“El Daesh no soporta esta convivencia normal entre cristianos y
musulmanes” y es por este motivo que los cristianos coptos son atacados
de nuevo en Egipto, utilizados con fines políticos, sostiene en esta
entrevista el periodista Fernando de Haro Izquierdo, quien desgrana el
conflicto desde su vivencia como director de varios documentales sobre
cristianos perseguidos.
De Haro es autor de Los coptos, viaje al encuentro de los mártires de
Egipto de la editorial Encuentro y ha sido redactor de informativos en
Canal +, además de haber puesto en marcha la CNN +.
Los coptos otra vez. ¿Por qué ahora este nuevo atentado?
Los atentados del Domingo de Ramos son algo nuevo, un escalón más en
la persecución que los coptos sufren desde los últimos años de Mubarak.
La historia de la persecución de los cristianos en Egipto es larga, de
hecho, los ha acompañado desde el comienzo. Uno de los
atentados de esta Semana Santa se ha registrado en Alejandría, donde
comenzó a extenderse la fe en Jesús en el siglo I. Fue la persecución
romana la que provocó que el cristianismo se extendiera por todo el
país.
Durante buena parte del siglo XX los coptos vivieron con cierta tranquilidad,
hasta que Sadat dio un giro hacia el islamismo en los años 70. Antes y
después de la primavera árabe los coptos han sido golpeados con fines
políticos. Los Hermanos Musulmanes los convirtieron en objetivo,
primero, para apropiarse de la revolución y luego, cuando fueron
expulsados del poder, para desestabilizar al régimen de Al Sisi. Pero
desde el pasado mes de diciembre, cuando se produjo el ataque a la
catedral de san Marcos en El Cairo estamos ante un nuevo fenómeno. Lo de
diciembre, lo esta Semana Santa en Alejandría y en Tanta, y así como la
limpieza étnica que se ha llevado a cabo en la Península del Sinaí (han
sido expulsadas 250 familias de sus casas), forma parte de una misma
acción.
Detrás de estos ataques ya no están los Hermanos Musulmanes,
que se han desmarcado explícitamente, sino el Daesh. Hasta ahora el
Daesh, los grupos que se le habían afiliado, eran muy débiles. Los
nuevos atentados se producen, porque a pesar de que el islamismo ha
penetrado en un sector minoritario de la sociedad egipcia, en términos
generales persiste una cierta cohesión social y religiosa en el país.
Eso es lo que el Daesh no puede tolerar. En 2014, Abu Mawdud al-Harmasy,
uno de los ideólogos del ISIS, publicaba un opúsculo titulado “Los
secretos del enigma egipcio” en el que reconocía ese fracaso. En sus
páginas aseguraba que los musulmanes egipcios son como ganado porque “no
entienden cuál es la verdadera lucha”. Es necesario, según este
teórico, atacar a cristianos dónde sea y cómo sea para que la yihad
prenda como en Iraq, en Siria y en Yemen. El Daesh no soporta esta
convivencia normal entre cristianos y musulmanes.
El Papa va a ir a Egipto igual. ¿Debería pensárselo?
Francisco al anunciar y mantener su visita a Egipto da muestras, una vez más, de una gran inteligencia y de una gran valentía.
El Papa, a diferencia de los que interpretan el yihadismo y la
persecución de cristianos en Oriente Próximo como una “guerra de
religiones” o un “choque de civilizaciones”, ha sostenido en numeras
ocasiones, con palabras y con gestos, que no es justo identificar
violencia con islam. Ha mostrado su respeto por la experiencia religiosa
de los musulmanes que no se dejan atrapar en ideologías.
Dentro de algunos sectores del mundo musulmán se está produciendo en
los últimos años un interesante proceso, con todas sus limitaciones, de
apertura a la modernidad, al concepto de ciudadanía y a un cierto
concepto de libertad religiosa. Egipto es un hervidero de este fenómeno.
Ciertos sectores del islam egipcio lideran una apertura en el mundo
sunní que hay que apoyar.
El presidente Al Sisi, muy criticado en Occidente –seguramente con
razón por su falta de respeto con los derechos humanos-, quiere impulsar
un cambio. En las televisiones egipcias tienen hueco muchos
intelectuales que son un respiro para el mundo musulmán. Y no podemos
olvidar todos los pronunciamientos de los últimos años de Al Azhar, la
gran mezquita de referencia para todo el mundo sunní que tiene su sede
en El Cairo. Al Azhar entre el mes de febrero y de marzo ha celebrado
dos importantes reuniones, una con una delegación del Vaticano y otra
con representantes de todo el mundo, dedicadas a la cuestión de la
ciudadanía.
El problema de la ciudadanía es esencial en los países de mayoría
musulmana porque supone la búsqueda de fórmulas para una cierta
separación de la Iglesia y del Estado. Es lo que reclamó la Declaración
de Marrakech de 2016. Al Azhar ha condenado el ataque a los cristianos,
ha defendido, repito que, con límites, ciertas formas de libertad
religiosa. Hay quien dice que todos esos pronunciamientos son pura
propaganda, palabras poco sinceras. Me parece que es demasiado simple
reaccionar de ese modo. El Papa quiere ir en busca de ese islam, por algo será.
