recordando a Chiquitunga en Paraguay
Durante sus saludos a los fieles el Romano Pontífice recordó la
beatificación en el día de ayer en Paraguay, de María Felicia de Jesús
Sacramentado, al siglo María Felicia Guggiari Echeverría, hermana de la
Orden de las Carmelitas Descalzas.
El Santo Padre recordó que la hoy beata “vivió en la primera mitad
del siglo XX, se unió con entusiasmo la Acción Católica y se encargó de
los ancianos, los enfermos y los presos”. “Esta fructífera experiencia
de apostolado, sostenida por la Eucaristía cotidiana, - dijo - desembocó
en la consagración al Señor. Murió a los 34 años, aceptando la
enfermedad con serenidad". E indicó el testimonio de esta joven Beata
como una invitación para todos los jóvenes, especialmente para los
paraguayos, a vivir la vida con generosidad, ternura y alegría.
(Aquí en ReL una crónica de la beatificación)
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