Mi México, el amor es la respuesta; el Rosario nuestra arma
Mexicanos, al grito de guerra
el acero aprestad y el bridón,
y retiemble en sus centros la tierra.
al sonoro rugir del cañón.
Ciña ¡oh patria! tus sienes de oliva
de la paz el arcángel divino,
que en el cielo tu eterno destino
por el dedo de Dios se escribió.
Más si osare un extraño enemigo
profanar con su planta tu suelo,
piensa ¡oh patria querida! que el cielo
un soldado en cada hijo te dio.
Letras de nuestro Himno Nacional que hoy
todos los mexicanos hacemos vida. Creemos en Dios, en que nuestra patria
eterna es el cielo. Creemos que cada uno de nuestros nombres está
escrito por el dedo de Dios. Fuimos creados por Él con madera de
soldados y defenderemos nuestro suelo -patria- dando la vida por ella si
es necesario. Somos guerreros con corazón de acero -fuerte-, pero con
la sensibilidad y la nobleza de un niño.
Escuchar cómo se entonaba el Himno como
símbolo de unión y fraternidad por esos rescatistas que hacían -y siguen
haciendo- todo por salvar vidas. Ver izar nuestra Bandera Mexicana
parada, erguida entre los escombros en señal de que, a pesar del dolor,
los mexicanos seguimos en pie de lucha. Con su verde significando
esperanza. Con su blanco que representa la unidad y la pureza de nuestra
fe. Y el rojo la sangre de nuestros héroes hoy vestidos con casco y
pala.
En diversas partes de la gran urbe al
unísono las voces para entonar esa otra canción que tanto nos
caracteriza: “Cielito Lindo” como canto de júbilo y fortaleza. “…Ay, ay, ay, ay canta y no llores. Porque cantando se alegran cielito lindo los corazones…”
Hoy mi México llora porque ha perdido bienes -y màs importante vidas-,
pero también canta su corazón de alegría por la esperanza y la ayuda
recibida por tantos y tantos que le aman y le apuestan a este pueblo que
hoy se encuentra herido, lastimado, más nunca vencido. No importa en
què parte del mundo nos encontremos hoy todos los mexicanos somo uno y a
todos nos duele el alma. Ayer tembló en nuestra patria, se movió la
tierra y hoy los que se mueven son los corazones.
Mi México querido volvió a teñir sus
calles de sangre, de llanto, rabia e impotencia al ver que, literal, el
mundo se le venía encima. Sin embrago, no tardó nada en demostrar que el
corazón de los mexicanos es más grande que la tragedia.
¡Fuerza México! Dos palabras que definen
del espíritu de mi pueblo, de la madera de la que estamos hechos. Y para
muestra “el milagro de Morelos”, el bebé que nació en medio de la
tragedia. Su llanto al nacer fue un grito de que la vida es más grande
que cualquier terremoto. O ese otro sollozo del niño que fue rescatado
de entre los escombros, llanto que se convierte en un canto a la vida.
¡Viva México! La voz que se escuchaba cada vez que se rescataban a
personas de entre los deshechos y que a todos nos empujaba a ponernos de
rodillas para con llanto en los ojos voltear nuestra mirada al cielo y
darle gracias a Dios por una vida más encontrada.
¡Fuerza México! El cielo
nos está dando otra oportunidad de hacer las cosas mejor. Somos una
nación amante de “La Verdad”, de la vida, de los valores familiares.
Tenemos un corazón que no nos cabe en el pecho, lleno de nobleza y
generosidad. Se equivocan todos aquellos que dicen que los mexicanos
tenemos el gobierno que nos merecemos. Al contrario, ellos no merecen un
pueblo tan lleno de bondad, tan admirable por sus valores, por su
piedad, por su amor a nuestra Morenita del Tepeyac.
¡Fuerza México! Con el
pecho erguido y el rosto en alto se me llena la boca al decir ¡soy
mexicana! México es mi patria y a mucha honra grito: ¡Viva México! ¡Viva
Santa María de Guadalupe! Es el país que me vio nacer y al que llevo en
la piel. Mi gente, la más generosa y buena. La que se quita el pan de
la boca cuando ve el hambre en el hermano necesitado.