Entiendo que, a veces, es más sencillo y más cómodo quedarse con una
descalificación genérica del mundo musulmán que es un mundo muy complejo
y poco conocido. El momento que vivimos es lo suficientemente
dramático como para que no aceptemos simplificaciones.
¿La respuesta de solidaridad con los coptos es demasiado tenue?
Las cosas están lentamente cambiando. Hoy, afortunadamente, las
noticias sobre estos ataques ocupan las portadas de los medios, como es
de justicia. Hace algunos años eso no se pasaba. Pero la vulneración de
un derecho fundamental como es el derecho de libertad religiosa se sigue considerando una vulneración de segundo nivel.
La derecha suele ser insensible ante esta cuestión y reacciona solo
cuando le interesa por razones ideológicas, para alimentar su tesis de
la “guerra de religión”. Y la izquierda, también por ceguera ideológica,
considera a menudo que la libertad religiosa pertenece al terreno de lo
secundario, o peor de lo irreal. En España, por ejemplo, no se ha
producido una declaración del parlamento condenando la persecución de
los cristianos en Iraq y en Siria como un genocidio. En términos de
derecho internacional no hay mejor expresión para definirlo. Otros
parlamentos occidentales lo han hecho. A nosotros nos puede el complejo y
la ignorancia. ¿Por qué no guardar un minuto de silencio cuando se
producen estas masacres? ¿Por qué no invitar a los ayuntamientos, a los
parlamentos de las Comunidades Autónomas, a los partidos políticos, a
que condenen estas brutales agresiones? ¿Por qué no fomentar entre
nuestros jóvenes el voluntariado para ayudar a estas minorías en sus
países de origen? Conozco algunas experiencias y son de una riqueza
extraordinaria. Es necesario alzar la voz.
¿Qué le impresiona más de la espiritualidad copta?
No puedo decir que sea un gran conocedor de la espiritualidad copta,
que es muy antigua y muy rica. He visitado sus monasterios y he
participado en sus celebraciones. He conversado con monjes y con gente
muy sencilla. Como toda experiencia cristiana tiene que ser
continuamente purificada. Pero lo que me impresiona es el testimonio de
fe que están dando en este momento. Hay que pensar que los que acudieron
a misa el Domingo de Ramos sabían que les podían atacar. El Daesh les
había amenazado con un atentado. Y el Daesh no se anda con tonterías. Y a
pesar de ello fueron a misa, a celebrar con alegría la proclamación de
Jesús como el nuevo David, el nuevo Rey. ¿Qué tipo de
experiencia cristiana te hace ir a una iglesia amenazada sabiendo que
puedes perder la vida? ¿Qué valor, que estima, que afecto por la fe hay
en estas personas? Nosotros, si vamos a la iglesia, solemos ir
distraídos. Me parece que esto es más que un testimonio de coherencia
ética. La coherencia ética puede ser un buen fruto de la moral kantiana.
Pero aquí hay algo más: es el testimonio de un dar la vida,
de un apego afectivo a aquello en lo que se cree, que invita a mirar a
la persona, al Misterio, que está en el origen de una actitud así. Estos
coptos, gente sencilla que iba a misa, afirma que la gracia del
cristianismo vale más que la vida. ¿De qué gracia, de que cristianismo
tienen experiencia? No hago una pregunta retórica. Yo, como muchos de mi
generación, suelo pensar que no existe ningún ideal por el que
sacrificarme porque en el fondo nada me parece suficientemente
verdadero, suficientemente atractivo.
¿Ve la solución a esta injusticia?
La solución es difícil y requiere respuestas en frentes muy diversos.
Al Sisi no puede contener el terrorismo, sabemos –porque lo estamos
sufriendo en Europa- que el terrorismo low cost es difícil de frenar.
Pero se pueden tomar algunas medidas. Egipto está en una encrucijada. Al
Sisi ha supuesto un freno al islamismo, pero no ha sido capaz de
responder al deseo de cambio y de libertad de los más jóvenes. Egipto
necesita ayuda para hacer una transición que no tiene por qué seguir los
esquemas occidentales.
Las medidas de seguridad no podrán frenar, en cualquier caso, la
radicalización creciente de algunos sectores sociales. Para eso es
necesario un cambio cultural, un islam que decididamente apueste por la
paz y que se enfrente a la utilización ideológica de las creencias de
los musulmanes. No se favorece eso con un choque de civilizaciones. Sino
con gestos inteligentes como el de Francisco.
No podemos ser hipócritas. Este islamismo yihadista está sostenido en
gran medida por los países del Golfo, con los que Occidente sigue
manteniendo estupendas relaciones. Cuando Trump prohibió la entrada de
inmigrantes de algunos países de mayoría musulmana no incluyó en su
lista a algunos de esos países del Golfo.
Aleteia