La que seca las lágrimas del que sufre,
no importando si el corazón de ella está hecho pedazos. La que siempre
está lista para ayudar y dar la mano al hermano en desgracia, sin
importar si es de día o de noche, si es rico o es pobre. La que entrega
el corazón sin medida, la que ama con pasión, la que sigue creyendo en
la gente a pesar de la traición.
Esta es mi gente, mi pueblo, mi nación,
mi país al que llevo tatuado en la piel. Un lugar lleno de héroes que
están dispuestos a dar su vida por salvar la vida de los demás. Héroes
que no necesitan de títulos profesionales -mucho menos nobiliarios- para
destacar y sobresalir. Basta ver sus manos callosas, ensangrentadas,
totalmente entregadas al servicio de su patria para darnos cuenta del
tamaño de su corazón, de lo que hay en su interior.
¡Fuerza México! El
corazón palpita alto al ver esos brazos levantados en señal de silencio.
Callados sentimos el deseo de gritar nuestra Fe, pero nos contentamos
con orar al Dios de la vida porque con el silencio viene la esperanza de
encontrarla. Así como Moisés levantaba en sus brazos la “Vara de La
Verdad”, nosotros levantamos la mano de la esperanza, de “La Vida”. No
hay cansancio que nos tumbe cuando la Fe nos sostiene.
¡Fuerza México! Mi gente
noble que elige no mantener memoria de lo malo ni de los abusos
sufridos, sino que se enfoca en reavivar los recuerdos de aquella
voluntad vivida hace 32 años cuando mano a mano se mantuvo de pie sin
importar si las piernas temblaban o la voz se les rompía en llanto para
salir delante de aquella tragedia. Ayer como hoy el espíritu del águila
real que cada uno llevamos dentro se hace presente, listos para levantar
el vuelo, triunfantes. Para resurgir de entre las cenizas cual Ave
Fénix como tantas veces lo hemos hecho.
Mi México, el amor es la respuesta; el Rosario nuestra arma.
Volvamos a poner nuestra mirada y nuestro corazón únicamente en quien
es “El Camino, La Verdad y La vida”. Este zangoloteo que vivimos es un
llamado para despertar, para abrir los ojos y ver “La Verdad”, sobre
todo, vivir en ella. No es un castigo de Dios como muchos nos lo han
querido hacer ver, pero si un llamado a hacer cambios, a la conversión.
Después de tanto dolor, tanto sufrimiento y llanto no podemos ser los
mismos.
No es tiempo de lamentaciones, sino de
seguir obrando hacia el cambio. Es tiempo de hacer un parón para meditar
mediante un profundo examen de consciencia personal sobre lo que ha
sido nuestra vida hasta hoy y hacer los cambios necesarios para ser aún
mejores. Esto que vivimos fue realmente una tragedia, pero también una
oportunidad para comenzar de cero. Que no nos mueva solo la parte
sensible y que este ímpetu y solidaridad que hoy tenemos los mantengamos
latente y lo vivamos como un estilo de vida.
Hoy Cristo llora junto con nosotros al
mismo tiempo que nos ofrece sus brazos abiertos para descansar en ellos.
Él mismo lleva nuestras súplicas, nuestras plegarias, nuestros
sufrimientos al Padre. Cada lágrima derramada es esta tragedia nuestro
buen Jesús, junto con nuestra Santísima Madre las recoge y se las
ofrecen al Todopoderoso.
Así como escribí sobre “Lo que aprendí
sobre el huracán Harvey”, esta vez reiteré lo que siempre he sabido:
como mi México lindo y querido no hay dos. Y como dice la canción:
“México Lindo y Querido
Si muero lejos de ti
Que digan que estoy dormido
Y que me traigan aquí
Que digan que estoy dormido
Y que me traigan aquí
México Lindo y Querido
Si muero lejos de ti”.
¡Fuerza mi México! ¡Yo creo en ti!
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